En España, conseguir una pareja de largo recorrido se está convirtiendo en una epopeya digna de Guinness. ¿No queremos atarnos o no a cualquier precio? Un estudio pionero aporta respuestas, y varios testimonios también nos dan pistas.
Eso sí, no es una monogamia de por vida. Como ya describiera Deborah Anapol, una de las fundadoras del movimiento poliamoroso, el modelo imperante es el que consiste en múltiples relaciones monógamas sucesivas (complementadas o no con algún affaire secreto cada tanto)... aunque no sea exactamente lo que buscamos. Como escribe Tamara Tenenbaum en 'El fin del amor' (ed. Seix Barral), "vamos de una relación a otra en busca de un ideal y también, de frustración en frustración, porque "esa 'tranquilidad' con la que soñamos, esa ilusión de seguridad, es una fantasía".
Pues menudo bajón.
En una investigación pionera en nuestro país, 'La gestión de la intimidad en la sociedad digital. Parejas y rupturas en la España Actual', dirigida por el catedrático Félix Requena del Departamento de Sociología de la Universidad de Málaga, y desarrollada por un amplio equipo de profesores e investigadores de dicho departamento, se revelan muchas de las claves para entender el fenómeno y -qué remedio- aceptarlo como la normalidad sobre la que se desarrolla y (apuntan todos los indicios) seguirá desarrollándose nuestra vida en un futuro próximo. Primera conclusión tras leer el estudio: Las parejas actuales duran 'poco' porque pueden.
La pareja como opción, no como destino
No es un chiste. En un proceso imparable que arranca en los años 90 del pasado siglo, el emparejamiento ha pasado de ser un destino a convertirse en una opción. "Históricamente, el proyecto de vida en común se asentaba en la estabilidad alrededor de la economía, la unión de dos familias y los hijos", explican los investigadores. En ese proceso ha tenido mucho que ver la laicización de la población española, definitiva a la hora de normalizar las parejas de hecho, las del mismo sexo, el divorcio y las uniones sucesivas. El resultado es la legitimización social de casi cualquier tipo de pareja, con o sin vínculo sellado por una autoridad. El amor, escriben los expertos, se ha vuelto "más individualista o confluyente, donde lo importante no es la idea comunitaria de complementariedad (la media naranja) sino la suma de las dos partes, de las dos individualidades". Vamos, en esencia, que no te necesito para completarme, que estoy contigo porque me da la gana.
Con Tinder tienes más parejas, pero no te aclaras
Hacia este estado 'anímico' general nos encaminábamos con decisión cuando aterrizaron entre nosotros las webs y apps de contactos tipo Tinder. Como anillo con dedo, como hambre con ganas de comer resultó que casaban el nuevo orden amoroso y el nuevo escenario digital, dando a luz "un aumento de las posibilidades de emparejamientos a lo largo de la vida". Y ahora, la madre de todas las paradojas: "Esta explosión de interacciones dificulta la estabilidad de las uniones dando lugar a lo que la antropóloga biológica Helen Fisher denomina 'amor lento'". Vamos, que antes de considerar una relación como 'formal', se toman mil precauciones y se pretende conocer a fondo a la posible futura pareja. "La Encuesta de Fecundidad (INE 2018) señala como a una de cada cuatro mujeres mayores de 35 años sin hijos les gustaría tenerelos, pero no lo hacen por no encontrar pareja estable, porcentaje que asciende hasta el 50% en hombres de entre 40 y 55 años".
Así que las rupturas se suceden hasta encontrar a esa persona que 'sintamos' como la pareja perfecta. "En España, en comparación con lo que ocurría en la década de los años 80, donde las rupturas de pareja eran escasas y sancionadas socialmente, en la actualidad la sociedad es muy tolerante a la aceptación del divorcio con unos niveles similares a la media europea", explica el estudio. Los sentimientos y las emociones se han convertido, añade, en el pilar básico de las relaciones, no la conveniencia, el deber o las expectativas sociales. Y cuando consideramos que esos sentimientos y emociones no son los que deberían ser, pues... hasta luego, Federico. "Las parejas actuales apoyan sus relaciones sobre arenas movedizas mucho más flexibles, convirtiéndose en uniones mucho más frágiles que las existentes en otras épocas".
Relaciones intensas pero de cristal
"Muchas relaciones que comienzan de forma muy intensa", prosiguen los expertos, "acaban igualmente rápido, apareciendo el desamor e incluso las 'relaciones negativas'; en otras ocasiones es el desgaste de las uniones, las infidelidades, la pérdida de ilusión e incluso el deterioro del proyecto compartido, lo que perjudica a las parejas, de modo que la ruptura es una opción real durante todo el ciclo de vida". Si a eso sumamos la ya comentada aceptación social de la ruptura y las 'facilidades' para asumirla (la independencia económica de ambos miembros de la pareja, entre ellas), tenemos el cóctel perfecto para decir adiós sin más dilación.
El efecto de esta permanente posibilidad de ruptura es "un amor más líquido en el que es muy importante cómo se sientan ambos miembros de la pareja, saber gestionar sobre todo los desacuerdos y estar preparados para un desencuentro emocional. Las parejas en el contexto actual, basadas casi exclusivamente en el amor, son más conscientes de la probabilidad de que pueda aparecer el desamor".
¿Y esto va a seguir así indefinidamente?
De cara al futuro, escriben los expertos, nuestra sociedad, cada vez más digital "se caracterizará por la normalización de las rupturas en el sentido de que las generaciones se socializarán en la ruptura, tanto por su padres como por la acumulación de experiencias propias, y vivirán este proceso de forma menos traumática que generaciones anteriores". Posiblemente, pronostica esta investigación, "el mayor impacto respecto a las sociedades actuales sea la presencia de emparejamientos sucesivos también en las generaciones más mayores". En resumen, que caminamos hacia rupturas aún más frecuentes e indoloras, porque estaremos preparados para ello. La pregunta inevitable es: ¿no nos dará un perezón tremendo?
La otra cara de la moneda
Sin embargo, hay parejas que duran hasta que la muerte las separa, y son felices. Un estudio estadounidense que lleva desde 1938 siguiendo las vidas de más de 2.000 personas para averiguar qué es lo que las hace felices ha determinado, al menos de momento, que la piedra filosofal de la felicidad es... una relación de pareja duradera y fuerte.
El problema es que esa idea que tenemos del amor... se queda un poco corta para las relaciones de largo recorrido. Si prestamos oídos a los distintos estudios que se han realizado sobre la duración de lo que consideramos enamoramiento, como uno realizado por bioquímicos del Albert Einstein College of Medicine de Nueva York, resulta que lo que todos reconocemos como amor romántico duraría solo 28 meses y el enamoramiento intenso, un año y medio.
¿Existe una fórmula para el amor?
Los de este instituto científico no son los únicos investigadores que en las últimas décadas se han dedicado a la búsqueda de la fórmula del amor, incluida la del amor duradero. Una de las teorías más renombradas es la del psicólogo y profesor de Desarrollo Humano en la Universidad de Cornell Robert J. Sternberg, la llamada teoría triangular del amor, según la cual intimidad, pasión y compromiso serían los pilares de una buena relación sentimental.
Sin embargo, esa teoría ha sido posteriormente contestada por diversos estudios académicos, ya que el amor se ha convertido en un atractivo objeto de estudio para muchos investigadores y asociaciones. Como Richard Schwartz, profesor de Psiquiatría de la Harvard Medical School (HMS), que ha construido su carrera en torno al tema. Según este experto, "sabemos mucho más científicamente sobre el amor y el cerebro que hace un par de décadas... ¿pero creemos que de verdad eso nos hace mejores en el amor o en ayudar a las personas amorosamente? Probablemente no mucho". Al final, no hay una fórmula, o al menos no una única que sirva para todo el mundo. Después de todo, el amor es el resultado de una fórmula tan compleja como lo son sus protagonistas. Así que hemos buscado parejas reales y que cuentan ya con un largo recorrido a dos para que nos den su opinión sobre las claves que han convertido las suyas en parejas longevas.
Hablan los protagonistas
Respeto y apoyo mutuo.
Marelis y Luis, venezolanos
"Llevamos 17 años juntos. Diez de ellos los declaramos de 'supervivencia' (chavismo y destrucción de nuestro statu quo). Creo que ha prevalecido el respeto y el apoyo mutuo, sin lo cual no habríamos podido seguir juntos cuando no había pan en la mesa (ni agua, ni electricidad ni medicamentos). Nos convertimos en un equipo, me parece, en mejores amigos (aunque esto suene a cliché)... En fin, estar para el otro, respetarlo, apoyarlo y sentir que todo esto es recíproco. Creo que es allí desde donde se construye el amor que nos tenemos".
Estar en el mismo 'mood'
Marta y Javier, madrileños
"Pronto cumpliremos 17 años juntos. Para que una relación dure creo que las dos personas deben estar en el mismo mood: quiero una relación. Suena a perogrullo, pero es básico. Que se compartan intereses vitales; clave en mi relación es que sabemos que los niños no son una opción para ninguno de los dos. Al margen de esto, la clave está en escuchar, entender y ponerse en la piel del otro; respetar espacios, físicos o mentales. Lo mismo con los amigos. El humor (incluido saber reírse de uno mismo). Y el respeto: si estás con alguien, respeta sus peculiaridades, incluso sus defectos. Si son insalvables la relación no durará, pero los defectos de cada persona, eso que menos te gusta de ella, no va a cambiar por ti".
Tener los mismos gustos.
Ana y Antonio, madrileños
"En febrero haremos 24 años casados y fuimos novios durante 11. ¿El secreto? Y yo qué sé... Creo que es que nos gustan las mismas cosas y la misma forma de vivir. Ejemplos tontos: somos capaces de ir al bar de abajo de casa ocho viernes seguidos y no cansarnos. No nos gustan los cambios, no nos importa la rutina, no hacemos deporte, nos gustan (casi siempre) las mismas series y películas, las mismas comidas... Yo creo que está ahí. Por no hablar de los hijos (y del perro), que te atan. También creo que al haber empezado tan jóvenes no hay secretos: sé perfectamente qué va a hacer y decir en todo momento, pero eso no me molesta ni me aburre, al revés, me da seguridad. Igual es más divertido otro tipo de relación, pero también más insegura, y yo ya estoy de salida, es decir, solo quiero paz y tranquilidad en todos los ámbitos".