jueves, 3 de julio de 2025

Por Qué Sufrimos: Cómo regular las emociones desagradables: claves desde la psicología actual



(istock)


Existen diferentes clasificaciones, pero una de las más aceptadas es la de Ekman, quien considera que existen seis emociones básicas: alegría, tristeza, ira, miedo, sorpresa y asco



Uno de los grandes temas de la psicología actual y de las técnicas de bienestar emocional lo constituye cómo regular nuestras emociones cuando resultan desagradables. Una gran parte de nuestro sufrimiento psicológico se considera que está producido por ellas.

¿Qué es una emoción? La Real Academia la define como "una alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática". Existen diferentes clasificaciones, pero una de las más aceptadas es la de Ekman, quien considera que existen seis emociones básicas: alegría, tristeza, ira, miedo, sorpresa y asco. Todas las demás, como celos, envidia, culpa, etc., serían emociones complejas producidas por combinaciones de varias de estas emociones básicas.

Se considera que las emociones tienen dos aspectos básicos:
  1. La intensidad de la emoción, hasta qué punto nos embarga o no
  2. La valencia, es decir, si nos resulta agradable o desagradable. La misma emoción puede tener distinta valencia. Por ejemplo, el miedo leve producido por una película de terror a alguien que le guste el género constituye una emoción agradable. Mientras que el miedo por encontrarse un león junto a nosotros resulta extremadamente desagradable.

Las emociones agradables debemos disfrutarlas, aunque sin caer en el apego, en el deseo que se repitan continuamente, en una especie de adicción, porque, en ese caso, pueden ser causa de sufrimiento. La gran dificultad, para la mayor parte de la gente, es gestionar las emociones desagradables para que:

  1. Duren lo mínimo posible.
  2. Tengan la menor intensidad posible
  3. No se transformen en un acto, no sigan el impulso que produce la emoción. Por ejemplo, cuando uno experimenta ira, una buena regulación evita que acabemos golpeando a otra persona o insultándola, porque tendrá efectos sociales negativos. Las personas que pasan de la emoción al acto con facilidad se considera que son "impulsivas".

¿Cómo se produce y mantiene la emoción? Generalmente, ocurren en contextos interpersonales. Alguien hace o dice algo que no nos gusta, que no lo esperábamos. Eso produce una descarga de adrenalina, una activación corporal. Y nuestros pensamientos sobre lo que pasa son los que deciden si la emoción será de un tipo u otro, y si será desagradable o agradable. Cuando un niño de tres años rompe un plato, aparece esa activación con adrenalina y mira a sus padres, porque aún no sabe la valencia. Si los padres ríen, él también y, si los padres ponen cara airada, él llora. Cuando ya tiene 6 años, sabe cuál va a ser la respuesta de los padres o de la sociedad y su reacción es automática, no espera a la respuesta del entorno.

Por eso, para la regulación, los pensamientos son tan importantes. Si nuestros patrones habituales de pensamiento son culpabilizantes, críticos o autoexigentes, casi cualquier interacción va a producir una emoción desagradable. Pero si nuestros pensamientos tienden a ser compasivos y afectuosos hacia nosotros y hacia los demás, la regulación de emociones es más sencilla. Esto es lo que pretenden técnicas psicológicas como las terapias cognitivas, la compasión o la psicología positiva: modificar nuestra visión del mundo, para que no interpretemos tan negativamente la realidad.

Asociado a ésto, mindfulness pretende desengancharnos de los pensamientos y emociones, evitar que nos atrapen. Cuando aparece la emoción, en vez de seguir rumiando lo que ha pasado (ej: qué malas son estas personas, qué mal estoy gestionando esta situación y temas similares), lo que busca es no generar más pensamientos negativos porque cronifican la emoción. Para ello, busca centrar la atención en el componente corporal de la emoción y preguntarse: ¿Cómo está afectando esta emoción a mi cuerpo? Llevamos la mente a las tensiones y a la activación que se ha producido en el cuerpo, e intentamos aflojarlo y soltarlo. De esta forma, no aumentamos el componente cognitivo de la emoción, producido por el pensamiento. Y desmontamos el componente corporal. Si nos entrenamos, la emoción se regulará en pocos minutos, mientras que, sin entrenamiento, el malestar puede durar horas o días.

La regulación de las emociones desagradables es una técnica que nos evitará mucho sufrimiento. Pero no consiste en anularla o evitarla, sino que nos permite aprender e incorporar lo que la emoción tenga que enseñarnos, sin quedarnos secuestrados por ella.