Mario Draghi, presidente del Banco Centraal Europeo. Bloomberg News
Hasta hace poco, funcionarios del Banco Central Europeo insistían en que la flexibilización cuantitativa no era la respuesta a los problemas de la zona euro. Estados Unidos y Gran Bretaña iniciaron sus programas de compra de bonos cuando los rendimientos eran altos, recalcaban, pero los rendimientos de la deuda soberana europea ya eran bajos y no podían caer mucho más.
La flexibilización cuantitativa, agregaban, había funcionado en EE.UU. y el Reino Unido al estimular una mayor emisión de deuda de parte de las empresas, mientras que las economías de la zona euro siguen siendo dominadas por los bancos. La causa del rezago europeo, insistían, no era la falta de liquidez, sino problemas estructurales como bancos débiles y mercados laborales ineficientes.
No obstante, cuando apenas ha transcurrido un mes desde el inicio del programa de flexibilización cuantitativa del BCE de 1 billón de euros, US$1,06 billones (millones de millones), su presidente, Mario Draghi, no tuvo inconvenientes en tomar el crédito el miércoles, en una conferencia de prensa, de la notable mejora de la economía.
Las proyecciones de crecimiento han sido revisadas al alza continuamente desde enero, cuando se anunció el programa. El Fondo Monetario Internacional dijo esta semana que proyecta un crecimiento de la zona euro de 1,5% en 2015. La confianza de las empresas y las personas está en su nivel más alto desde 2007 y el crédito bancario empieza finalmente a repuntar.
El crecimiento más vigoroso proviene de los países más golpeados por la crisis. Se prevé que España se expanda hasta 3% e Irlanda hasta 4% este año. Mientras tanto, a las autoridades alemanas les preocupa que un crecimiento de 2,5% pudiera sobrecalentar la economía.
Por supuesto, el relajamiento cuantitativo no es responsable de todos estos avances. La caída en los precios del petróleo ha hecho las veces de un gigantesco recorte de impuestos para las empresas y los consumidores. Ahora que los déficits fiscales se han reducido, la política fiscal dejó de ser un lastre para el crecimiento. Las finanzas de los bancos han mejorado mucho después de las pruebas de resistencia del año pasado.
La notable mejora de la confianza de las empresas y los consumidores italianos refleja factores internos, como la confianza que ha suscitado la agenda de reformas del gobierno encabezado por Matteo Renzi. Incluso la caída de 20% del euro frente al dólar empezó a mediados del año pasado, antes de la compra de bonos del BCE.
De hecho, si el banco central hubiese aplazado la decisión de implementar una política de flexibilización cuantitativa, como lo había pedido el Bundesbank alemán, podría haber concluido que ya no era necesario comprar bonos.
Todavía hay riesgos en el camino. Los principales son los mencionados por el FMI en su Perspectiva Económica Mundial acabada de publicar. El documento advierte que la inversión de las empresas, un aspecto crucial para una recuperación sostenida, está siendo socavada por una capacidad ociosa persistente, débiles previsiones de crecimiento, incertidumbre política y económica, tensiones geopolíticas y dificultad para acceder al crédito.
El FMI estima que el crecimiento económico será modesto debido a los altos niveles de endeudamiento y desempleo y el pesimismo de los inversionistas. La entidad exhortó a los gobiernos de la zona euro a elevar el crecimiento de largo plazo al abordar el problema de la deuda incobrable de los bancos, usar la capacidad fiscal para invertir donde se pueda y realizar reformas estructurales.
De todas maneras, después de pasar años concentrados en las sorpresas negativas de la zona euro, es hora de que los inversionistas también presten atención a las sorpresas positivas. En realidad, la flexibilización cuantitativa parece estar dando mejores resultados de los que esperaba el propio BCE.
Los rendimientos de los bonos han continuado su trayectoria descendente. Los inversionistas ahora tienen que pagarle a Alemania por el privilegio de darle dinero prestado. Cerca de US$2,4 billones en deuda soberana se transan a tasas negativas, la mayor parte europea, según el Banco Internacional de Pagos. Incluso España, una de las grandes víctimas de la crisis hasta hace algún tiempo, emitió la semana pasada deuda a seis meses con una tasa negativa.
Esto está aportando una serie de beneficios importantes y, en buena medida, imprevistos.
En primer lugar, permite que los países refinancien sus obligaciones a tasas mucho más baratas y plazos más largos. Esto les otorga a los gobiernos espacio adicional en sus cuentas fiscales y el endeudamiento neto debería caer más rápido de lo previsto, lo que alivia las preocupaciones sobre la sostenibilidad de la deuda de largo plazo.
En segundo lugar, la flexibilización cuantitativa ha valorizado los bonos en poder de los bancos. Ahora, las entidades que antes fueron criticadas por acumular bonos soberanos los pueden vender y embolsarse una ganancia substancial. Se trata, en el fondo, de una recapitalización de la banca de la zona euro por otro nombre, lo que sienta las bases para la expansión del crédito en la región.
En tercer lugar, la flexibilización cuantitativa parece haber inoculado a la zona euro de los riesgos geopolíticos que contribuyeron a sofocar una recuperación incipiente el año pasado. Hasta el momento, la zona euro no se ha visto mayormente afectada por la crisis en Ucrania ni por el recrudecimiento de los conflictos con Grecia.
No hay que perder de vista, en todo caso, que la ausencia de un contagio puede reflejar las expectativas del mercado de que la zona euro hallará una solución a la crisis griega así como el éxito de otras medidas para combatir la crisis, como la creación de fondos de rescate, una unión bancaria y el programa de compra de bonos. La situación, sin embargo, pudo haber tenido otro desenlace de no mediar la flexibilización cuantitativa.
Por cierto, un efecto que el plan de estímulo no ha tenido es el de elevar la inflación. Aunque las expectativas inflacionarias han dejado de caer, los precios minoristas de la zona euro descendieron 0,1% promedio en marzo. Hasta el momento, sin embargo, no hay evidencia de que la baja inflación esté perjudicando la recuperación. En realidad, la caída en los precios está instando a las personas a comprar más.
Por otra parte, la baja inflación brinda al BCE la excusa que necesita para seguir imprimiendo dinero. Eso es, exactamente, lo que Draghi ha prometido hacer al menos hasta septiembre de 2016, exhibiendo el celo de un converso.
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