China impulsa el uso de su moneda en el exterior y promete su plena convertibilidad
China es la segunda economía mundial, acoge el segundo mercado de valores por capitalización bursátil y se ha consolidado como primera potencia comercial del planeta. Esta creciente influencia, sin embargo, no se refleja en el uso de su moneda fuera de sus fronteras. A finales de marzo, el yuan se situó como la séptima divisa en transacciones internacionales, únicamente con el 1,81% del total de operaciones. Se trata de un aumento significativo si se tiene en cuenta que a finales de 2011 ocupaba el puesto 21, pero irrisorio en comparación con la importancia del gigante asiático en el orden económico mundial.
“Que China sea una potencia económica es una condición necesaria pero no suficiente para conseguir una moneda internacional. Se trata de un proceso largo durante el cual la moneda debe asumir las responsabilidades correspondientes”, explica Song Qinghui, vicepresidente del Foro de 50 Economistas Independientes de China, un importante centro de estudios del país. El principal escollo que impide el despegue del yuan es que no es una moneda libre: su cotización depende del tipo de referencia que establece diariamente el Banco Popular de China y de su banda de fluctuación, de un máximo del 2% por sesión.
El Banco Central propone que la moneda se liberalice este año
A su vez, aunque el yuan es convertible en la balanza por cuenta corriente —el comercio de bienes y servicios—, la cuenta de capital sigue estrictamente controlada por las autoridades. Las empresas y los individuos se enfrentan a varias restricciones para mover dinero desde o hacia el país: el límite está en 50.000 dólares anuales para las personas físicas mientras que las inversiones corporativas necesitan del visto bueno del Gobierno.
Pekín es consciente de que estas cortapisas frenan el camino del yuan hacia el reconocimiento internacional, pero el miedo a posibles fugas de capital o entradas de dinero con fines especulativos frenan las reformas, que ya de por sí se aplican de forma paulatina. Para la sorpresa de muchos, sin embargo, el gobernador del Banco central chino, Zhou Xiaochuan, sugirió recientemente un yuan plenamente convertible a finales de 2015: “Es el momento de cambiar la actual política que restringe a los chinos la compra de productos financieros en el exterior y que no es suficientemente flexible para satisfacer las necesidades de los inversores extranjeros en China”, señaló en un foro junto a la directora general del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde.
“Creo que la plena convertibilidad del yuan llegará en 2016”, asegura el profesor de Finanzas de la Escuela de Negocios CEIBS, Oliver Rui, quien cree que el país se beneficiaría del orden internacional vigente dominado por el dólar y el euro. Song, por su parte, considera que el sistema financiero del gigante asiático “está aún muy alejado del occidental” y el Gobierno “no completamente preparado” para dar el paso definitivo.
Entretanto, China intenta que su moneda gane protagonismo a través de acuerdos puntuales con varios centros financieros en el extranjero para emitir bonos en yuanes, permitir el comercio directo entre la moneda china y otras divisas sin tener en cuenta el cambio cruzado con el dólar o autorizando inversiones de compañías extranjeras en las bolsas del gigante asiático. Sídney, Seúl, Bangkok, Doha, Fráncfort, Luxemburgo, París o Londres son algunas de las ciudades que albergan estos centros. Todo para alentar la entrada del dinero extranjero en China en un momento en que el país crece a su tasa más baja en los últimos 24 años, pero siempre mediante cuotas y sin perder el control de los flujos de capitales.
El lanzamiento del Nuevo Banco de Desarrollo o banco de los BRICS, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (AIIB) o el Fondo de la Ruta de la Seda —todos por a iniciativa de China— también deberían acelerar el proceso de liberalización del yuan. “No tiene sentido que la divisa de referencia en estas organizaciones sea el dólar. Son iniciativas que se enmarcan dentro de la estrategia de China de extender su influencia en el exterior y, a su vez, la piedra de toque para comprobar si el yuan puede convertirse en una moneda de referencia mundial”, sostiene Song.
Además de ser unidad de cuenta o instrumento de pago, la influencia de una divisa se mide por su papel como moneda de reserva, y en este sentido el yuan tiene aún mucho camino por recorrer. Un informe de la entidad Standard Chartered apunta que más de 60 bancos centrales tienen parte de sus reservas en yuanes, pero éstas suponen solamente el 1% del total mundial. El empuje definitivo que respaldaría la moneda china en este ámbito sería su inclusión en la cesta que determina el valor de los Derechos Especiales de Giro del FMI —activo de reservas internacional—, algo que reconocería de forma oficial al yuan y dispararía su uso para tal fin.
La cesta, actualmente compuesta por el dólar, el euro, el yen y la libra esterlina, se revisa cada cinco años y este octubre tocará decidir qué divisas se incluyen en el próximo lustro. China, en boca del primer ministro Li Keqiang, ya ha mostrado su esperanza de que el yuan se una a las cuatro existentes y Lagarde respondió que “no es una cuestión de si, sino de cuándo”. En 2010 el organismo rechazó la petición alegando que la moneda china no era “totalmente libre”; ahora sigue sin serlo, pero todo indica que esta vez sí se incluirá a pesar de las reticencias de Estados Unidos.
¿Llegará el yuan a sustituir al dólar estadounidense como la divisa hegemónica? Los analistas dudan del sorpasso y descartan que haya cambios significativos a corto y medio plazo. “Es muy difícil que algo así suceda en los próximos 10 años”, defiende Rui. “La internacionalización del yuan está aún en una etapa muy inicial y su escala no es comparable con la del dólar, lo importante es que la época en que las dos monedas juegan en igualdad de condiciones ha llegado”.
http://economia.elpais.com/economia/2015/04/09/actualidad/1428597859_067416.html
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