viernes, 17 de julio de 2015

Lecciones de Grecia para un mundo endeudado

Manifestantes en Atenas Agence France-Presse/Getty Images


Las cesaciones de pagos de deuda soberana son como las cucarachas: rara vez vienen solos.
La deuda de Grecia es tan alta, su recesión tan profunda y su economía tan poco competitiva, que es fácil restarle importancia a las lecciones que ofrece al resto del mundo.
Pero aunque Grecia es un caso excepcional, el mundo entero está sufriendo de un exceso de endeudamiento. Desde 2007, la deuda pública de las economías avanzadas (incluidos los gobiernos nacionales, estatales y municipales) se ha incrementado 35 puntos porcentuales de la producción económica total, según el Instituto Global McKinsey. En muchos países ha aumentado mucho más: 47 puntos en Italia, 50 en Gran Bretaña, 63 en Japón, 83 en Portugal.
Un país puede liquidar esa deuda pendiente de varias maneras: a través de austeridad, crecimiento económico y la baja real (es decir, ajustada por inflación) de las tasas de interés. Más común de lo que generalmente se admite, sin embargo, es el paso más radical de reestructurar la deuda mediante una reducción de intereses, alargando el plazo de vencimiento o recortando el monto de la deuda.
“¿Será Grecia la última reestructuración de la deuda soberana de este ciclo? No”, dice Susan Lund, de McKinsey. “Mire alrededor del mundo y verá otros países con combinaciones muy tóxicas de alto endeudamiento y bajo crecimiento”.
En “Historia de las crisis financieras”, un libro de 2009, los economistas de la Universidad de Harvard Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff observan que las “cesaciones de pagos de los países tienden a venir en grupos”. En la década de 1930, la Gran Depresión provocó defaults en toda Europa y América Latina. En la de 1980, la caída de los precios de las materias primas provocó una ola de cesación de pagos de economías emergentes que se habían endeudado fuertemente con bancos occidentales.
En esta ocasión, los incumplimientos graves han sido raros: Grecia, Chipre y Argentina (este último vinculado a la reestructuración de su deuda de una década atrás). Es poco probable que esta quietud dure. Ucrania está tratando de reestructurar su deuda con inversionistas privados, al igual que Puerto Rico (que, por cierto, no es un país soberano). En el pasado, políticos de la oposición en Irlanda, España e Italia han presionado para reestructurar algunas de esas deudas nacionales, que según McKinsey se ubicaron el año pasado en 115%, 132% y 139% de su respectivo Producto Interno Bruto.
Pero Rogoff dice que no hay que suponer que se viene una ola de incumplimientos. Temores similares rodearon al default de Argentina en 2001 y resultaron infundados. El tan temido contagio de Grecia no se ha producido. Las economías emergentes que dependen de la exportación de productos básicos afectada por la desaceleración de China han amortiguado el impacto gracias a tasas de cambio flexibles.
Y los países que han se han endeudado en su propia moneda, como EE.UU., Japón y Gran Bretaña, puede que nunca caigan en default, ya que de ser necesario pueden imprimir el dinero.



No obstante, estos países todavía tienen que encontrar alguna otra manera achicar sus deudas.
La forma menos dolorosa para ello es sin duda el crecimiento económico: una economía en expansión reduce automáticamente la relación entre el total de la deuda y el total de la economía, y además genera ingresos tributarios con que reducir el déficit. El crecimiento económico ha sido clave en el pasado para otros procesos de desendeudamiento, desde EE.UU. después de la Segunda Guerra Mundial (cuando su deuda había llegado a 121% del PIB), a Suecia y Canadá en los años 1990 y 2000.
Estos dos últimos países fueron capaces de compensar el dolor de los recortes presupuestarios devaluando sus monedas y exportando. Esto no funcionará si todos los países que tratan de compensar el dolor del desendeudamiento se ponen a exportar al mismo equipo.
En las décadas de 1950 y 1960, el crecimiento “potencial” de la economía estadounidense se vio reforzado por la rápida expansión de la fuerza laboral y la productividad. Hoy, por el contrario, el potencial de crecimiento está declinando en todo el mundo.
Este ha sido un elemento subestimado del problema de la deuda global. Una de las razones por las que el Fondo Monetario Internacional es tan pesimista acerca de la capacidad de Grecia de pagar sus deudas es que, considerando su históricamente débil productividad y el achicamiento de su población en edad laboral, el potencial de crecimiento de su economía es probablemente negativo. Una tóxica combinación similar de contracción del PIB y el déficit presupuestario ha empujado a Puerto Rico al punto de quiebre. La economía de Italia tiene el mismo tamaño que tenía en 2000.
Esta semana, el gobierno de Obama recortó las proyecciones de crecimiento de EE.UU. para este año, y proyectó que la deuda federal, que alguna vez pensó que caería de manera constante, seguirá estancada por encima de 74% del PIB durante el próximo decenio.
La disminución del crecimiento a largo plazo significa que una mayor reducción de la deuda tendrá que venir de la reducción del gasto o del alza de impuestos. Pero un exceso repentino de austeridad puede empeorar las cosas al reducir el PIB y generar un rechazo político que ponga fin al esfuerzo.
Eso deja otra herramienta para reducir los ratios de deuda. Si los bancos centrales pueden mantener los tipos de interés real bajos o incluso negativos, aún las deudas de más de 200% del PIB podrían sostenerse indefinidamente. Esto puede aumentar la inflación, lo cual en realidad sería bienvenido, ya que la inflación es hoy muy baja y su alza, al aumentar el valor en dólares del PIB, reduce el ratio de la deuda.
Por supuesto, los depositantes deben ser persuadidos para que acepten rendimientos miserables. Después de la Segunda Guerra Mundial, los controles de capital y otras formas de “represión financiera” les dejaban pocas alternativas. Hoy en día, dice Reinhart, esto es más probable que ocurra en la forma de regulaciones prudenciales, que exigen a bancos y fondos de pensión tener más deuda pública en sus carteras.
La buena noticia es que hay una manera de salir del aplastante endeudamiento actual sin caer en default: una combinación de crecimiento, austeridad, y (para los depositantes) punitivamente bajas tasas de interés. Y, añade Lund, “40 años” para salir del pozo.

Por    Jueves, 16 de Julio de 2015 0:02 EDT
http://lat.wsj.com/articles/SB11354386136995374337504581110613646357554?tesla=y

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