Cuando nos sentimos mal anímicamente esto afecta nuestra capacidad innata de responder al sufrimiento de otras personas.
En la novela distópica "El cuento de la criada", de la escritora británica Margaret Atwood, las innumerables injusticias cometidas contra el personaje central, Offred, encuentran eco en la mayoría de los lectores.
Cuando la joven es golpeada con una picana de ganado casi podemos sentir su dolor. Y nos repugna la terrible injusticia de su aprisionamiento.
La descripción es tan perturbadora porque sabemos que cada escena en esta obra ficticia fue inspirada en eventos históricos.
"Si tuviera que crear un jardín imaginario desearía que los sapos en él fueran reales", dijo Atwood sobre su obra en el New York Times.
Fácilmente nos ponemos en el lugar de Offred y sentimos empatía hacia ella.
Su sufrimiento toca nuestra capacidad humana de sentir lo que otros sienten.
De hecho, cuando vemos el sufrimiento de otra persona, las áreas de nuestro cerebro que regulan el dolor se activan.
Pero nuestro propio estado emocional afecta nuestra capacidad de empatía.
Nuestras emociones cambian la forma en que nuestro cerebro responde ante otras personas, incluso cuando sufren.
Y especialmente cuando nos sentimos mal anímicamente, este estado emocional afecta cómo nos relacionamos con nuestro entorno.
"Estado contagioso"
El estado de ánimo puede influenciar el comportamiento en muchas formas. Desde nuestras amistades hasta lo que elegimos comer (cuando nos sentimos mal comemos cosas menos saludables).
Cuando nuestros amigos están deprimidos o desanimados, su estado puede ser contagioso y hacernos sentir abatidos.
Los estados de ánimo negativos se pueden propagar incluso a través de las redes sociales, según un estudio publicado en 2017.
Nuestras emociones son tan poderosas que si nos sentimos bien de ánimo experimentamos menos dolor cuando tenemos una herida.
En otras palabras, la positividad tiene un efecto similar a un analgésico.
Estados negativos
En el caso de las emociones negativas el efecto es opuesto: el dolor que experimentamos cuando tenemos una herida aumenta.
Y lo que es peor aún, un estudio reciente publicado en diciembre de 2017 demostró que cuando nos sentimos mal anímicamente esto afecta nuestra capacidad innata de responder ante otra persona que siente dolor.
Nuestra negatividad reduce nuestra empatía.
Emilie Qiao-Tasserit y sus colegas en la Universidad de Ginebra querían comprender la forma en que las emociones afectan las reacciones ante el sufrimiento de otros.
Las emociones negativas pueden suprimir la capacidad de nuestro cerebro de ser sensible al dolor de otros
Para ello los investigadores diseñaron un experimento, en el que hicieron sentir a los participantes cada vez más dolor al aumentar la temperatura de un dispositivo sujetado a sus piernas.
Los científicos escanearon además el cerebro de los participantes mientras veían fragmentos de films positivos y negativos, y cortos de otras personas que experimentaban dolor.
Aquellos que vieron primero films negativos y luego cortos de personas sufriendo, registraron menos actividad en las áreas de la corteza cerebral relacionadas con el dolor: la ínsula anterior y el giro cingulado medio.
Estas áreas suelen activarse cuando vemos a otras personas con dolor o experimentamos dolor nosotros mismos.
"En otras palabras, las emociones negativas pueden suprimir la capacidad de nuestro cerebro de ser sensible al dolor de otros", señaló Qiao-Tasserit.
Esta investigación es reveladora. Demuestra que las emociones pueden literalmente cambiar el estado de nuestro cerebro. Y que al hacerlo nuestros propios sentimientos modifican cómo percibimos los de otras personas.
Implicaciones reales
Otro estudio realizado también por Qiao-Tasserit encontró que luego de mirar un film negativo, las personas tienden a juzgar el rostro neutral de otra persona en forma más negativa.
Estos resultados tienen implicaciones reales y globales.
Si una persona con poder, por ejemplo un jefe o jefa, ha sido expuesto a algo negativo, incluso algo tan simple como una película, podría ser menos sensible a un colega que sufre o incluso verlo en forma negativa. Nuestros malos estados de ánimo nos hacen menos receptivos a los sentimientos de otras personas.
La falta de empatía también tiene otras consecuencias.
La reducción de empatía resulta en menos donaciones a organizaciones de caridad, según algunos estudios. Y pruebas con escáneres cerebrales revelaron que las emociones negativas también disminuyen la empatía hacia aquellos que no son parte de nuestro círculo social más cercano.
"Sentirse superado"
¿Pero a qué se debe que las emociones negativas reduzcan la empatía?
La clave podría estar en un tipo específico de empatía, llamada "angustia empática".
Podemos ser entrenados en sentimientos compasivos y empáticos
La investigadora Olga Klimecki, también de la Universidad de Ginebra, señaló que la angustia empática es "el sentimiento de sentirse superado" cuando algo mal le ocurre a otra persona, lo que a su vez nos lleva a protegernos de emociones negativas.
Este tipo de empatía corresponde incluso a una actividad cerebral diferente a la de la empatía común.
También es posible que cualquier situación que despierte emociones negativas lleve a que nos centremos más en nuestros propios problemas.
"Las personas con ansiedad o depresión que experimentan un exceso de emociones negativas tienen una tendencia mayor a enfocarse en sus problemas y a sentirse aisladas", afirmó Qiao-Tasserit.
Un estudio de Klimecki y sus colegas de 2016 constató incluso que la angustia empática aumenta la agresividad.
Cultivar la compasión
Klimecki destaca un elemento clave. En su extenso trabajo sobre empatía, la científica ha demostrado que es posible cultivar un comportamiento compasivo.
Podemos entonces ser entrenados en sentimientos compasivos y empáticos, según Klimecki. Nuestras respuestas emocionales hacia otros no son fijas.
Es posible volver a despertar nuestra empatía interior, incluso ante el sufrimiento de otras personas.
Y si nos entrenamos a pensar en forma más positiva, prestaremos más atención a las necesidades de los demás.
"Esto puede contribuir a mejorar la calidad de nuestras relaciones, un factor clave de la felicidad", aseguró Qiao-Tasserit.
Así que tal vez sea una buena idea que regules mejor el tiempo que dedicas a leer novelas distópicas o a ver películas de terror.
Y la próxima vez que estés de mal humor, piensa en el efecto que esto puede tener en las personas que te rodean.
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