Tanto Trump, como Chávez y Duterte han sido definidos como populistas.
¿Qué tienen en común Donald Trump, Hugo Chávez y Rodrigo Duterte?
A pesar de sus diferencias, todos estos líderes han sido calificados de populistas.
Y el populismo ciertamente está en ascenso, especialmente entre la derecha europea y en Estados Unidos.
En ese último país ayudó a la coronación de Trump. Mientras que los buenos resultados en Italia del populista Movimiento Cinco Estrellas y la antiinmigrante Liga —los más votados en las últimas elecciones—, son solo los últimos de varios resultados similares en Europa.
Aunque no hay que confundir el ser popular con el ser populista.
¿Qué significa realmente este término sin el que no parece ser posible describir la política contemporánea?
El verdadero pueblo
En ciencias políticas, populismo es la idea de que la sociedad está separada en dos grupos enfrentados entre sí: "el verdadero pueblo" y "la élite corrupta", explica Cas Mudde, autor de "Populismo: una muy breve introducción".
Pero el término es a menudo empleado como un insulto político, y en Reino Unido el líder laborista, Jeremy Corbyn, ha sido acusado de populista por causa del lema de su partido "para la mayoría, no unos pocos". Aunque eso no es precisamente correcto.
Efectivamente, según Benjamin Moffitt, autor de "El auge global del populismo", la palabra "es por lo general mal utilizada, especialmente en el contexto europeo".
El verdadero líder populista, explica, asegura representar la unificada "voluntad del pueblo".
Y se presenta como oposición a un enemigo —a menudo representado por el actual sistema— con el propósito de "drenar el pantano" o lidiar con "la élite liberal".
"En el contexto europeo generalmente se ubica a la derecha... pero eso no está escrito en piedra", dice también Moffitt.
El auge de la derecha
Efectivamente, los partidos populistas pueden ubicarse en cualquier lado del espectro político.
En América Latina un ejemplo es el ya fallecido presidente de Venezuela, Hugo Chávez, mientras que España tiene a Podemos y la etiqueta también le ha sido aplicada a Syriza en Grecia. Todos, partidos de izquierda.
Pero "la mayoría de los populistas exitosos de la actualidad están en la derecha, particularmente en la derecha radical", destaca Mudde.
Según el catedrático, políticos "como Marine Le Pen en Francia, Viktor Orbán en Hungría y Donald Trump en EE.UU. combinan populismo con nativismo (antiinmigrante) y autoritarismo".
Y aunque durante los últimos años los comentaristas han estado advirtiendo sobre el auge del populismo de derecha, en realidad el fenómeno no es nada nuevo.
"Los expertos en ciencias políticas han estado siguiéndolo por los últimos 25-30 años", dice Moffitt, quien sin embargo admite que "se ha producido una aceleración".
Para los expertos, cambios sociales como la globalización y el multiculturalismo, así como crisis específicas, están detrás del auge de partidos populistas en Europa.
Martin Bull, director del Consorcio Europeo de Investigación Política (ECPR, por sus siglas en inglés), dice que el surgimiento de los partidos populistas europeos puede rastrearse a inicios del milenio, pero que durante varios años estos se mantuvieron pequeños.
Su crecimiento en término de simpatizantes pareció empezar a producirse "a partir de 2008 y particularmente en 2011, cuando la crisis bancaria se convirtió en una crisis de deuda soberana", afirma.
Fue una rara ocasión en la que una élite —los banqueros— pudo ser identificada como más o menos directamente responsable por una crisis que afectó a la mayoría de la sociedad.
"Yo soy el pueblo"
En su libro "El auge global del populismo", Moffitt argumenta que hay otros rasgos asociados al típico líder populista.
Uno son "los malos modales": el comportarse de una forma que no es típica de los políticos, una táctica empleada tanto por Trump como por el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte.
Otro es "perpetuar un estado de crisis" y dar la impresión de estar siempre a la ofensiva.
"Un líder populista que llega al poder está 'obligado' a estar permanentemente en campaña para convencer a los suyos de que no es y nuca será el establishment", dice Nadia Urbinati, profesora de la Universidad de Columbia, en Nueva York.
Según Urbinati, el contenido populista está "hecho de negativos", ya sea que se trate de antipolítica, antintelectualismo o antielitismo. Y esa es una de las grandes fortalezas del populismo: su versatilidad.
Es "extraordinariamente poderoso porque se puede adaptar a todas las situaciones", explica la docente.
Otro hilo común entre los líderes populistas es que por lo general no les gustan los "complicados sistemas democráticos" del gobierno moderno, prefiriendo la democracia directa como referendos, apunta Bull.
Eso también explica sus vínculos con el autoritarismo, sostiene, pues la falta de confianza en los sistemas establecidos permite el surgimiento de "hombres fuertes" como líderes.
"El líder eventualmente toma decisiones en una forma que no es posible en las democracias tradicionales", explica Bull.
Un sentimiento tal vez mejor personificado por el fallecido Hugo Chávez, quien una vez dijo: "Yo exijo lealtad absoluta, porque yo no soy yo, no soy un individuo, yo soy un pueblo".
Riesgos y sospechas
Para Moffitt, esa forma de pensar "puede llevar a creerse infalibles" y "reconfigurar el espacio político en una forma nueva y aterradora".
Después de todo, si uno no está con "el pueblo", entonces debe estar en su contra.
Es por eso que los líderes populistas a menudo son vistos con sospecha. Y la razón por la que el término acostumbra ser empleado como un insulto que describe a los políticos que prometen demasiado.
Es lo que Bull dice que se conoce como "oferta irresponsable".
"Para conseguir apoyo, son más rápidos y generosos con sus ofertas que los partidos tradicionales y a menudo prometen cosas que pueden no ser factibles", explica.
"Y uno se debe preguntar qué tan bueno es eso para la democracia", concluye.
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