El cerebro se sincroniza con el entorno mientras dormimos (MilanMarkovic / Getty Images/iStockphoto)
- Mientras se duerme el cerebro sigue activo y aunque sigue trabajando, también sabe cuándo ya es hora de dejar de dormir y comenzar el día
¿Sirve de algo poner la alarma al móvil para despertarnos? Mucha gente asegurará que sin el insoportable pitido (o la melodía del móvil) jamás llegaría a tiempo al trabajo o no podría llevar a sus hijos al colegio en horario. Pero hay muchas personas que, por más que activen la alarma, se despiertan poco antes de la hora señalada. O que abren los ojos automáticamente al primer sonido. ¿Cómo sabe el cerebro que ya es hora de levantarnos?
La clave está en un complejo mecanismo llamado sistema circadiano, que cuenta con una especie de marcapasoslocalizado en el núcleo supraquiasmático, que se encuentra en el hipotálamo, ubicado en la zona central de la base del cerebro.
Este mecanismo integra las señales externas, como la luz o la temperatura, y permite que el cerebro se sincronice con el entorno. Desde el núcleo y gracias -entre otros,- al trabajo de una hormona llamada melatonina (producida en la glándula pineal) todos los órganos del cuerpo están en sintonía.
Por ello, cuando llega la noche, la melatonina se eleva y se produce un aumento del sueño, mientras que una hormona activadora, llamada cortisol, disminuye su acción. “A medida que avanza la noche, se produce el proceso inverso: los niveles de melatonina se reducen y se elevan los del cortisol, con lo que se facilita el despertar”, explica el doctor José Manuel Sánchez Villalobos, del Instituto de Investigaciones del Sueño, de Madrid.
Para despertar en ocasiones se necesita algún cambio de los estímulos, como el cambio de temperatura, luz o algún sonido. Pero en otras ocasiones, el cerebro se despierta porque simplemente el núcleo supraquiasmático decide que ya se han cumplido las funciones del sueño.
Para qué sirve dormir
Es que la actividad de dormir y soñar tiene varias funciones. Una es recopilar la información acumulada en el día, clasificarla y ordenarla, tal como un empleado que organiza unos archivos para que al otro día puedan ser consultados. Por ello que si se duerme poco, uno está olvidadizo, distraído, y la falta constante de un descanso adecuado puede derivar en problemas de aprendizaje, sobre todo en niños.
“El sueño también tiene un papel metabólico importante, así como de regeneración del sistema inmunológico y hormonal”, indica Álex Iranzo, neurólogo y miembro de la Unidad Multidisciplinar del Sueño, del Hospital Clínic de Barcelona.
Mientras se duerme hay una mayor secreción de la hormona del crecimiento, precisa Iranzo, una de las razones por la que los bebés y niños pequeños duermen tantas horas. Otra función es ‘limpiar’ el cerebro. Por ejemplo, mientras se duerme, el cerebro se encarga de eliminar una proteína que, en exceso, se relaciona con la formación de placas de Alzheimer, descubrió un estudio de la Universidad de Rochester.
Trajes (o pijamas) a medida
Hay personas que tienen suficiente con dormir seis horas, y otras son dormilones empedernidos que con diez horas apenas se dan por satisfechos. Además las horas de sueño varían con la edad: de las 15 horas que duerme un bebé de cinco meses a las cinco horas que son suficientes para una persona mayor de 70 años, un promedio aceptable es sumergirse en el sueño ocho horas.
El cerebro se puede acostumbrar a un ‘traje a medida’ para dormir y, según las rutinas, se pueden regular los horarios de sueño. “El horario de trabajo, la realización de ejercicio físico (como salir a correr al final de la tarde o en la noche próximos a la hora de irse a dormir) y el consumo de sustancias como la cafeína o la nicotina retrasan el inicio del sueño”, dice Sánchez Villalobos.
Sin embargo, no conviene forzar al cerebro a descansar menos de ocho horas. El déficit de sueño se relaciona con la pérdida de memoria y el deterioro cognitivo, entre otros problemas.
Las fases del sueño
Desde que se comienza a dormir se suceden dos fases: la REM (por Rapid Eye Movement, o sea movimiento rápido de los ojos), que representa el 20% a 25% del tiempo de sueño, y la fase no REM, que ocupa el 80% restante.
En la primera el tono muscular se reduce, la presión sanguínea y la frecuencia cardíaca registran una mayor variabilidad, y los ojos se mueven rápidamente, debido alos sueños que, probablemente, se recordarán por la mañana –sobre todo los de la última fase REM-.
En la otra etapa la actividad cerebral es más lenta, y es cuando este termina de reorganizar los recuerdos. En las fases más livianas del sueño el cerebro reacciona ante cambios de luz o la aparición de sonidos, o con necesidades fisiológicas como la sed o las ganas de ir al lavabo.
Sueños livianos
Por ello cuando se viaja en autobús o el tren, y se echa una cabezadita, uno se despierta justo cuando falta poco para la parada. No es que el cerebro sepa exactamente cuando bajarse, sino que “ese es un sueño superficial, y que está expuesto a cualquier estímulo para ser despertado. En un viaje de 15 o 30 minutos, el sueño más liviano permite estar alerta”, describe Iranzo.
Este sueño también es lo que hace creer a muchas personas que han pasado la noche en vela, y en realidad han estado en un estado de sueño ligero. “Creen que durmieron dos horas y en realidad fueron seis. Es una falsa percepción que se tiene, y surge cuando se analiza un registro encefalográfico”, describe este neurólogo.
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