Cada vez son más los que bloquean usuarios ante polémicas y desacuerdos en Twitter (kbeis / Getty)
Hoy se sabe más de una persona por los usuarios que veta que por los que sigue
Las redes sociales no dejan de ser una ventana indiscreta a la que muchos usuarios se asoman para saber qué dicen o hacen otras personas. Y durante mucho tiempo un alto porcentaje de usuarios –esos que raras veces pasan de ser meros espectadores y rehúyen entrar en polémicas– han dejado abierta esa ventana aunque lo leído o visto les incomodara o, en muchos casos, les generara malestar y enfado al no compartir esos contenidos y mensajes.
Seguían ahí, asomados a ese universo virtual, con la sensación de que si cerraban esa ventana podían perderse algo. Y también ha perdurado durante mucho tiempo la percepción de que dejar de mirar y escuchar a usuarios que piensan diferente era una actuación propia de esas personas poco abiertas de miras, que no admiten críticas.
Cada día son más las personas que silencian a usuarios que ofenden o insultan sin tener ningún remordimiento
Todo eso es ya historia. Hoy cada día son más los usuarios que practican en esas redes sociales lo que podría denominarse como el placer de bloquear. Dejar de seguir a un usuario en una de esas plataformas o silenciarlo “ya no es percibido en estos momentos como un acto propio de mentes estrechas, incapaces de generar un diálogo constructivo en busca de un consenso enriquecedor”, afirma Ferran Lalueza, profesor de Comunicación y Social Media en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
“Vivimos en una sociedad que ha convertido el bienestar en una mercancía, por lo que resulta lógico que busquemos en nuestro comportamiento (dentro y fuera de las redes sociales) la maximización del placer”, indica Luis García Tojar, profesor de Sociología y Comunicación Política en la Universidad Complutense de Madrid.
Las plataformas son conscientes de que una experiencia grata en ese canal hace subir el número de clientes
“Las redes sociales se han ido adaptando a nuestros contextos de uso, las hemos domesticado y redefinido en función de nuestros gustos. Así que ahora estamos acostumbrados a abrir y cerrar conexiones con naturalidad. O lo que es lo mismo, hemos aprendido a seleccionar. Nos desprendemos de lo que nos ofende o molesta. ¿Si algo no nos satisface, por qué mantenerlo?, se pregunta Francesc Núñez, director del máster de Humanidades, Literatura, Arte y Cultura Contemporáneas de la UOC.
El hecho de que cada día haya más usuarios que bloquean o silencian en ese universo virtual también se explicaría, apunta Ferran Lalueza, por el hecho de que “la llamada burbuja de filtros que tendría que hacer este trabajo de forma automática no es tan eficaz como se creía”. O dicho de otro modo: los algoritmos empleados por las redes sociales se han demostrado incapaces “para aislarnos completamente de las opiniones y puntos de vista que nos incomodan”. Bloquear a otros usuarios empieza a ser entendido “como la forma más eficaz de limitar manualmente aquellos contenidos que no son vetados, por algoritmos, de forma automatizada”, opina este profesor de comunicación de la Universitat Oberta de Catalunya.
En estos momentos cerrar parte de esa ventana virtual o mirar sólo hacia el horizonte que más gusta “empieza a ser percibido como una forma de expresión. Igual que yo me defino por las personas y organizaciones a las que sigo, también me defino por los usuarios que tengo bloqueados”, añade Lalueza. Un lema que tiene muchos números de triunfar entre los usuarios de estas redes es el de “dime a quién bloqueas y te diré cómo eres”. Así que hoy se puede saber más de alguien por las personas a las que bloquea que por la lista de las que sigue.
“Bloquear en las redes es considerado ya como una expresión de un supuesto derecho a disfrutar de nuestro tiempo en internet y como resulta tan fácil hacerlo, moralmente se considera como algo inocuo”, considera Luis García Tojar. Está demostrado que cuando los algoritmos de esas plataformas funcionan y se preocupan de enviar mensajes afines a las ideas de cada usuario, “la persona que recibe esos contenidos se siente más lista e importante, al tener la sensación de que la humanidad comparte sus opiniones”, añade García Tojar. Todo eso “refuerza el ego y por eso nos sentimos ahora tan bien al hacer manualmente el trabajo que no hacen los algoritmos”, continúa este sociólogo de la Universidad Complutense de Madrid.
Francesc Núñez opina que esta tendencia creciente al bloqueo es como una “tinderización” de las redes sociales. “Me gustas, me desplazo a la derecha. No me gustas, me desplazo a la izquierda”.
Las redes siempre han tenido patíbulos virtuales que dictan y ejecutan sentencias sin escuchar la voz del condenado. Pero ahora todo parece más organizado con auténticas legiones de “jueces” (usuarios que actúan amparados por el anonimato) que dictan su veredicto y convierten en virales esas sentencias sin ni tan siquiera preocuparse en conocer el asunto. Simplemente siguen la cuerda del usuario que ha abierto la veda contra una persona o causa concreta.
Defenderse resulta imposible. Así que cada día son más los usuarios que bloquean de una sola tacada a esos “ejércitos” que raras veces dan la cara, se presentan con nombres impronunciables y sólo buscan insultar o generar polémica. Esto suele hacerse, indica García Tojar, “con aquellas voces que gritan mucho o que insultan y defienden posturas absolutamente opuestas a las nuestras. Para esas voces disonantes el bloqueo, en estos momentos, se consigue con un simple clic”.
Las mismas empresas propietarias de esas redes han sido las primeras en advertir que el usuario busca hoy, como nunca, el bienestar en esas plataformas. Así que se han preocupado de hacer pedagogía entre sus clientes con la opción del bloqueo, al mismo tiempo que se han puesto las cosas mucho más fáciles para que esos vetos sean efectivos. “Es algo que a esas empresas les resulta muy conveniente, en estos momentos, ya que al mismo tiempo que se dota de más autonomía al usuario con detallados consejos para el bloqueo, se libera a los responsables de esas redes de gestionar muchos conflictos”, añade Lalueza. Y todo esto ocurre cuando el tono de los insultos y discusiones en esas redes aumenta día a día sin que parezca encontrar techo.
Estas empresas son muy conscientes en la actualidad de que “su Santo Grial está en generar experiencias placenteras a sus clientes para que permanezcan el máximo de tiempo en sus plataformas”. Y alcanzar ese objetivo, con tanta legión de usuarios preparados para el insulto y el conflicto, sólo parece hoy posible con bloqueos masivos para ignorar esas voces, por no decir insultos, y mensajes fuera de tono. Es una arma que se ha dejado en manos de los clientes de esas redes tras quedar constatado que los gestores de esos canales “no tienen la capacidad de detectar y combatir a esos usuarios indeseables con la agilidad suficiente”, insiste Lalueza.
“Pese a que las redes sociales se nos vendieron como instrumentos al servicio de un mundo más abierto, dialogante y tolerante, esas plataformas no son inmunes al rechazo instintivo (cada vez más intenso y molesto) que nos inspiran las posiciones contrarias a nuestros planteamientos”, continúa este profesor de la UOC. En la actualidad, con un usuario cada vez más familiarizado en el funcionamiento de esas redes sociales, se vuelve a buscar como nunca en ese mundo “el refuerzo, apoyo o aprobación de los demás y se rehúye de aquello que desafía nuestras certezas”, concluye Ferran Lalueza.
Y todo sin aquella inicial sensación de que si bloqueamos igual nos perdemos alguna cosa. Ahora ya no preocupa tanto estar al corriente de lo que se cuece en esas plataformas. El usuario que rehúye la polémica empieza a saborear el placer de moverse por unas redes con mensajes coherentes, educados y que se ajustan a sus ideas y gustos. Así que la curiosidad empieza a ocupar ya un segundo plano.
https://www.lavanguardia.com/tecnologia/20190228/46749215513/twitter-bloqueo-usuarios-redes-sociales-polemicas.html
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