El año 2020 ha dejado una huella en la escena internacional que perdurará en el tiempo.
La pandemia del coronavirus no solo causó una crisis económica a gran escala, sino que además acentuó algunas rivalidades subyacentes, como el pulso por influencia sobre la OMS entre EE.UU. y China.
Además, arrojó sombras sobre mecanismos de cooperación establecidos como el acuerdo de libre circulación europeo Schengen, donde en un gesto inédito más de una decena de sus miembros restablecieron de forma unilateral los controles fronterizos con sus vecinos.
Y más allá del coronavirus, 2020 también fue testigo de la reactivación de conflictos antiguos como el de Nagorno-Karabaj y del primer choque armado mortal en 45 años en la frontera entre China e India.
Pero no todo han sido confrontaciones. Este año que culmina también han ocurrido algunos eventos inéditos de cooperación entre estados que podrían dejar una marca igualmente duradera.
BBC Mundo te cuenta sobre cinco de de estos hitos geopolíticos.
1. Un acuerdo entre EE.UU. y el Talibán
El 29 de febrero de 2020, la Casa Blanca y los jefes talibanes firmaron un acuerdo que establecía un plan para la retirada de tropas estadounidenses y sentaba las bases para la negociación de la paz en el país.
"Estamos trabajando para finalmente acabar con la guerra más larga de Estados Unidos y traer a nuestras tropas a casa", dijo entonces el presidente Donald Trump.
La firma llegaba más de 18 años después de la invasión de Afganistán para capturar a Osama bin Laden y de derribar -precisamente- al gobierno Talibán que le daba cobijo.
Poner fin a la presencia de Estados Unidos en Afganistán fue una de las promesas electorales de Trump en 2016 y una medida vista con buenos ojos por la mayoría de la opinión pública estadounidense, según reveló una encuesta divulgada en septiembre por la Eurasia Group Foundation.
El conflicto ha tenido muy elevados costos. Se estima que más de 157.000 personas han muerto, incluyendo 43.000 civiles, y que más de 2,5 millones de afganos ahora viven como refugiados.
También ha sido costoso para Estados Unidos y sus aliados. Más de 2.400 soldados estadounidenses han muerto en suelo afgano -al igual que más de 1.100 militares de países de la OTAN-; mientras que en términos económicos se calcula que Washington se ha gastado US$2 billones.
"Este convenio es potencialmente importante porque muestra que Estados Unidos y el Talibán luego de más de una década de conversaciones intermitentes -mayormente sostenidas en secreto- fueron capaces de llegar a un acuerdo preliminar que dibuja la próxima etapa en el proceso de paz afgano", dice a BBC Mundo Jason Campbell, quien fue director para Afganistán en el Pentágono entre 2016 y 2018, y en la actualidad es analista de la Rand Corporation, un centro de estudios con sede en Washington DC dedicado a temas de seguridad y defensa.
Además de la retirada de tropas estadounidenses, el acuerdo contempla el establecimiento de negociaciones entre el Talibán y el gobierno afgano, así como un compromiso de reducción temporal de la violencia que debe ser seguido de un cese el fuego duradero en el marco de las negociaciones intraafganas.
Además, el Talibán se compromete a no permitir que sus miembros ni ninguna organización calificada de terrorista utilice el territorio afgano para amenazar la seguridad de Estados Unidos o de sus aliados.
Campbell forma parte de un numeroso grupo de voces con actitud crítica ante este acuerdo por considerar que Estados Unidos hizo muchas concesiones, sin obtener un compromiso similar por parte del Talibán.
"La única parte que asume medidas concretas como retirar cierto número de soldados en determinadas fechas es Estados Unidos, mientras que el Talibán hace algunos señalamientos genéricos sobre disminución de la violencia", señala.
Estas cesiones de Washington, de hecho, fueron según su entender elementos fundamentales para que el acuerdo viera la luz.
"Lo que hizo posible esto fue la voluntad de Estados Unidos de comprometerse a una reducción de fuerzas muy definida sin exigir al Talibán que hiciera compromisos igual de firmes. De hecho, hubo algunos elementos que eran considerados como líneas rojas entre 2016 y 2018, y que ahora fueron cruzados", indica Campbell.
Según el analista, los talibanes fueron capaces de leer correctamente las señales que enviaba el presidente Trump sobre su deseo de retirarse de Afganistán y aprovecharon la oportunidad que se les presentaba.
Campbell tiene fuertes dudas sobre el éxito futuro de este trato, aunque admite que en la actualidad el Talibán es mucho más pragmático que en el pasado y que tiene interés en mantener en el futuro buenas relaciones con Estados Unidos y con Occidente sobre todo por temas de comercio y cooperación al desarrollo.
"Ellos no quieren volver a ser un estado paria, como eran en la década de 1990", asegura.
Así, pese a que considera que las probabilidades de éxito futuro del acuerdo son 50-50, no descarta la posibilidad de que este acuerdo termine siendo visto como el momento en el que EE.UU. ayudó a alimentar un proceso de paz legítimo en Afganistán.
2. Israel normaliza relaciones con Emiratos Árabes Unidos y Bahréin
Entre agosto y septiembre de 2020, se anunció la firma de acuerdos de normalización de relaciones de Israel con Emiratos Árabes Unidos y Bahréin.
Se trató de los dos primeros estados del Golfo con los que el estado judío establece relaciones diplomáticas y de la primera vez en más de un cuarto de siglo que lo hace con un país árabe.
En sus síete décadas de existencia, Israel solamente había establecido relaciones con dos países árabes: Egipto (1979) y Jordania (1994).
"Estos acuerdos son importantes porque están rediseñando el papel de Israel en Medio Oriente luego de décadas de hostilidad y aislamiento, y lo está colocando en una posición más segura que en cualquier otro momento de su historia", dice a BBC Mundo Ryan Bohl, analista para Medio Oriente y el Norte de África de Stratfor, una consultora de inteligencia geopolítica con sede en Austin (Texas).
El acercamiento entre Israel y los dos estados del Golfo fue abiertamente auspiciado por el gobierno de Trump. Sin embargo, hubo otros factores de gran peso que lo hicieron posible.
"El miedo compartido ante Irán fue uno de los principales motores de estos acuerdos. Ellos están formando una alianza informal de países árabes con Israel, formando un bloque coherente contra Irán que -en caso de que Estados Unidos prosiga en su retirada de la región y su giro hacia Asia- tiene unas buenas posibilidades de cubrir el rol estadounidense en Medio Oriente", apunta.
Otro de los grandes elementos que favoreció estos acercamientos fue -según Bohl- el cambio de posición de los estados del Golfo sobre el conflicto con los palestinos.
"Ya no lo ven como un tema central en la dinámica regional. Descendió en la lista de prioridades. Tanto Bahréin como los EAU y otros países como Arabia Saudita están decepcionados con el liderazgo palestino, al que perciben como corrupto y como desleal hacia sus patrocinadores en Riad y Abu Dhabi, así que ellos han cambiado de posición sobre la idea de que los palestinos tengan un estado y eso ha eliminado un enorme obstáculo en las relaciones entre los estados del Golfo e Israel", afirma.
El experto considera que estos nuevos acuerdos redibujan la forma como evoluciona el largo conflicto israelí-palestino y significan un claro revés para los palestinos que quedan ahora en una situación más precaria.
Las oportunidades de complementariedad y desarrollo económico entre los firmantes también habrían contribuido a este paso histórico.
"Hay un deseo de diversificación económica tanto en Israel como en los estados del Golfo. Ambas partes tienen elementos que necesita el otro. Israel tiene avances en tecnología, educación y defensa, mientras que Bahréin y los EAU tienen energía, capital y poblaciones jóvenes deseosas de sacar partido de esas innovaciones de Israel", concluye.
A finales de octubre, Trump anunció que Sudán también normalizaría sus relaciones diplomáticas con Israel, convirtiéndose así en el tercer país árabe en dar ese paso en 2020.
3. La Unión Europea rompe tabúes
La pandemia del coronavirus ha sido una dura prueba para el proceso de integración europea. Pero podría convertirse también en un escalón que ayude a su consolidación.
En julio de 2020, luego de una cumbre maratónica que se extendió durante casi cuatro días, los líderes del Consejo Europeo dieron luz verde a la creación de un fondo por unos US$860.000 millones para ayudar a los estados miembros de la Unión Europea a recuperar sus economías vapuleadas por las consecuencias de la pandemia.
De estos recursos, US$445.000 millones corresponderán a subvenciones y US$410.000 millones serán para préstamos a bajo interés.
"Esto es un hecho histórico porque se rompen dos tabúes: el primero de ellos tiene que ver con que es la primera vez que habrá un programa que permitirá que la Unión Europea se endeude conjuntamente. Y, además, en una cantidad suficientemente importante como para convertir este programa de deuda común en uno de los principales actores en el mercado de la deuda", dice Oriol Costa, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Barcelona.
"El segundo tabú es que el fondo es la creación de un mecanismo de transferencias internas. Lo que quiere decir que no todos los países van a recibir de ese fondo lo mismo que van a contribuir", agrega.
Costa explica que históricamente estos tabúes eran sostenidos por los países de la UE con economías excedentarias y que, por tanto, se ven a sí mismos más como contribuyentes netos que como receptores de este tipo de fondos.
Una parte sustancial de los recursos del fondo de recuperación postcovid 19 están destinados a invertirse siguiendo los lineamientos de esta estrategia de crecimiento económico.
"La idea de que la Unión Europea debe jugar un papel más activo y crear estrategias de crecimiento encaja también con esta orientación un poco más federalizante del fondo de recuperación", asegura.
Así, la materialización de este fondo de recuperación tendría la virtud de favorecer una mayor integración europea no solamente a partir de condiciones adversas (la crisis económica por la pandemia y la competencia estratégica entre China y Estados Unidos) sino también de la visión que en la propia UE se venía gestando de una futura economía verde para todo el bloque.
4. RCEP, el mayor tratado de libre comercio del mundo
A mediados de noviembre, 15 países de la región de Asia Pacífico firmaron el mayor tratado de libre comercio del mundo, la Alianza Integradora Económica Regional, conocida como RCEP (siglas en inglés de Regional Comprehensive Economic Partnership).
Suscrito por los diez estados miembros de la Asociación de Países del Sudeste Asiático junto a China, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda, este pacto abarca a naciones que contienen casi un tercio de la población mundial y que representan 29% del producto interno bruto global.
Tomando en cuenta esos elementos, el RCEP tiene un alcance mayor que la Unión Europea y que el Tratado México Estados Unidos Canadá (T-MEC).
El nuevo pacto comercial prevé la eliminación de aranceles a las importaciones entre sus miembros durante las próximas dos décadas.
Además, contiene disposiciones relacionadas con temas como propiedad intelectual, telecomunicaciones, servicios financieros, comercio electrónico y servicios profesionales.
La iniciativa del RCEP fue inicialmente impulsada por China en 2012 pero no fue sino durante los últimos tres años cuando realmente tomó impulso y pudo hacerlo gracias, paradójicamente, a la ayuda indirecta del presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
En 2017, Trump retiró a su país del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (Trans-Pacific Partnership o TPP), que había sido promovido por su antecesor, Barack Obama, y que incluía entre sus miembros a México, Chile y Perú, pero no a China, cuya influencia en la región intentaba contrarrestar.
Tras la retirada ordenada por Trump, el resto de países del TPP firmaron otro acuerdo conocido como CPTPP pero que, al no incluir a Estados Unidos, ya no resultaba lo suficientemente atractivo como para evitar que algunos de sus miembros decidieran integrarse en el RCEP.
Al ser el principal destino de las exportaciones de la mayoría de los miembros de este nuevo acuerdo, así como una fuente clave de sus importaciones, China se posiciona como uno de los mayores beneficiarios del RCEP.
Este acuerdo ha sido criticado por carecer de disposiciones sobre temas como medio ambiente o protección de los trabajadores, elementos que cada vez más son incorporados por este tipo de convenios.
De hecho, el ex primer ministro de Australia Malcolm Turnbull lo consideró como anticuado y "poco ambicioso".
Pese a ello, en términos del pulso geopolítico entre China y EE.UU., la situación actual parece clara: mientras Pekín tiene en pie su RCEP, Washington ya no dispone del TPP.
5. Brexit
El 31 de enero de 2020 debe pasar a la historia como el día de la salida formal de Reino Unido de la Unión Europea (UE).
De esta forma, el gobierno británico cumplía el mandato recibido en el referéndum del 23 de junio de 2016, cuando una ajustada mayoría respaldó la salida de la UE, conocida popularmente como Brexit.
En la práctica, sin embargo, pocas cosas cambiaron ese 31 de enero pues la UE y Reino Unido acordaron darse un plazo de 11 meses de transición para negociar cómo serán sus relaciones en el futuro.
El Brexit ponía fin a una larga relación tejida desde 1973, cuando los británicos se unieron a la entonces Comunidad Económica Europea, que cada vez se hizo más intensa y compleja en la medida en la cual el proceso de integración europea fue incorporando nuevos ámbitos que iban más allá de la creación del mercado único con sus "cuatro libertades" para el movimiento de bienes, servicios, personas y capital.
Esta creciente integración no era del todo bien percibida por una parte de los ciudadanos británicos, que resentían el incremento de normas originadas en las instituciones de la UE por considerarlo como una pérdida de soberanía.
Pero las negociaciones del acuerdo sobre las relaciones post-Brexit tropezaron con algunos escollos significativos.
Uno de los temas principales era cómo gestionar la frontera entre la República de Irlanda (miembro de la UE) y el territorio británico de Irlanda del Norte.
Cuando Reino Unido era miembro de la UE esta frontera era virtualmente inexistente (lo que favorecía las relaciones intrairlandesas) y ambas partes querían que esa situación se mantuviera tras el Brexit pero no daban con la fórmula para conseguirlo sin poner en riesgo sus respectivos mercados.
Otro tema en disputa se relacionaba con el acceso a aguas británicas de las flotas de pesca procedentes de la UE.
Aunque se trata de un elemento muy pequeño en el marco de las relaciones económicas entre las partes, fue una de las banderas de los partidarios del Brexit en 2016 y es importante para algunos países de la UE, cuyos barcos extraen cada año pesca valorada en US$800 millones.
Otras dificultades se derivaban de que a la UE quería asegurarse de que Reino Unido mantuviera un marco regulatorio similar en temas como derechos laborales, protección ambiental y ayudas gubernamentales a las empresas.
Esta preocupación obedecía al hecho de que temían que si Reino Unido aplicaba una desregulación generalizada podía hacer que sus compañías fueran más competitivas que las de la UE, otorgándoles una ventaja injusta. Desde Londres, sin embargo, se destacaba que la propia justificación del Brexit residía en recuperar la libertad regular a su antojo las normas sobre su economía.
Desde el punto de vista comercial, lograr un acuerdo era muy importante para ambas partes. Baste recordar que, la UE representa 43% de las exportaciones británicas y 51% de sus importaciones.
Otros elementos en juego, tenían que ver con la cooperación en temas policiales y de seguridad pues mientras Reino Unido quería poder seguir accediendo a las bases de datos europeas, desde la UE se le advertía que su acceso está restringido a los miembros del bloque.
Todas estas dificultades son las que explican por qué el primer ministro británico, Boris Johnson, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, no lograron cerrar un acuerdo el pasado 13 de diciembre en lo que se esperaba podía ser un encuentro definitorio.
Pero en lugar de anunciar acuerdo, decidieron extender las negociaciones para ver si era posible conseguirlo "incluso en esta etapa tardía".
Estaban conscientes de que su fecha límite era el 31 de diciembre y de que, a partir de entonces, con o sin acuerdo el Brexit es una realidad.
- Ángel Bermúdez (@angelbermudez)
- BBC News Mundo