Líderes de 15 naciones de Asia-Pacíficio firman el pacto RCEP. (EFE)
Cuatro expertos diseccionan para El Confidencial las claves e implicaciones de la mayor alianza de libre comercia en el continente asiático y el pulso de poder entre China y EEUU
El momento no podía ser mejor y tampoco es casual. Tras ocho largos años de negociaciones, los 15 países de Asia y Oceanía —encabezados por China— pisaron el acelerador para firmar el pasado 15 de noviembre un acuerdo que convierte la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, según sus siglas en inglés) en la mayor zona de libre comercio del planeta. El hito se produce en los últimos compases de la Aadministración de Donald Trump y busca así lanzar un mensaje preciso poco antes de que Joe Biden se mude a la Casa Blanca en enero: frente a un EEUU en retirada de los pactos mundiales, Pekín es la que toma los mandos del multilateralismo. La pregunta es, ¿hasta cuándo?
La RCEP ha sido un triunfo diplomático para la segunda economía mundial, que se apresuró a impulsarla como respuesta al Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) que EEUU promovía desde hacía una década. El TPP era un pilar fundamental del estratégico 'giro hacia Asia' de la política exterior de Barack Obama hasta que Trump lo abandonó en 2017. Ambos acuerdos han sido parte del tira y afloja de las dos megapotencias para marcar sus zonas de influencia en el Pacífico. Pero la realidad, como siempre, no es tan sencilla, y si bien China se ha anotado un tanto político con la firma de la RCEP, no queda nada claro que sea el principal ganador con su adhesión.
La alianza original proviene de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (Asean), formada por 10 países: Indonesia, Filipinas, Singapur, Malasia, Tailandia, Vietnam, Camboya, Laos, Myanmar y Brunéi. A este grupo se unieron China, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda, que en conjunto representan el 30% del PIB global, incluyendo a casi un tercio de la población y la producción económica mundiales. Unas cifras mareantes que la sitúan por delante de la Unión Europea y el T-MEC (Estados Unidos, México y Canadá) como el mayor tratado de libre comercio en funcionamiento.
Su importancia es, por lo tanto, innegable, y suma un motivo más para atender al peso creciente de Asia como epicentro del mapa geopolítico en un futuro no muy lejano. No obstante, ni el acuerdo es perfecto ni parece cambiar completamente las reglas del juego. Más bien, le da garantías de continuidad. Para dilucidar la letra pequeña y las posibles consecuencias del pacto, El Confidencial conversó con cuatro expertos en comercio y relaciones internacionales. Estas son las claves:
1. Un acuerdo de “baja calidad”
"La RCEP es una fórmula relativamente de baja calidad, fundamentalmente concentrada en las tarifas arancelarias, con muchas exenciones y hasta 20 años de margen para reducirlas a cero", resume Alicia García Herrero, economista jefa para Asia Pacífico de la consultora especializada Natixis. Aunque la reducción de aranceles cubre alrededor del 90% de los productos, no incluye cláusulas contra el 'dumping' o el comercio digital, ni reglas de protección laboral o medioambiental. El acuerdo final tiene, además, una cobertura geográfica mucho menor de la que se planteaba inicialmente, ya que India se retiró de las negociaciones en 2019. Para García Herrero, la lectura de que la RCEP va a cambiar Asia “es exagerada”. De los firmantes, la RCEP solo supone el primer acuerdo de libre comercio entre China y Japón y entre Japón y Corea del Sur, y se considera en la práctica una extensión de los acuerdos de libre comercio ya existentes entre la Asean y los otros miembros.
“[Con la RCEP] Japón, Corea del Sur y China se reparten Asean, quieren producir más en Asean y finalizar en el país de origen. En cierto modo, se facilita la cadena de producción”, considera la economista, que ve Asean como “el gran ganador” del pacto. Según una nota de Natixis, los países del sudeste asiático, que ya tienen a China como su primer socio comercial, aumentarán su capacidad manufacturera al recibir más inversión directa de los ricos Japón y Corea del Sur gracias al pacto.
Para García Herrero, la RCEP confirma que China “vuelve a la regionalización. No tiene sentido impulsar una economía global cuando ser poder regional es más fácil, más aún cuando Asia es la parte del mundo que sale mejor parada de la pandemia de covid-19”, añade. La Organización Económica para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE) vaticina que todos los países del G-20, menos China, caerán en recesión este año. En el caso de la Unión Europea (UE), se calcula una contracción del -8,3%, y del -3,8% para Estados Unidos.
2. Una nueva forma de pensar en Asia como mercado
Si hay algo en lo que coinciden los expertos, es que el pacto comercial va a favorecer la cadena de producción de bienes y servicios producidos en Asia y para Asia. “Las compañías podrán ser capaces de obtener beneficios, incluyendo ahorros en costes y el descubrimiento de nuevas oportunidades de mercado”, resume Deborah Elms, fundadora del Centro de Comercio de Asia, con sede en Singapur. La asociación garantiza un único certificado de origen para enviar productos entre todos los países miembros, una de sus mayores ventajas. “Las compañías empezarán a pensar en Asia como mercado de una forma que antes no concebían. Incluso aquellas compañías orientadas hacia la exportación que antes solían destinar bienes y servicios a EEUU y Europa, una vez la RCEP entre en vigor (el próximo año), comenzarán a diseñar y vender más en Asia para Asia”, añade.
Elms cree que el acuerdo hace que Asia y China sean vistas como “defensores de un sistema abierto, fuerte y estable. En una época de retos económicos y presiones proteccionistas, estos 15 países han logrado firmar y completar un gran acuerdo de comercio”, enfatiza. La RCEP, continúa, no es solo un acuerdo comercial, sino una forma de “crear normas y una estructura de comercio, que pueden ser utilizadas para otros acuerdos en otras partes del mundo”.
3. China y EEUU, ¿a por el CPTPP?
Apenas días después de que se firmara la RCEP, el presidente chino, Xi Jinping, manifestó su intención de sumarse al CPTPP o TPP-11, que se sacó adelante en 2018 sin Estados Unidos, gracias sobre todo al tirón de Japón, junto a Australia, Brunéi, Canadá, Chile, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam. Una posibilidad que muchos, no obstante, ven lejana y complicada. “No creo que China pueda unirse al CPTPP pronto, porque el acuerdo contiene algunas cláusulas difíciles de cumplir para este país, como el libre intercambio de información sobre empresas estatales (firmemente controladas por el Partido Comunista de China), los estándares medioambientales o laborales”, considera Kawekamol Pitakdumrongkit, subdirectora del Centro de Estudios Multilaterales de la Escuela Rajaratnam, de Singapur.
En cualquier caso, China no ha dejado ninguna duda sobre sus intenciones: continuar apostando por tratados de comercio multilaterales como parte de su estrategia de liderazgo regional y global. La ambición de Xi pone todas las miradas en el CPTPP, mucho más ambicioso que el RCEP y que, de haber incluido a Estados Unidos, habría puesto alrededor del 40% de la economía global del lado de la primera economía mundial, según cálculos de la Universidad de Harvard.
La nueva Administración de EEUU se encuentra obligada a mover ficha, si no quiere quedarse al margen del proceso de toma de decisiones y de las estructuras de comercio construidas desde Asia. Aunque se espera que unirse al CPTPP sea uno de los objetivos de Biden, sobre todo al elegir a un multilateralista como Tony Blinken como secretario de Estado, la falta de consenso en el Congreso al respecto lo hará complicado.
4. Ganadores y perdedores
Así las cosas, Estados Unidos se sitúa, de momento, como el gran perdedor en el juego de pactos. “Los pactos comerciales van más allá de los propósitos económicos. La Administración de Obama utilizó el TPP como parte de su estrategia para aumentar la influencia de Estados Unidos en la gobernanza regional”, advierte Pitakdumrongkit. Sin formar parte de los grandes acuerdos actuales, la primera economía mundial pierde por ahora peso en el Pacífico.
Lo que no se traduce directamente en ganancias para China. Todavía se tardará años en ver cómo la RCEP, que entrará en vigor en 2021, afecta a las estrategias comerciales de los países miembros y al comercio entre Asia y Occidente, que dependerá también de los acuerdos de libre comercio que se vayan firmando entre los países asiáticos y los occidentales.
“La RCEP tendrá un impacto grande en Occidente y en el resto del mundo si es abierta, transgresora y revitaliza las reglas multilaterales comerciales”, previene Jayant Menon, profesor del Instituto Iseas-Yusof Ishak. Menon es reacio a considerar que la RCEP favorezca sobre todo a China. “La RCEP fue una iniciativa de la Asean, no de China, y, aunque sea su miembro más grande, es uno más. El mayor potencial de beneficio recae sobre los países del Mekong (Camboya, Laos, Myanmar y Vietnam), donde los aranceles comerciales son más altos y, por lo tanto, hay más margen de mejora”, concluye.
Por
Paloma Almoguera. Singapur
02/12/2020 - 05:00 Actualizado: 02/12/2020 - 11:05
https://www.elconfidencial.com/mundo/2020-12-02/que-es-rcep-claves-tratado-libre-comercio-asia_2853707/