La pandemia ha acelerado el movimiento del consumo responsable y, según los datos de Julius Baer- referente internacional en ‘wealth management’- los nuevos comportamientos perdurarán
Hace ya un año que Julius Baer, referente internacional en wealth management, detectó el movimiento del consumo responsable. Entonces era una tendencia que estaba asomando, ahora está despegando e irá a más.
La Covid-19 ha aumentado el compromiso y la conciencia de los consumidores con la compra ética y sostenible, y es probable que muchos de estos cambios en el comportamiento perduren después de la pandemia, de acuerdo con el análisis de Julius Baer.
“Cada persona en este planeta es un consumidor, por supuesto lo es más en los países prósperos que en los más pobres. Por tanto, una población en crecimiento significa un consumo en aumento”, apunta Carsten Menke, Head Next Generation Research en Julius Baer. “Esto no es malo en sí mismo, ya que fomenta el crecimiento mundial y, en última instancia, conduce a una mayor prosperidad. Ser más consciente no significa condenar el consumo. Significa conocer mejor qué consumimos y qué consecuencias tiene.”
“Ser más consciente no significa condenar el consumo. Significa conocer mejor qué consumimos y qué consecuencias tiene.”
En este sentido, los consumidores han pasado de preguntarse qué quieren o qué necesitan, a preguntarse si lo que van a consumir nos lo podemos permitir desde el punto de vista social y medioambiental. Estos planteamientos provocan nuevos hábitos de consumo entre los que sobresalen cinco, que contribuyen a hacer un mundo mejor.
Consumir alimentos orgánicos
En el Reino Unido, el consumo de huevos de gallinas en libertad subió un 15% el último año, según el Informe de consumismo ético de la cooperativa 2020 de ese país. Este es solo un ejemplo de cómo los consumidores se preocupan cada vez más por el bienestar de los animales o por evitar el consumo de alimentos procesados o del uso excesivo de agua en la producción de frutas y verduras.
Todas estas preocupaciones han comportado un “cambio de mentalidad”, según Menke, que también explica que además de cambiar la mentalidad hace falta “flexibilidad financiera” para consumir de manera más consciente, porque algunos de los productos más sostenibles son más caros.
Las estadísticas con las que trabaja Julius Baer muestran que los precios de la leche y la carne orgánicas son más altos, pero también menos volátiles, lo que proporciona un ingreso más alto y estable a los productores. Por lo tanto, con los alimentos orgánicos todos ganan: los productores y los consumidores, lo que implica que hay margen para el crecimiento del sector de los alimentos orgánicos.
“Con los alimentos orgánicos todos ganan: los productores y los consumidores”
No obstante, conviene recordar que aún existen algunas contradicciones con la comida orgánica. Algunos estudios muestran que, si se tienen en cuenta los requisitos de la tierra, la agricultura industrial puede tener un impacto menor en el medio ambiente. Por ejemplo, según un informe de 2018 elaborado por el Instituto de Tecnología Chalmers en Suecia: “los guisantes orgánicos, cultivados en Suecia, tienen un impacto climático un 50 por ciento más grande que los guisantes cultivados convencionalmente y en el caso de algunos productos alimenticios, la diferencia es aún mayor”.
Apostar por la Slow Fashion
Uno de los grandes referentes de la industria de la moda, Anna Wintour, ex editora de Vogue en Estados Unidos resumió en una frase la situación en la que se encuentra el sector: "ahora nos vemos obligados a vivir un momento en el que nos toca reiniciar". La industria ha tomado consciencia que la producción en exceso ya no es sostenible, ni es valorada por gran parte de los consumidores.
“La industria de la moda ha tomado consciencia que la producción en exceso ya no es sostenible”
A partir de aquí, ha empezado a ganar importancia el concepto de slow fashion, en oposición a la fast fashion, y las grandes marcas lo están abanderando. Gucci se ha comprometido a reducir el número de presentaciones de cinco a dos al año y el grupo LVMH, que agrupa las marcas Louis Vuitton, Dior y Fendi, trabaja en unos vaqueros que requiere un 80 por ciento menos de agua para su fabricación.
Además de los grandes grupos, el mercado de ropa de segunda mano se está afianzando. Se espera que crezca más rápido que la fast fashion. En Estados Unidos se calcula que triplique su valor en los próximos 10 años, pasará de 28 mil millones de dólares en 2019 a 80 mil millones de dólares en 2029, según Thredup, una marca de tienda de segunda mano y consignación en línea.
Ir en bici
El uso de la bici ha vivido un gran crecimiento, incluso antes de la pandemia, y durante 2020 las ventas de bicicletas aumentaron exponencialmente, porque la crisis de la Covid-19 ha alterado la manera como las personas se mueven por las ciudades, según los datos con los que trabaja Julius Baer.
El cambio viene, sobre todo, para evitar las aglomeraciones en el transporte público en plena pandemia. Algunos las evitaron recurriendo al automóvil mientras que otros descubrieron el ciclismo y, según el análisis de Julius Baer, es probable que la proporción de ciclistas se mantenga bien alta, aunque algunos vuelvan al transporte público.
Además, las bicicletas ofrecen el beneficio de hacer ejercicio. Asimismo, los subsidios gubernamentales han aumentado su aceptación a medida que las ciudades de todo el mundo han aprovechado la oportunidad para reducir el tráfico.
Utilizar el coche eléctrico
Optar por un vehículo eléctrico tiene una incidencia directa en la huella de carbono que dejamos en el planeta. Concretamente, descartar el vehículo tradicional de combustión y pasar a desplazarse con uno eléctrico la reduce alrededor de 1,5 toneladas. El motor eléctrico es mucho más eficiente y su huella de carbono se vuelve aún más pequeña si se usa energía limpia para cargarlo.
Aunque hay claras ventajas, el uso del vehículo eléctrico plantea algunas preocupaciones en la fabricación de las baterías, pero “deben equipararse con los problemas que existen en los países productores de petróleo”, afirma el jefe de investigación Next Generation. “La crisis del coronavirus ha acelerado el cambio hacia coches enchufables gracias a las medidas estatales de estímulo, si además añadimos que hay más coches eléctricos disponibles, esta década verá el despegue de la era de la movilidad eléctrica”.
“Esta década verá el despegue de la era de la movilidad eléctrica”
Uso racional de los aviones
La pandemia dejó más del 75 por ciento de la flota mundial de aviones en tierra en mayo de 2020, una cifra contundente para un sector que solo gana dinero mientras los aviones están volando. Esta disminución en los volúmenes de tráfico aéreo provocó una gran crisis, pero permitió ver una caída en las emisiones de carbono en 2020.
Esto despertó cierta conciencia en los ciudadanos sobre su predisposición a viajar en avión. La encuesta global de YouGov de noviembre de 2020 encontró que, en Italia, el Reino Unido y Alemania, casi un tercio de los encuestados dijeron que volarían menos después de la pandemia.
Ante esta situación, las aerolíneas han decidido tomar cartas en el asunto, aunque han comenzado a recuperar su actividad a medida que avanzan las campañas de vacunación en el mundo. Quieren ser más sostenibles porque saben que la presión ambiental "volverá", como dice Topi Manner, director ejecutivo de Finnair.
“Las aerolíneas quieren ser más sostenibles”
Por lo tanto, las aerolíneas se han centrado en algunos proyectos. Por ejemplo, estudiando cómo reducir el peso de los aviones o en encontrar el elixir del combustible de aviación sostenible. Mientras esto no se consigue, el consumidor puede escoger “limitar el número de vuelos de larga distancia a uno cada cinco años”, según los cálculos de Menke.
Con alguno de estos cinco hábitos contribuimos a mejorar el planeta y deberíamos adquirirlos, de acuerdo con Carsten Menke, “porque podemos”. Según su argumento, todos deberíamos ser conscientes de los efectos secundarios negativos que tiene el consumo excesivo, que van desde el cambio climático hasta los océanos contaminados con plástico. Son problemas que “requieren la participación de todas las partes, tanto del sector privado, es decir, de las empresas y los consumidores, como también del sector público, es decir, de los políticos y los reguladores”.