Hace 100 años, un pequeño grupo de rebeldes chinos, inspirados en la revolución bolchevique que acabó con el imperio zarista en la vecina Rusia, formaron en secreto el Partido Comunista de China (PCCh).
Al igual que el comunismo soviético, que se centró en la clase obrera, los primeros seguidores del PCCh fueron trabajadores de las grandes ciudades.
Pero, en medio de la persecución que empezaron a sufrir por parte de los nacionalistas del Kuomintang (KMT, en el poder), uno de los líderes del Partido Comunista, Mao Zedong, se alejó del enfoque marxista tradicional e impulsó una insurrección rural para movilizar al vasto campesinado de China.
La estrategia fue exitosa y el PCCh se fue consolidando, convirtiéndose en pocos años en el principal rival del gobernante KMT.
Tras más de dos décadas de guerra civil intermitente, los comunistas se impusieron y el 1 de octubre de 1949, Mao instauró la República Popular de China (RPC), sobre la base de las teorías de Marx y Lenin.
Un siglo después de su creación, el PCCh sigue manteniendo el poder absoluto en China.
Muchos consideran a su actual líder, el presidente Xi Jinping, como el gobernante chino más poderoso desde Mao, ya que controla el partido, el Estado y el Ejército, lo que algunos llaman la "santísima trinidad comunista".
Sin embargo, la China actual parece completamente diferente -algunos dirían, casi opuesta- al país comunista que concibieron Mao y los fundadores del PCCh.
Superpotencia económica
Mientras que el Gran Timonel colectivizó el trabajo, centralizó la economía y persiguió a los partidarios del "capitalismo" con su Revolución Cultural —uno de los periodos más convulsos bajo su liderazgo, en un intento subyacente de minar el bando liberal del partido—, hoy China es el segundo país del mundo con más multimillonarios.
626 chinos tienen fortunas por encima de los US$1.000 millones, según la última lista compilada en abril de 2021 por la revista Forbes.
239 de esos multimillonarios accedieron al club de los más ricos en el último año.
Y solo Estados Unidos tiene una cantidad mayor de superricos: 724.
Pero el gigante asiático le gana en el ranking de empresas: 124 compañías chinas integran el listado de las 500 corporaciones más grandes del mundo, publicado en 2020 por la revista Fortune.
EE.UU., el subcampeón, tiene 121 empresas en el Fortune Global 500.
En términos de Producto Interno Bruto (PIB) la nación americana sigue siendo la principal economía del mundo, aunque si se mide en términos de paridad del poder adquisitivo, China es la nación más rica, según los datos de 2021 del Fondo Monetario Internacional (FMI).
También tiene el sector bancario más acaudalado y la entidad con mayores activos: el Banco Industrial y Comercial de China (ICBC).
¿Cómo se explica, entonces, que el país comunista más grande del mundo tenga este nivel de riqueza y se encamine -según algunos analistas- a convertirse en la principal superpotencia económica del planeta?
"Socialismo con características chinas"
La respuesta está en los cambios que introdujo a partir de 1978 —dos años después de la muerte de Mao— Deng Xiaoping, quien impulsó un programa económico que se conoció como Reforma y Apertura.
Deng hizo todo lo contrario a lo que pregonaba Mao: liberalizó la economía, permitiendo el resurgimiento del sector privado y descentralizó el poder, dejando la toma de decisiones en manos de las autoridades locales.
Desmanteló progresivamente las comunas y les empezó a dar mayores libertades a los campesinos para que pudieran administrar las tierras que cultivaban y vender los productos que cosechaban.
También se abrió al exterior: viajó a EE.UU. y selló los lazos con Washington, tras el histórico primer paso que dio Richard Nixon al visitar China en los últimos años de Mao, en plena Guerra Fría.
Así, empezaron los contratos comerciales entre la República Popular China y Occidente, dando paso a la entrada en la economía del país asiático de inversiones extranjeras y multinacionales icónicas del capitalismo, como Coca-Cola, Boeing o McDonald's.
El modelo económico introducido por Deng, basado en una economía de mercado, se bautizó oficialmente "Socialismo con características chinas".
Fue una fórmula exitosa que permitió que la RPC empezara a crecer a niveles récord y sostenidamente, durante tres décadas.
Los líderes posteriores —Jiang Zemin, Hu Jintao y el actual mandatario, Xi Jinping— mantuvieron el modelo.
China se convirtió en el principal gigante comercial del globo, produciendo y exportando más que nadie.
Hoy el país asiático domina la fabricación de ropa, textiles y artefactos eléctricos.
Y varias empresas privadas chinas son líderes en el mercado tecnológico, como la fabricante de computadoras personales Lenovo y la plataforma de comercio online Alibaba.
También la empresa privada más grande de China, Huawei, es la líder en el desarrollo de tecnología 5G y una de las mayores fabricantes de teléfonos celulares del mundo.
Muchos de los multimillonarios chinos que integran la lista de Forbes son fundadores de estas y otras empresas privadas exitosas.
Con todo, cabe preguntarse: ¿podemos seguir llamando a China un país comunista?
Poder absoluto
Desde el punto de vista político, la respuesta es: definitivamente, sí.
Un siglo después de su creación, el PCCh sigue siendo la única fuerza política en China y gobierna de forma vertical y jerárquica, con dirigentes en cada ciudad y región del país.
La estructura del partido es piramidal y en su base hay más de 95 millones de miembros.
El presidente de China es elegido por la Asamblea Popular Nacional -el Parlamento-, que está controlado por el PCCh.
Y el partido controla a todos los altos funcionarios del gobierno, los líderes de las empresas estatales, las escuelas, los hospitales y los grupos sociales.
"El PCCh no es un partido político tal como entendemos este tipo de organización en una democracia multipartidista. Es un Partido-Estado", explicó en un reciente artículo en la revista Política Exterior Jean-Pierre Cabestan, catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Baptista de Hong Kong y uno de los mayores expertos en China.
Este Partido-Estado presta mucha atención al control de su ideología: no existe la libertad de prensa y, con excepción de unos pocos medios escritos privados, el sector mediático está bajo control estatal.
Según el organismo de derechos humanos Human Rights Watch, el gobierno chino "mantiene un estricto control sobre internet, los medios masivos y la academia".
También "persigue a comunidades religiosas" y "detiene de forma arbitraria a los defensores de los derechos humanos".
Pero si se analiza al país desde una perspectiva económica, ahí la historia es otra.
"La pesada mano"
"Económicamente China hoy está más cerca del capitalismo que del comunismo", señala a BBC Mundo la analista internacional, experta en Asia, Kelsey Broderick.
"Es una sociedad de consumo, lo que es totalmente opuesto al comunismo", destaca.
Sin embargo, Broderick advierte que, aunque a primera vista la economía china parece completamente capitalista, "si remueves la primera capa, puedes sentir la pesada mano del partido".
La "mano invisible" del PCCh está en todos los aspectos de la economía.
Aunque las capas más bajas funcionan de manera más cercana al capitalismo, el control es definitivamente más visible en lo alto de la pirámide económica: el Estado determina, por ejemplo, el precio del yuan y quién puede comprar divisas.
Y es el que controla las empresas más grandes del país, que manejan los recursos naturales.
De hecho, 84 de las 124 empresas chinas en la lista Fortune Global 500 son compañías estatales, es decir, casi el 70%.
El PCCh también es oficialmente el dueño de toda la tierra en China, aunque en la práctica las personas pueden poseer propiedades privadas por un determinado número de años.
Y controla el sistema bancario, por lo que decide a quién se le otorga préstamos.
Incluso las empresas privadas chinas deben someterse a inspecciones estatales y tienen "comités partidarios que pueden influenciar la toma de decisiones", cuenta Broderick.
Esto último también ocurre con algunas firmas extranjeras, en el caso de que tengan tres o más miembros del PCCh empleados (una situación no poco común teniendo en cuenta los 92 millones de miembros).
Este borroso límite entre lo privado y lo estatal está detrás de la controversia que ha afectado en los últimos años a Huawei, luego de que EE.UU. acusara a la empresa privada más grande de China de ser un frente para el espionaje estatal (algo que la compañía niega).
"Capitalismo estatal"
Estos rasgos socialistas que aún persisten en el modelo económico chino, y que han llevado a que muchos analistas lo tilden de "capitalismo estatal", también han exacerbado la guerra comercial entre China y EE.UU.
Si bien el conflicto se centra en la balanza comercial, muy inclinada a favor de Pekín, Washington y otros socios comerciales de China reclaman por las enormes ayudas estatales que reciben las empresas privadas chinas, y que las ponen en ventaja con respecto a sus rivales internacionales.
"Las empresas privadas chinas tienen una doble ventaja: toman créditos de bancos públicos y reciben subsidios energéticos de las empresas estatales que controlan toda la producción de energía del país", señala el periodista y analista internacional Diego Laje.
Laje, quien fue presentador en la Televisión Central de China (CCTV) en Pekín y corresponsal para Asia de la cadena estadounidense CNN, considera que China "no se puede llamar capitalista porque no cumple con los requisitos y compromisos de la Organización Mundial del Comercio (OMC)", a la que se adhirió en 2001 y que aún no lo reconoce como "economía de mercado".
No obstante, el periodista destaca que "en el día a día la intervención del Estado no se siente, lo que da una sensación de libertad" que hace que en muchos sentidos la economía china opere como un sistema capitalista.
Xiao Lin coincide. La intérprete originaria del sureste de China, que emigró a Pekín para estudiar y trabajar, le contó a BBC Mundo que en su experiencia "China es cada vez más capitalista".
Donde ella más lo ve es en el mercado inmobiliario: "Las casas son cada vez más caras y solo los ricos pueden comprarlas. Los profesionales jóvenes como yo no podemos acceder a tener nuestra propia vivienda y dependemos de nuestros padres o abuelos", cuenta.
La inequidad es otra de las consecuencias que ha traído la liberalización de la economía.
Se nota también en los servicios de salud: la mayoría de los chinos dependen del sistema público, muchas veces abarrotado, pero los más ricos acuden a hospitales privados.
La educación china también ha sufrido cambios. Sigue siendo estatal pero ya no es completamente gratuita. "Hay 9 años que son obligatorios y no se pagan. Pero para ir al secundario y la universidad hay que pagar", señala la joven.
Donde ella más siente la presencia del Estado en su vida es en términos de seguridad y libertad de expresión.
Lo primero lo festeja: "China es el país más seguro que hay, el gobierno garantiza nuestra seguridad". En cambio, lamenta las restricciones que enfrenta cuando quiere navegar en internet o usar redes sociales.
¿Contradicción?
A 100 años de su creación, ¿cómo explica el PCCh, que en el pasado persiguió a quienes creían en el "capitalismo", el éxito de su "capitalismo estatal" que ha llevado a China a convertirse en la segunda economía más grande del mundo?
Según Anthony Saich, director del Ash Center de la Universidad de Harvard y autor del libro From Rebel to Ruler: 100 Years of the Chinese Communist Party ("De rebelde a dirigente: 100 años del PCCh"), la dirigencia del partido simplemente cambió el relato.
"Los actuales líderes de China han reescrito la historia de una manera que borra este aspecto de la historia oficial", le dijo a BBC Mundo.
"Si bien admiten que Mao pudo haber cometido algunos errores, ignoran el ataque a los 'seguidores de la vía capitalista' y explican la Revolución Cultural como un experimento del cual el partido aprendió. Enfatizan que fue un ataque a la corrupción, al burocratismo, etc.".
"Xi Jinping, en lugar de ver la era pos-1949 dividida en dos historias (una bajo Mao y otra bajo reformas) lo considera una línea ininterrumpida de experimentación que ha resultado en lo que el partido es hoy", señaló.
Saich, al igual que muchos otros expertos, resalta que, bajo Xi, China "se ha alejado de las influencias más liberales del mercado que se experimentaron anteriormente".
Por su parte, Laje observa que también se ha endurecido. "Están aumentando los niveles de represión y control y se ha perfeccionado la tecnología para que hoy China sea un Estado policial perfecto".
Para Broderick, el líder chino "está convencido de que la desintegración de la Unión Soviética se dio porque dejaron de lado sus raíces comunistas y no quiere que eso ocurra en su país".
Sin embargo, consultado sobre si la China de Xi se está haciendo más capitalista o más comunista, Saich opina que ninguna de las dos opciones es acertada: "Es más estatista".
*Esta nota fue publicada originalmente el 1 de octubre de 2019, en el 70º aniversario de la fundación de la RPC, y ha sido actualizada en ocasión del centenario del Partido Comunista Chino (PCCh).
- Veronica Smink
- BBC News Mundo*