El próximo jueves 29 de julio es una fecha marcada en el calendario de Wall Street. El debut bursátil de Robinhood ya era una de las citas más esperadas del año, pero el interés se ha multiplicado desde que se conoce el inusual procedimiento de salida a bolsa que va a seguir.
El precio de salida estimado se sitúa entre los 38 y los 42 dólares, aunque se fijará definitivamente el próximo miércoles. Debutando en la parte alta de esa franja, la compañía capitalizaría unos 2.200 millones de dólares, mientras que su valoración global ascendería a 35.000 millones.
Una oportunidad con doble filo
Tal y como anunció la compañía hace unas semanas, se reservará hasta un 35% de las acciones en circulación para que las adquieran los propios clientes de la plataforma de inversión. Si ya es infrecuente que una empresa reserve parte del accionariado para que lo adquieran sus clientes de forma anticipada, que el porcentaje sea tan alto supone todo un hito en el mundo bursátil.
Los fundadores, Vlad Tenev y Baiju Bhatt, alegan que crearon la compañía para "democratizar el sistema financiero", y que llevan dos años planteando cómo hacer eso con su propia salida a bolsa. La respuesta la han encontrado en reservar hasta 19 millones de acciones de los 55 millones que se pondrán en circulación para que los usuarios de Robinhood puedan adquirirlas de forma prioritaria.
La forma de hacerlo será a través de la plataforma de inversión, y en concreto desde su "IPO Access", un producto lanzado este mismo año y que permite a los clientes emitir órdenes de compra antes de que la compañía cotice públicamente. De esta manera, los usuarios interesados podrán lanzar sus ofertas desde el lunes 26.
Volatilidad y problemas técnicos
Ante esta perspectiva, el mayor riesgo es la volatilidad. Si los movimientos en una salida a bolsa suelen ser mayores que la media, en este caso se quiere poner buena parte de las acciones en manos de los clientes de Robinhood, los mismos que han protagonizado el auge de las 'acciones meme' en los meses previos. Con esto, además, la fintech se podría pegar un tiro en el pie, puesto que sus clientes contarán con menos capital para operar en la plataforma e incluso pueden perder dinero en la operación.
A ello hay que sumar que los empleados de la empresa están autorizados a vender hasta el 15% de sus acciones una vez que Robinhood cotice públicamente, cuando lo habitual en las salidas a bolsa es que los trabajadores no puedan vender su parte en los seis meses siguientes.
Además, hay cierto peligro de que la tecnología no acompañe. Una demanda sobredimensionada de títulos de Robinhood por parte de sus clientes puede impedir la correcta ejecución de las órdenes de compra en la OPV.
Crecimiento del negocio
Si de algo no cabe duda es del espectacular avance de la compañía en los últimos meses, impulsada por una pandemia que dejó en su casa a buena parte del planeta sin poder gastar por las restricciones de movilidad, y con los bancos centrales inyectando liquidez en el sistema.
Así, en 2020 Robinhood ingresó un 245% más que el año previo, hasta 958,8 millones de dólares, lo que se tradujo en un beneficio neto de 7,2 millones de dólares. Además, sus activos bajo custodia se cuadruplicaron hasta los 80.900 millones de dólares.
La tendencia sigue viva en el primer semestre de 2021. En el primer trimestre ingresó 522 millones, un 200% más interanual, y se espera un crecimiento superior al 100% interanual en el segundo trimestre, en una franja de entre 546 y 574 millones de dólares. El número de activos bajo custodia a finales de junio se estima en 102.000 millones.
Además, su número de clientes se ha duplicado en un año, promediando 21,3 millones de usuarios únicos al mes en el segundo trimestre de 2021, frente a los 10,2 millones del mismo periodo del 2020. En el rango superior propuesto de la salida a bolsa, se valora a cada usuario de la plataforma en unos 1.600 dólares.