El presidente francés, Emmanuel Macron, en una imagen de archivo. (Getty/Leon Neal)
Casi ocho de cada 10 franceses creen que su país está en decadencia. ¿De dónde viene el sentimiento de que Francia ha perdido su grandeza? ¿Qué relato ganará en las elecciones?
¿Está Francia en decadencia? Los franceses parece que lo tienen claro. Un 75% piensa que el país está en declive, y un tercio de estos cree, además, que es irreversible. También un 72% asegura que su vida se inspira cada vez más en los valores del pasado. No es una cuestión puntual. Los datos se repiten, con ligeras variaciones, desde hace una década, cuando la encuestadora IPSOS comenzó a formular esta cuestión en su informe 'Fractures françaises', cuya última oleada es de agosto de 2021. La otrora orgullosa potencia gala se mira hoy obsesivamente frente al espejo geopolítico y no le convence lo que ve.
Todos los candidatos con opciones de destronar a Emmanuel Macron en las próximas elecciones presidenciales de abril —desde los ultraderechistas Marine Le Pen y Éric Zemmour al candidato de extrema izquierda, Jean-Luc Mélenchon, pasando por la conservadora Valérie Pécresse, cada vez más escorada para rascar votos a su derecha— se han hecho eco de este sentimiento en sus discursos, como hiciera hace no tanto el propio presidente.
"Escucho a algunas personas que piensan que nuestro país está en decadencia, que lo peor está por llegar, que nuestra civilización se está desvaneciendo", avisaba en 2016 el entonces aspirante Macron, quien lanzó su candidatura con un discurso que apelaba al malestar y pesimismo que ya recorría la sociedad francesa.
Macron quería ser la respuesta a la pérdida de la épica ‘grandeur’ (grandeza) que un día iluminó (a ojos de los franceses) el mundo entero, sin dejar de reconocer los problemas que enfrenta el país. "Hoy en día, Francia se ha apartado de la senda del progreso, se ha instalado la duda", sentenciaba.
Así, desde su llegada al Elíseo, el mandatario trató de revertir esa percepción ciudadana con un estilo diplomático hiperactivo y una discurso frontal. Macron ha tratado de recuperar el músculo de París en la escena internacional, pero los resultados están lejos de acompañarle. Macron se embarcó en una misión personal para salvar el Líbano de sí mismo, fracasando estrepitosamente en el intento; trató de reconducir la crisis en Malí y ha acabado retirando las tropas, y bajo su guardia Francia perdió un contrato millonario de venta de submarinos después de que EEUU, Reino Unido y Australia pactaran a sus espaldas el acuerdo de defensa Aukus, que deja a París en una posición marginal en el Indopacífico y ha llevado las relaciones con EEUU a su punto más bajo en décadas. El país, lamentan algunos, ni siquiera ha logrado producir una vacuna tras el intento fallido de la farmacéutica Sanofi.
Pese a los reveses, Macron no ha dejado de intentar recuperar para su país una posición de preeminencia y firmeza. Lo hemos visto enzarzarse en una reyerta dialéctica y diplomática con Reino Unido por la migración y unas cuotas de pesca simbólicas en el canal de la Mancha; ser el primer líder occidental en reunirse con Vladímir Putin para desescalar la crisis entre Rusia y Ucrania tras haber declarado antes, sin miramientos, la “muerte cerebral” de la OTAN.
Si el pueblo francés quiere volver a sentirse dueño de su destino y recuperar la voz global que creen que les corresponde por una especie de derecho histórico, el quinquenio de Macron demuestra que no es tarea sencilla.
A vueltas con la grandeza
Comencemos por tratar de entender qué es la ‘grandeur’ y de dónde viene.
“¡De Charles de Gaulle! Y del amor por la historia”, exclama sin dudar Michel Duclos, antiguo embajador francés en Bruselas, Siria y ante la ONU, al ser preguntado por el origen del concepto. “Los franceses tienen una pasión por su pasado mucho más grande que los españoles”, continúa en conversación con El Confidencial.
El general De Gaulle nunca llegó a desarrollar el término de manera muy precisa, pero una definición de emergencia podría ser la capacidad de Francia de actuar a la altura que exige su Historia en mayúsculas. Y como dejó escrito en sus memorias, “Francia no puede ser Francia sin su ‘grandeur”.
Duclos, quien acaba de publicar ‘La France dans le bouleversement du monde’ (‘Francia ante la convulsión del mundo’, Éditions de l’Observatoire), explica las dificultades para poner en palabras esta autopercepción de grandeza porque es algo que la gente entendía y entiende de forma instintiva. No obstante, lo intenta en su libro: “La ‘grandeur’ es el reencuentro de la autoestima y el respeto de los demás”.
Cuando se pregunta a los franceses por qué palabras o impresiones se les pasan por la mente al pensar en la política exterior de Francia, la dichosa ‘grandeur’ apenas aparece diminuta en un gráfico de nube de palabras donde predominan respuestas como ‘bien’, ‘escasa’, ‘excesiva’, ‘Francia’ y ‘nada’, según una encuesta de Harris Interactive de diciembre. Siguiendo la lógica gaullista, apenas un 21% de los encuestados cree que Francia ha estado a la altura en la crisis de Ucrania, según el mismo sondeo.
¿Y cuándo se perdió este ‘appeal’ histórico y geopolítico? Para el historiador y director del Instituto Francés de Relaciones Internacionales, Thomas Gomart, el último gran periodo de esplendor internacional de Francia acabó en 1991, con la implosión del campo soviético y el fin —oficial— de la Guerra Fría. Hasta entonces, París logró conservar una cierta independencia y “margen de maniobra dentro del sistema de alianzas de la posguerra, ya fuera en la OTAN o en el proceso de integración europeo”, apunta el experto.
Francia se convirtió en un verso libre en la Europa de posguerra. Esa independencia diplomática vino a sustituir, durante un tiempo, el estatus imperial perdido con la descolonización que culminó con la independencia de Argelia en 1962. Pero tras la caída del muro de Berlín, Francia se fue alineando progresiva y definitivamente con Europa y la globalización liderada por Estados Unidos. La que fuera potencia colonial primero y nuclear después quedó relegada en el 'ranking' de potencias globales y su personalidad geopolítica difuminada por el filtro de la Unión Europea. “Creo que este ciclo se ha cerrado con la crisis del coronavirus”, afirma Gomart, en relación a las turbulencias geopolíticas que ha vivido Francia en los últimos meses.
Un pie en el mundo de ayer, otro en el de mañana
Hoy, Francia conserva los vestigios de su 'grandeur' en forma de asiento permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, el sexto PIB más alto del mundo y el octavo presupuesto más grande en inversión militar, según el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri). Para los franceses no es suficiente y consideran que para aumentar el peso de su país en el mundo debería aumentar el gasto en inteligencia (48%), defensa (44%) y en ayuda al desarrollo (40%).
El cambio de contexto histórico no fue el único elemento en la ecuación. A comienzos del siglo XX, Francia y los aliados europeos representaban el 25% de la población mundial, un porcentaje que ya está por debajo del 10% y continuará cayendo en las próximas décadas. Este descenso provoca “un fenómeno mecánico de repliegue”, que no es lo mismo que un declive, "una noción muy connotada políticamente", en opinión de Gomart.
“El sistema mundial se ha vuelto más denso y supera con creces la capacidad de adaptación de un país como Francia, e incluso de toda la UE. Francia y Europa necesitan desarrollar una gran estrategia que intente pensar más allá de los mandatos electorales. En política exterior, hay que trabajar con la mirada puesta en 2050", explica Gomart.
Así, las acciones diplomáticas de Macron no representan una búsqueda de la 'grandeur' perdida, cree Gomart, sino parte de una estrategia europea para operar en el mundo de hoy y, sobre todo, en el de mañana. El presidente Macron ha llegado a la conclusión de que el modelo europeo no tiene que ser exportado, sino defendido, y busca movilizar al resto de sus socios de la Unión Europea hacia un plan de autonomía estratégica y de defensa. Algo que podría jugar en su contra en los comicios de abril, pese a que el líder francés ha optado por hacer de la presidencia francesa del Consejo de la UE un arma electoral más.
Nostalgia o futuro por escribir, pero siempre 'grandeur'
"Hay fuerzas políticas que sí están muy claramente en esta lógica de la 'grandeur' perdida. Zemmour está obsesionado con el pasado. Le importa mucho más que el coronavirus", apunta el experto, que también menciona a Le Pen y Mélenchon.
Y no les van a faltar argumentos. Macron acaba de anunciar la salida de las tropas francesas de Malí tras nueve años de operación antiterrorista, una amenaza que la mitad de los franceses cree que debería ser la prioridad de la política exterior del país. La abrupta retirada llega tras las desavenencias con la Junta Militar que gobierna desde el golpe de Estado del pasado mes de mayo y pone fin a un despliegue por el que pasaron hasta 25.000 efectivos y que se cobró la vida de 53 soldados. Se van en un momento crítico. Solo en el último año, el número de ataques yihadistas en la región ha aumentado un 70% y está en máximos, según datos del Africa Center for Strategic Studies, del Departamento de Defensa de EEUU.
Hace seis años, ya instalado en el Elíseo, Macron dedicó su primera alocución frente a las Cortes reunidas en Versalles a trazar su plan para recuperar la autoestima del país: "Devolveremos a toda la nación el sentimiento de recuperar el control de su destino, el orgullo de retomar el hilo de su historia", aseguró en su intervención de más de hora y media. “Francia ha pasado por suficientes dificultades y ha conocido suficientes 'grandeurs' como para no ser un pueblo infantil adormecido. Cada francés tiene su parte de responsabilidad y su papel en la conquista que se avecina”, aseguró entonces. Los tropiezos geopolíticos del presidente son, a juicio de exembajador Duclos, "el precio de la ambición": allí donde pasan las cosas debe estar Francia, y si no lo consigue "es que no importa". Por eso tiene Macron su mira puesta en el Indopacífico, a miles de kilómetros de distancia de París, concluye Duclos.
Los sondeos electorales dan casi por seguro que Macron llegará a la segunda vuelta de las elecciones, prevista para el próximo 19 de abril. Es muy probable que el rival al que se enfrente apueste por una mirada nostálgica al pasado francés. Donde unos buscan la 'grandeur' en las páginas de los libros de historia, el presidente quiere reencontrarse con ella a la vuelta de cada esquina. Está por ver qué prefieren los franceses en las urnas.
Por
Álvaro F. Cruz
17/02/2022 - 22:09 Actualizado: 17/02/2022 - 23:06
Elecciones Francia: Francia, frente a su espejo geopolítico: la búsqueda interminable de la 'grandeur' perdida (elconfidencial.com)
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