lunes, 28 de febrero de 2022

La paradoja de la inflación en Japón: una trampa de 5,6 billones de euros

Haruhijo Kuroda, gobernador del Banco de Japón. Foto: Alamy.



Hay que tener cuidado con lo que se desea. El Banco de Japón (BoJ) lleva todo este siglo intentando levantar una inflación ridícula e implementando para ello una política monetaria expansiva que le ha conducido a acumular más deuda que ninguna otra nación desarrollada para inyectar liquidez. Pero ahora que el coste de la vida empieza a subir, el riesgo podría ser descomunal para la economía del país.

El BoJ entró hace años en una espiral de deuda. La actual deuda pública de Japón asciende al 266% de su PIB, de la que el 45% la tiene el banco central, con una hoja de balance que asciende a 5,6 billones de euros.

Al aumentar la inflación, los bonos se ven perjudicados, ya que el pago de intereses pierde valor, lo que obliga a que los rendimientos suban llevando a los precios de los bonos a la baja para compensarlo. La inmensa cantidad de bonos del Estado y Letras del Tesoro que posee hace que tenga que adquirir aún más bonos para cubrir los vencimientos y controlar la curva de rendimientos, y a un rendimiento cada vez mayor, lo que supone mayores desembolsos para el banco central. En las últimas semanas, los rendimientos de la deuda a 10 años aumentaron hasta el 0,2%, algo que pudiera parecer insignificante si se compara con sus homólogos europeos o estadounidenses, pero que supone ubicarse en un máximo de seis años para el país.

El índice de precios al consumo (IPC) de Tokio, tomado habitualmente como un indicador adelantado de lo que ocurre a nivel nacional, ascendió en el mes de febrero al 1% interanual, el valor más alto desde diciembre de 2019. La inflación subyacente, que incluye los costes energéticos, se incrementó en un 0,5% apoyada fundamentalmente en un fuerte incremento de los precios de la energía. No en vano el petróleo Brent ha superado esta semana los 100 dólares por barril.

Dada la inflación actual en Japón, no parece que su banco central tenga que enfrentarse a la posibilidad que ya ronda la cabeza de los analistas en el caso de la Reserva Federal y el Banco Central Europeo, y es que tengan que empezar a vender sus activos y no solo limitarse a cumplir los vencimientos y no incrementar las compras.

Pero en cualquier caso la inflación puede ser la gota que colme el vaso en una economía sustentada artificialmente desde hace décadas, tanto en el mercado de bonos como en el de acciones. Los efectos de un recorte del balance son imprevisibles, aunque ya vienen dando muestras del endurecimiento de la política a pesar de no haber alcanzado el objetivo de inflación del 2%: concluyeron el Quantitative Easing (QE) en mayo de 2021 -comenzó en 2013- y este mismo viernes el BoJ dijo que reduciría la cantidad máxima de compras de bonos corporativos y pagarés que puede comprar de un solo emisor en compra directa, limitándose 1.900 millones de euros en el primer caso y a 780 millones en el segundo.

Una política acomodaticia fallida

"En un contexto de tipos de interés muy bajos, la implementación de programas de expansión cuantitativa muy voluminosos —en el caso del Banco de Japón, acompañada de unos tipos de interés oficiales negativos— puede llevar a riesgos para la estabilidad financiera derivados de un aplanamiento excesivo de la curva de tipos de interés y enfrentarse a limitaciones o provocar tensiones en los mercados de deuda", advertían hace unos meses los investigadores Fructuoso Borrallo y Pedro del Río en una investigación para el Banco de España.

Con la llegada de Haruhiko Kuroda al banco central, Japón puso en marcha en 2013 esta política monetaria ultra-acomodaticia para intentar que la inflación llegase al objetivo del 2%. El país acabó el siglo XX con una consistente caída del auge de los precios, causando deflación todos los años entre 1999 y 2005 salvo en 2004. De nuevo, entre 2009 y 2012 se sucedieron cuatro años de deflación, que las medidas del Banco de Japón lograron transformar en inflación... pero por poco tiempo. Desde 2013, solo tres años han logrado un IPC por encima del 1%.

Sin embargo, los expertos apuntan que el pequeño repunte inflacionista vino dado por la política fiscal del primer ministro Shinzo Abe, que incrementó los impuestos al consumo. De hecho, el gobernador del Banco de Japón acabó reconociendo en 2016 que sus medidas no habían logrado los objetivos.

Pese a todo, la conocida como 'japonización' - bajo crecimiento, estímulos del banco central y caída de los rendimientos de los bonos - sí han mantenido el crecimiento en el país y parece que lo seguirá haciendo. La economía nipona ha crecido el 85% de los últimos 40 ejercicios económicos, con el 2020 del coronavirus como última excepción. Además, el BoJ revisó en enero sus previsiones de crecimiento para este año, que estiman que será del 3,8% para el ejercicio 2022, que comenzará el 1 de abril.