Si uno sigue las pautas adecuadas, la soledad puede convivir con la felicidad
La soledad es uno de los grandes problemas de nuestro tiempo. Principalmente afecta a las personas mayores (en España, unas dos millones de personas en la tercera edad viven solas), pero no son las únicas. Puede ocurrirle a quienes se han mudado de ciudad o de país, o a quienes (por el motivo que sea) no tienen la misma facilidad para rodearse de gente. Se trata de una realidad con la que tenemos que aprender a convivir. Pero una cosa es convivir y otra llegar a ser felices con ella. ¿Es posible conseguir la felicidad estando solo?
Encontrar el bienestar en la soledad no es igual para todos. Depende de factores como la crianza: no es lo mismo una persona que ha crecido en un ambiente en el que, aunque primasen el diálogo y el cariño y también se respetaban y se trabajaban los espacios individuales, que alguien que se ha criado en un contexto de mucha dependencia emocional. O, también, de si la soledad es impuesta o elegida.
Lo primero es quitarnos el peso que conlleva la palabra. "Se nos carga con demasiada 'feliciología', dice Manuel Nevado, psicólogo y profesor de la Universidad de Nebrija. Se nos enseña que, si la vida nos da limones, debemos hacer limonada; que la felicidad está en nosotros mismos; y la verdad es que, cuando no lo somos, lo que menos necesitamos es, además, cargar con las culpas. "La felicidad es efímera, no dura toda la vida. Es la suma de pequeños momentos, y pende siempre de un hilo", explica Nevado. Sin embargo, sí podemos empezar a buscar momentos agradables, y aprender a disfrutarlos y apreciarlos. Tanto en compañía como en soledad.
El trabajo empieza en uno mismo
Para alcanzar esos momentos de bienestar en la soledad es fundamental invertir en uno mismo. Hacer cosas que nos sientan bien es necesario para adquirir seguridad y autoestima. Puede ser algo tan sencillo como ver una serie que nos guste o escuchar música, aunque lo ideal, según Cristina Mae Wood, psicóloga de Área Humana, es que no sea algo fácil, sino algo que requiera concentración, pues de esta manera se llega al estado de flow. Este concepto, introducido por Mihály Csikszentmiháyi, hace referencia a "ese momento en el que el tiempo desaparece, no pensamos en el futuro ni en el pasado, sino que conseguimos vivir y disfrutar del presente". Muchas veces, sin embargo, estamos tan perdidos con nosotros mismos que ni siquiera sabemos nuestras preferencias.
Para conseguirlo, podemos empezar por hacer una lista de cuatro o cinco cosas que nos gusten o descartar las que no. "Si no nos gusta salir de copas hasta tarde, significa que nos gusta un tipo de ocio más tranquilo. Si no nos gusta la gente exagerada, significa que preferimos a las personas discretas", pone como ejemplo Nevado, que coincide en que lo primero que hay que trabajar es en el proceso de autoconocimiento. Otro truco es preguntarnos qué nos hacía felices antes. "Así, muchas personas acaban dándose cuenta de que les encantaba patinar o tocar el piano o leer, y quizá lleven quince años sin tocar un libro", cuenta la psicóloga.
Tener un proyecto o probar cosas nuevas son claves para aportar bienestar
Sonja Lyubomirsky, psicóloga de la Universidad de California, cita en su libro La ciencia de la felicidad algunas acciones, apoyadas por cientos de referencias a estudios científicos, que aportan bienestar: ayudar a otras personas, tener un proyecto vital o ponerse objetivos a medio o largo plazo. Cristina Wood recomienda ser personas agradecidas o intentar vivir y disfrutar del momento presente, e insiste en la necesidad de aprender a hacerlas solos. No se trata de dar las gracias por todo lo que nos pasa, sino de darnos cuenta día a día de todas aquellas cosas que agradecemos para poder apreciarlas como se merecen. Y un buen ejercicio para recordarlo es escribirlas. "La mayor parte de las veces solo nos damos cuenta de que tenemos wifi cuando se cae o cuando la conexión es mala", explica. Esto tiene mucho que ver con saber apreciar el momento y no anticipar lo que está por venir. Es decir, saber agradecer y disfrutar de una ducha caliente en lugar de estar pensando en la discusión que vamos a tener con nuestro jefe cuando lleguemos al trabajo.
Otra manera de multiplicar nuestros momentos de felicidad sin compañía es atreviéndonos a experimentar cosas nuevas. "A veces nos quedamos en el abecé: voy al trabajo, veo mi serie y se acabó", dice la psicóloga. Experimentar algo nuevo, hacerlo solos y descubrir que podemos hacerlo y que nos gusta nos aportará confianza en nosotros mismos, autoestima y bienestar. Cocinar un plato diferente, probar un nuevo deporte o sencillamente experimentar algo que siempre has hecho en compañía. La excusa del tiempo no vale: todo es cuestión de organizarse.
Nuestra vida no es muy distinta de la de la persona que tenemos al lado
Aunque estos consejos no tienen siempre son válidos para todos. Hay casos como los de muchas personas mayores a quienes les gustaría estar acompañados, pero las circunstancias no lo permiten. Manuel Nevado, acostumbrado a tratar con mayores o con personas en procesos de duelo, explica que esas situaciones a veces se alargan durante muchos años: "En psicoterapia decimos que cualquier actividad sostenida en el tiempo, aunque sea desagradable, se mantiene porque estás obteniendo un beneficio de ella". Si le pasa a alguien que está solo sin quererlo, puede tratarse de un miedo al abandono o al rechazo. Esto es lo que hay que aprender a descubrir y sobre lo que hay que empezar a aplicar cambios o asumir responsabilidades. Incluso cuando la responsabilidad es la propia soledad.
Escribir también sirve en estos casos, explica el experto, quien recomienda llevar un diario: se trata de crea el hábito, durante al menos 21 días seguidos, de escribir cada día aquellas cosas que nos pasen, tanto las tristes, como las alegres, como las neutras. "Cuando lo leamos de nuevo, vas a ver que en el fondo, lo que has escrito es la vida misma, la que puede tener cualquier persona de tu entorno", dice Nevado. Veremos, continúa el experto, "que la mayoría de los días vivimos una rutina, que no tiene por qué ser mala". En definitiva, la vida: una sucesión de momentos que, lo importante, es no perderse.
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