lunes, 4 de mayo de 2020

Globalización, tocada pero no hundida

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La globalización ya estaba contra las cuerdas cuando la pandemia asestó su gran golpe. Pero la pandemia ha expuesto las fallas que tenía un sistema que ahora se tambalea



La globalización ya estaba contra las cuerdas cuando la pandemia asestó su gran golpe. A las barreras al comercio y la inmigración, en auge, se les sumaban los cierres de fronteras y las restricciones a los viajes y las exportaciones de material sanitario. Las cifras de comercio están en caída libres.

Pese a ello, el covid no tiene porque separar al mundo. Que el orden mundial se rompa, se amplíe o se vuelva más resistente dependerá de las lecciones que aprendan los líderes mundiales.


Tengamos en cuenta dos de las crisis internacionales más recientes. En 2001, los terroristas de Al Qaeda, protegidos por los Talibanes en Afganistán, atacaron EEUU. En respuesta, el presidente George W. Bush endureció los controles en las fronteras para detener sospechosos. Pero también formó una coalición que derribó a los Talibanes, negoció acuerdos comerciales y destinó miles de millones a combatir el sida en África.

En 2008, la crisis bancaria originada en Estados Unidos puso a la economía mundial de rodillas. Muchos países alejaron a sus bancos de los mercados internacionales. Pero se resistieron a la tentación del proteccionismo, y el presidente Obama impulsó el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica que fue firmado por otros 11 países.


En cualquier caso, incluso los más firmes defensores de la globalización tienen que reconocer las fallas que ha dejado al aire la pandemia. Una es la vulnerabilidad de las cadenas de suministros: al menos 75 países, incluyendo Alemania, han impuesto restricciones a las exportaciones de productos sanitarios. Otra es la dependencia de China. De allí llegan el 42% de las importaciones de equipo de protección personal. Estados Unidos depende de los ingredientes farmacéuticos chinos y de medicinas genéricas como la penicilina, según un informe del Senado supervisado por el republicano Marco Rubio.


La pregunta es, ¿qué podemos hacer contra eso? La autosuficiencia en todo lo que tiene ver con la seguridad nacional está fuera de duda. EEUU no tiene la capacidad ni el conocimiento para producir todo lo necesario. Un tipo de máscaras sanitarias viene de Canadá, los productos químicos para detectar el covid se hacen en Alemania y España y llegan a través de una compañía controlada por Países Bajos. Las vacunas y los tratamientos se están probando por todo el mundo.

Los esfuerzos de Trump por impulsar la industria metalúrgica local en virtud de la seguridad nacional, imponiendo aranceles al acero importado, todavía no ha dado sus frutos.

Tom Bossert, que trabajó en los preparativos para una eventual pandemia para Bush y para Trump, considera que Estados Unidos podría necesitar que la fabricación de productos de importancia crítica como las vacunas se produzca en su propio suelo antes que en otros países más baratos, pero de menos confianza cuando hay una emergencia. Es el tipo de política industrial que los economistas califican como "elegir a los ganadores". "Implementar una política industrial no nos convierte en China. Lo haríamos por intereses concretos, y no expandiéndolo a todos los ámbitos", explica.


Bossert considera que, más allá de determinados productos, EEUU no deberían tener como objetivo reestablecer las cadenas de suministros, sino descentralizarlas para evitar la dependencia de una sola fuente. "No tenemos que hacer toda la penicilina aquí. Pero no quiero depender de que el 65% de nuestros productos farmacéuticos vengan del mismo sitio", dice.

En el Congreso, la preocupación por los planes de China para dominar industrias clave del futuro, que puedan suponer una amenaza a la seguridad nacionalcrece en ambos partidos. La pandemia les ha parecido una llama de atención. El gigante asiático ha suspendido las exportaciones de bienes sanitarios por motivos económicos y estratégicos. Pero Rubio avisa de que un día podrían hacerlo, como ya ha pasado con los minerales raros que tan importantes son para la tecnología.

Rubio considera que ciertas industrias son demasiado importantes para la seguridad nacional como para dejar que salgan de sus fronteras. Predica en favor de establecer incentivos para que mantengan la producción en suelo estadounidense.


En una entrevista ha reconocido que no todos los proveedores extranjeros suponen el mismo riesgo. "Es China, y luego, muy por detrás en la lista, todos los demás", aseguró. Más que imponer aranceles a los aliados en nombre de la seguridad nacional, dice Rubio, Estados Unidos debería darse cuenta de que "la seguridad y la Defensa no son el número de tanques y piezas de artillería que tienes, sino coordinar esfuerzos en cuestiones como las cadenas de suministros". Al senador por Florida le gustaría que las potencias Occidentales se comprometieran a impulsar una alternativa a Huawei para la tecnología 5G.

Ya hay algunos modelos para evitar la destrucción mutua a través del proteccionismo en determinados productos. Singapur y Nueva Zelanda acaban de firmar un acuerdo para eliminar aranceles y exportar material sanitario. Simon Evenett, de la Universidad Suiza de St. Gallen, y Alan Winters, de la Universidad de Sussex, han propuesto una versión del mismo en el que los firmantes se comprometen a restringir exportaciones solo en determinadas circunstancias.

Estados Unidos y sus aliados podrían incluso acordar la creación de un 'stock' de equipo esencial y cooperar para su distribución. Eso es exactamente lo que se hizo tras el embargo de petróleo de Arabia Saudí en 1973: las naciones industrializadas crearon la Agencia Internacional de la Energía y un sistema de reservas, que incluía las de Estados Unidos, como recurso ante una emergencia. Es un argumento útil contra aquellos que piensan que amenazas externas como las pandemias deberían provocar menos cooperación global y no más.


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