Armani haciendo los últimos arreglos antes de la pasarela, en un desfile del 2002 (Roger Hutchings/ Network Photographers)
Lejos de jubilarse, a los 85 años, es el único de los grandes creadores que continúa en activo y mantiene un discurso crítico con la industria de la moda
Es el señor de la moda, y, a día de hoy, el único miembro de la generación de grandes creadores que aún continua a pie de obra. Su mirada azul hielo impone, entrenada para el detalle; hiperexigecia revestida por la ética del artesano. “La perfección es un estado mental. ¿Por qué renunciar a ella?”, dice. Con su calzado deportivo, su pelo plateado y su jersey negro, Armani es mucho más que una marca poderosa. Emana el aura del mito que siempre ha detestado las mitificaciones. Recuerdo cómo me reprobó, la primera vez que lo entrevisté, al preguntarle por su idea de la felicidad: “prefiero hablar de serenidad, que es un estado mucho más fiable”. Asegura que a su edad puede autodescribirse en pocas líneas: “sé aceptar mis méritos y mis faltas en paz. Odio el exhibicionismo, amo el silencio y lo esencial”.
A sus primeros patrones se les denominó arquitectónicos porque eran capaces de toda una proeza: eviscerar el traje. Sacarle las tripas, sí. Vaciarlo por entero, desestructurar el patrón y reconstruir sus órganos. Y, así, eliminó costuras, redujo solapas, redondeó los hombros, moldeó el contorno y, en definitiva, relajó la silueta. Fue el primero en adaptar el traje masculino para las mujeres profesionales, consciente de que no podían resultar ridículas ni impostadas. “Elimino las diferencias entre hombres y mujeres. Le di al hombre la soltura, la flexibilidad, la suavidad de la mujer. Y a la mujer la comodidad y la elegancia del hombre”.
Lejos de jubilarse, como Valentino o Pierre Cardin a sus 85 años sigue creando belleza y opinión. No se ha mantenido al margen de la espectacularización de la moda, criticando a menudo su côté insustancial y su puesta en escena circense. “Acabemos con la moda de circo que insulta a los hombres y los ridiculiza”, declaraba a La Stampa hace diez años, y ya entonces señalaba a tres culpables: el mundo de las finanzas –“la moda está en manos de los bancos”–, la prensa –“me fastidia que se dé espacio en los periódicos a una colección fea”– y los diseñadores –“los hombres no deben ser víctimas del estilismo, ni la pasarela debe convertirse en una mamarrachada”–. También se ha mostrado en numerosas ocasiones contrario a los excesos de la mercadotécnica made in USA que ha pervertido los ciclos de la moda.
En la meca del cine
En los años 80, Hollywood lo elevó a los altares por su vestuario para Richard Gere en ‘American Gigolo’
Nacido en Piacenza en 1934, aquel estudiante de medicina que se quedaba fascinado ante los escaparates de La Rinascente acabaría por aceptar el reto de entrar en el taller de Nino Cerrutti. En los años 80, Hollywood lo elevó a los altares por su vestuario para American Gigolo, una transcendente crítica de Paul Schrader a la sociedad de consumo que ahora cumple su 40 aniversario. Las camisas abiertas hasta el tercer botón de Richard Gere, los pantalones rectos y las chaquetas sueltas que le dan la misma importancia al forro que a las solapas anunciaban la llegada de una masculinidad sensual, sin prejuicios ni armaduras.
Su huella en el cine ha prendido en su moda, que fusiona la artesanía italiana con una factura estética que permanece incorrupta bajo los focos. De hecho los años dorados de Hollywood han sido la base para sus trajes de noche. Y, de Los Intocables de Eliot Ness a Malditos bastardos –donde firmaba el smoking de Brad Pitt–, pasando por El caballero oscuro o El lobo de Wall Street , el sello Armani viste y desviste las psicologías más coloristas. En los noventa fue portada de Time, que exaltaba su gorgeous style, así como sus colaboraciones con el arte. El arquitecto Tadao Ando recibió la encomienda de crear el milanés teatro Armani, inaugurado en 2001, uno de los proyectos al que ha entregado más tiempo y energía. Fue allí, el pasado mes de febrero, cuando el mundo entero supo que algo grave ocurría, pues il imperatore Giorgio había decidido desfilar en privado como medida preventiva ante la crisis sanitaria que se desataría días después.
¿Cómo está viviendo el confinamiento? ¿Ha adquirido nuevas rutinas?
No suelo salir tan a menudo por las tardes, así que para mí el cambio en mi estilo de vida no ha sido tan dramático como sé que lo está siendo para muchos otros. Mi rutina diaria se basa normalmente en un comienzo temprano con ejercicio y un desayuno saludable, seguido de un traslado a mi estudio de diseño y, luego, rondas de reuniones con mi equipo. En este momento, mi día está estructurado más o menos de la misma manera, con un pequeño grupo de colaboradores cercanos y familiares, con quienes comparto mi aislamiento. Aunque ha sido fácil adaptarme a la vida juntos, echo de menos ir a la oficina y tener reuniones y ver gente. Me gusta mirarles a los ojos, en lugar de simplemente escuchar sus voces por teléfono. Así que ahora me levanto, hago algo de ejercicio, desayuno, leo los periódicos y luego reviso algunos correos electrónicos y hago algunas llamadas. Esto va seguido por un almuerzo ligero y luego una siesta corta. Después trabajo hasta las seis, veo un rato la televisión, la cena y una película después de la cena. Trato de mantenerme en contacto con amigos y familiares tanto como sea posible por teléfono y me aseguro de tener siempre un par de horas de aire fresco en el jardín.
Nueva filosofía
Después de la cuarentena, las colecciones de verano permanecerán en las boutiques al menos hasta principios de septiembre”
Al principio de la pandemia, escribió una carta abierta a WWD en la que alentó a aprovechar esta crisis para cambiar. ¿Qué sugiere?
Ahora estamos empezando a entender cuál es el verdadero lujo: la libertad de caminar fuera, viajar, ver a nuestros amigos y seres queridos. En este contexto, es posible que tengamos una actitud muy diferente hacia los bienes de lujo en el futuro. Es posible que apreciemos más las cosas simples de la vida y, por lo tanto, cuando vayamos a comprar artículos, bien podemos hacerlo más cuidadosamente, con más consideración, y apreciarlos aún más por ello. Esta crisis es una oportunidad para desacelerar y realinear todo; para definir un paisaje más significativo. Por ejemplo, he estado trabajando con mis equipos para asegurarme de que, después de la cuarentena, las colecciones de verano permanezcan en las boutiques al menos hasta principios de septiembre, como tiene sentido si están realmente conectadas con la progresión de las estaciones. Y de ahora en adelante procederemos así.
¿La crisis humanitaria del sudeste asiático alerta sobre el error de un sistema de moda basado en la externalización como resultado de la globalización?
No veo eso como el problema. La globalización es una realidad. Si hay un problema en el sistema de moda, no tiene que ver con el dónde se hacen las cosas, sino más bien con los métodos operativos de la moda rápida. Aquí es donde creo que las marcas de lujo han cometido un error: al imitar el ciclo de entrega interminable de la moda rápida con la esperanza de vender más, pero olvidando que el lujo lleva tiempo, conseguirlo y apreciarlo. El lujo no puede y no debe ser rápido. No tiene sentido que una de mis chaquetas o trajes viva en las tiendas durante tres semanas antes de quedar obsoleta, y ser reemplazada por productos nuevos que no son muy diferentes. No trabajo así, y me parece inmoral hacerlo.
Usted fue el único diseñador precavido, que el la pasada semana de la moda de Milán decidió desfilar a puerta cerrada, sin público, solo frente a la cámara. ¿Cree que a partir de ahora los desfiles seguirán siendo indispensables?
Creo que hay una función en mostrar las colecciones en modelos para dar vida a los diseños. Pero que tanta gente alrededor del mundo tenga que volar para verlos es otra cuestión. La decisión que tomé en febrero de llevar a cabo mi desfile de mujer a puerta cerrada y en Livestream fue, por supuesto, provocado por la situación Covid-19, pero también resultó un ejercicio interesante y demostró que hay más de una forma de hacer las cosas de manera efectiva. Definitivamente, creo que va haber un cambio: las marcas pensarán detenidamente cuántos desfiles realizan. Por ejemplo, nosotros actualmente estamos evaluando omitir o reducir al mínimo las precolecciones. Creo que es suficiente mostrar solo una colección que también incluya las precolecciones.
Desfiles sin público
Hay que mostrar la ropa en las modelos, pero que tanta gente alrededor del mundo tenga que volar para verlos es otra cuestión”
¿Cuál es para usted el verdadero valor de la moda en la actualidad?
El verdadero valor de la moda es lo que siempre ha sido: una forma de hacer que las personas se sientan seguras y en su mejor momento, una forma de ayudar a hombres y a mujeres a proyectar la mejor versión de sí mismos, de expresar su carácter interno aportándoles prendas y accesorios que realzan esa personalidad. El marketing puede ayudar a transmitir un mensaje, pero al final las personas decidirán qué está y qué no está de moda. Algo que solo existe en la pasarela o en las páginas de una revista pero que por el contrario no se puede vestir, en realidad no es moda.
¿Resulta la creatividad un refugio en estos momentos o al revés, es un momento difícil para ser creativo?
La creatividad es siempre una fuerza positiva. Y podría argumentar legítimamente que ahora es más importante que nunca usar nuestra imaginación. La imaginación no solo es una forma de explorar mientras estamos aislados, sino que debemos imaginar cómo será el mundo cuando volvamos a él. Necesitamos pensar cómo podemos hacer que sea un lugar mejor para las generaciones futuras.
¿Cree que esta crisis nos hará más fuertes o más retraídos?
Espero que nos haga más reflexivos. Los datos recientes muestran una reducción de la contaminación en las ciudades de China, y aquí también en Milán, el agua más limpia en Venecia, los delfines nadando más cerca de los puertos en Pisa... todas estas señales debemos tenerlas en cuenta cuando la emergencia haya terminado. Como señalé, creo que todos debemos reducir un poco la velocidad.
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