Bruselas se hace la remolona a la hora de conceder el acceso a sus mercados
El Reino Unido suministra a la Unión Europea servicios financieros por valor de 40.000 millones de euros al año, y el sector constituye casi un 7% del PIB británico. Pero a pesar de ello –o quizás debido precisamente a ello–, ni una sola de las más de 1.200 páginas del recién firmado acuerdo comercial post-Brexit está dedicada al asunto. Todo ha quedado completamente en el aire, con la consiguiente incertidumbre para los operadores.
Las razones son múltiples, desde la falta de armonía entre los países de la UE sobre cómo tratar a Londres en el capítulo de las finanzas (Francia quiere quedarse parte del pastel, otros apuestan por la estabilidad) hasta el objetivo de la nueva Gran Bretaña “soberana” de Boris Johnson de mirar más hacia Nueva York, Singapur y Shanghai que en dirección a París, Milán o Frankfurt. Es un capítulo en que, por motivos diversos, ambas partes se sienten fuertes y creen que tienen la sartén por el mango. Los ingleses, porque solo Wall Street puede hacerles sombra en este terreno. Los europeos, porque creen que pueden buscarles las cosquillas.
División
Francia quiere parte del pastel de la City, pero otros países priman la estabilidad
A partir de hoy, acabadas las fiestas, los bancos y las empresas financieras británicos han perdido el “pasaporte” que les permitía operar en cualquiera de los veintisiete países de la UE como si pertenecieran a uno de ellos. A cambio, tendrán que obtener “equivalencias”, que Bruselas concederá de manera unilateral (y puede retirar con un preaviso de solo un mes) en aquellos segmentos del negocio en que considere que las regulaciones británicas, sin ser iguales, tienen los mismos efectos y no provocan distorsión ni competencia desleal.
Por el momento, y a pesar de que las conversaciones duran con mayor o menor intensidad ya cuatro años (desde el resultado del referéndum), la UE solo ha concedido a la City la equivalencia en dos de 39 campos existentes: el comercio de derivados, con carácter temporal para los próximos 18 meses, y las transacciones de acciones irlandesas, por seis meses. El resto, en el limbo.
Impacto
Más de un billón de euros de bancos y firmas de inversión ha sido ya sacado del país
Ambas partes llevan tiempo cooperando para que el aterrizaje en la nueva era que comienza hoy sea lo más suave posible. Los bancos británicos advirtieron ya hace tiempo a sus clientes que las cuentas que tuvieran con ellos en el continente europeo iban a ser cerradas. En cambio, los bancos, aseguradoras y auditoras europeas en Londres han conseguido venia para seguir funcionando normalmente durante por lo menos tres años, después de lo cual habrían de integrarse en el sistema de este país. Esta concesión responde al deseo de la City de no perder más negocio del estrictamente necesario, y también a la fuerza con la que se siente.
A pesar de ello, el impacto lleva tiempo acumulándose, y aunque el avión no se ha estrellado, las turbulencias son considerables y el aterrizaje es de los que hacen pegar saltos. Hasta ahora la City ha perdido 8.000 puestos de trabajo y 1,2 billones de euros (aunque sea de manera nominal) en capital de bancos y firmas financieras que se ha ido a Dublín y otras capitales europeas, para reducir el impacto del Brexit para sus clientes y curarse en salud.
Concesión
Londres ha permitido que bancos, auditoras y aseguradoras de la UE sigan operando
Al no haber por el momento equivalencia, los bonos y la inmensa mayoría de las acciones que compañías financieras del Reino Unido tienen en Europa van a integrarse en pools menos rentables. Hasta ahora, todos los esfuerzos han ido dirigidos a permitir que el comercio de derivados en euros permanezca en Londres a la espera de que haya un acuerdo de equivalencia.
La gran preocupación de los europeos, lo mismo en el terreno de las finanzas que en el de las manufacturas, es que Gran Bretaña no utilice su recién conquistada “libertad” para intentar convertirse en un paraíso de regulaciones mínimas que haga competencia desleal a la UE. El Gobierno Johnson ha ofrecido garantías de que no será así, pero Bruselas no da demasiado crédito a la palabra del primer ministro inglés, y antes de conceder las equivalencias prefiere dejar pasar un poco de tiempo a ver qué pasa.
Trasfondo
Bruselas teme que el Reino Unido suavice sus regulaciones para captar más mercados
La posición británica es que, aunque a grandes rasgos las regulaciones serán las mismas en el futuro a corto y medio plazo, efectuará “retoques” y aplicará sus propias “versiones” de las normativas comunitarias en campos como el de los seguros y las firmas de inversión, para que su sistema resulte más atractivo a las empresas de alta tecnología que quiere atraer. Es algo que no tranquiliza precisamente a Bruselas, temerosa de que el Reino Unido busque la manera de diluir los estándares acordados a escala global.
El ministro de Economía británico, Rishi Sunak, ha dicho que confía en alcanzar un “memorando de entendimiento” para la cooperación reguladora en los servicios financieros en el mes de marzo, que sería un primer paso antes de la concesión –o no– de las equivalencias para que los operadores del Reino Unido vendan sus productos en los países de la Unión Europea. Por el momento Bruselas ha permitido el acceso a sus mercados de las gigantescas firmas de derivados de la City, para garantizar la estabilidad de un sector que mueve billones de euros. Pero se resiste a conceder ese mismo privilegio a los bancos de inversión y a los especuladores en bolsa. El sector de renta variable presenta potencialmente uno de los problemas más espinosos.
Los bancos y las casas de inversión norteamericanos (JP Morgan & Chase, Goldman Sachs, Morgan Stanley, Citigroup, Bank of America...) observan con especial preocupación la batalla entre la City y la UE y han advertido a 10.000 empleados que en cualquier momento a lo largo de los próximos meses pueden tener que hacer las maletas y mudarse a Dublín o al continente. Aunque han sacado ya cientos de miles de millones de euros, prefieren Londres como base y tienen aquí tres veces más capital que en sus subsidiarias europeas, pero creen que el negocio inglés va a sufrir una dentellada. La cuestión es cómo de grande.