El polémico selfi de Princess Breanna en Auschwitz.
Ante la indignación generalizada que suele despertar esta clase de imágenes, uno de los grandes expertos en imágenes del Holocausto, Jackie Feldman, tiene una opinión diferente
En el verano de 2014, una joven tuitera que firmaba en la red social bajo el nick Princess Breanna subió a la red social un selfi en el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, acompañado del emoji de una sonrisa. Ultrajante: “Increíblemente irrespetuoso”. “¿Te estás haciendo un selfi en un lugar donde miles de personas fueron asesinadas?”. “Espero que algún día entienda por qué es tan vergonzoso”.
Fue uno de esos contados episodios de consenso tuitero alrededor de la indignación que causaba el selfi, acompañado por otros signos visuales (el maquillaje y el peinado de la joven, su sonrisa, el hecho de que estuviese dando la espalda al campo de concentración o de que protagonizase el encuadre) que contribuían a la sensación de haber traspasado líneas que nadie debería cruzar. Entre la indignación, hubo quien intentó ver más allá. Sorprendentemente, uno de los que se plantearon que quizá no solo no era para tanto, sino que incluso podía resultar positivo, era el profesor de Sociología y Antropología de la Universidad Ben Gurion Jackie Feldman, también responsable del Centro Raab de Estudios del Holocausto.
El hecho de que sea una mujer, añade, favorece la crítica a su narcisismo y frivolidad, "algo que no habría ocurrido igual si hubiese sido un hombre"
“La imagen, de acuerdo, está compuesta de manera muy cuidadosa, el pelo está perfecto, etc., lo que te lleva a pensar, ¿qué pintas aquí? Pero, pensando, me di cuenta de que los jóvenes de una o dos generaciones después de la mía necesitan representarse de otra manera para sentirse identificados”, razona a El Confidencial. Así que Feldman ha terminado publicando junto a Norma Musih un trabajo en las páginas de Memory Studies que analiza desde un punto de vista bastante comprensivo las nuevas representaciones de Auschwitz, donde ha pasado gran parte de su vida académica, a través de esta clase de imágenes.
Como los autores indican en el estudio, Breanna Mitchell, la joven detrás del nick que recibió miles de mensajes ofensivos después de publicar su selfi, intentó contextualizar su imagen: solía pasar mucho tiempo con su padre aprendiendo historia, y lo último que habían estudiado juntos era la Segunda Guerra Mundial, así que la fotografía era una especie de homenaje a su progenitor. Irónicamente, explica el profesor, tuvo que presentarse ella también como una persona en duelo para justificar haber publicado dicha imagen. El hecho de que sea una mujer, añade, favorece la crítica a su narcisismo y frivolidad, “algo que no habría ocurrido igual si hubiese sido un hombre”.
“Cuando leí hace décadas los libros de Elie Wisel o vi Shoah, de Claude Lanzmann, me emocionaron, pero ¿cuánta gente de esta generación va a sentarse nueve horas delante de una película?”, se pregunta. “Hay que encontrar otras formas de contar la historia”. A Feldman también le incomoda la pose de Breanna, pero recuerda que también le molestaba hace 30 años la necesidad de los turistas de hacer fotos en Auschwitz, por lo que recuerda que hay una continuidad entre aquellos visitantes y los modernos.
“Cuando llevé a un grupo de turistas israelí a Birkenau como parte de mis investigaciones, les dije que quería que dejasen las cámaras porque tenían que recordar que no estaban en Auschwitz-Birkenau, sino en las ruinas de Auschwitz-Birkenau, así que, para visualizarlo mejor, tenían que dejar la cámara”, recuerda. “La respuesta de los profesores y alumnos era: de acuerdo, pero ¿cómo se lo puedo decir a mis amigos? ¿Cómo puedo ser testigo si no tengo una cámara?”. Todos hacíamos selfis, incluso antes de los selfis. Tan solo, no lo parecían.
Un lugar turístico para fotografiar
Uno de los lugares más fotografiados del campo de concentración es el mensaje que decora su entrada principal y que reza “Arbeicht Macht Frei” (“El trabajo libera”), que refleja la irónica y trágica relación entre el trabajo y la aniquilación sistemática de miles de personas. Feldman recuerda que no era la puerta por la que entraban la mayor parte de prisioneros, sino que al diseñar el museo por primera vez en 1947, se tomó la decisión de que los visitantes la cruzasen “como si estuviesen entrando por las puertas del infierno de Dante”. En otras palabras, Auschwitz es un lugar mucho más pensado para ser fotografiado de lo que pensamos.
Las fotos de los políticos "no son menos selfis, aunque no salgan sonriendo"
La cuestión se encuentra en cómo ha evolucionado lo aceptable y lo inaceptable a lo largo de las décadas. El profesor ironiza con la puesta en escena que suelen adoptar los políticos cuando acuden a lugares como Auschwitz. “Muchos de ellos tienen poco interés real, pero acuden a ser vistos y saben lo que tienen que hacer, así que, por ejemplo, nunca pondrán una gran sonrisa”, explica. Más bien, giran la cabeza “como si estuviesen contemplando el horizonte”, y son fotografiados en escorzo, “como si meditasen”.
El profesor recuerda que en el fondo todas esas fotos en blanco y negro que muestran rostros compungidos “no son menos selfis que los de Breanna, aunque esta salga sonriendo a la cámara”. La diferencia se encuentra en que aún no han pasado a ser parte del repertorio aceptable de autorrepresentaciones visuales. Un buen ejemplo son las postales de Auschwitz, que no dejan de ser la comercialización de las imágenes del campo de concentración que empezaron a venderse a principios de los años cincuenta y cuya validez hoy nadie pone en duda.
¿Qué convierte en aceptable una imagen? Dar testimonio. “Cuando distintos grupos, especialmente jóvenes israelíes, van a Auschwitz, su narrativa es que son testigos de los testigos”, explica el profesor. “Se consideran la respuesta al sufrimiento de las víctimas, y estas respuestas pueden ser muy distintas: que necesitamos ser más sensibles ante los abusos racistas o, en el caso de Israel, que hace falta defender el Estado para no volver a ser víctimas. Eso está solo a un paso de decir: si la presencia física es tan importante y el superviviente no puede estar presente porque ha muerto o está enfermo, entonces es mi trabajo hacerme un selfi y dar testimonio de este lugar”.
No es la primera vez que una nueva manera de representación del Holocausto que más tarde terminará siendo popularmente aceptada genera revuelo. Feldman recuerda que en 1999 acudió a un congreso en Yad Vashem, el Centro de Conmemoración de la Shoá en Jerusalén, en el que uno de los ponentes habló de los memoriales del Holocausto que se estaban abriendo como páginas de internet. Muchos de los supervivientes se sintieron indignados: “¡No quiero esa clase de homenaje! Queremos memoriales en piedra, no algo que se pueda borrar al apretar un botón”. “Menos de 25 años después, es algo completamente aceptado”, recuerda el profesor nacido en Nueva York. “Lo hacen sus hijos y nietos, e incluso algunos de ellos participan. Lo que vemos como moralmente aceptable cambia a medida que las cosas se convierten en normales y habituales”.
Una emancipación particular
En su trabajo, Feldman recuerda que hay algo en los selfis de Auschwitz que proporciona una sensación de supervivencia y emancipación. Para ilustrarlo, el profesor recuerda la historia de Adolek Kohn, un superviviente del campo que en 2010 acudió a Auschwitz, 65 años después de su paso por él, se enfundó una camiseta con la palabra survivor y grabó un vídeo con sus descendientes en el que salía bailando I Will Survive.
“Si sus nietos hubiesen ido solos, los guardas les habrían echado y les habrían dicho que estaban siendo irrespetuosos, pero al estar su abuelo con ellos, se interpretó como una victoria ante la muerte o un testimonio de su supervivencia”, explica Feldman. “Lo que ves es que está ahí, que está vivo, que baila y que es feliz: Hitler no triunfó, hemos ganado, hemos sobrevivido. Eso es algo que se ve en muchas de las visitas de israelíes, cuando los supervivientes proporcionan su aprobación, cosas que habrían sido rechazadas se convierten en aceptables”.
¿Qué representan para el profesor los selfis en Auschwitz? “Creo que nos están diciendo que las fotografías y las experiencias físicas han vuelto a ser importantes y que necesitamos cada vez más sentir las cosas para entenderlas, mientras que los intelectuales de generaciones anteriores habrían intentado separar los sentimientos del conocimiento. Los selfis son un eslabón más en una serie de productos: hay juegos interactivos del Holocausto, hay conversaciones interactivas con los supervivientes, como un holograma creado a partir de entrevistas con uno de ellos al que puedes hacerle toda clase de preguntas, o sistemas de GPS que te permiten descubrir quién vivió en cada uno de los barracones. Muchas de estas cosas cambian nuestra manera de aprender y recordar y celebrar a los muertos, y los selfis son una de ellas”.
"Podemos perder a una generación y que piensen que esto es historia antigua"
“Algunos son totalmente condenables porque son muy narcisistas, pero otros quizá no deberían condenarse, porque si no, todas las personas que no queremos olvidar nos quedaríamos a solas con todos estos montones de papeles y libros”, concluye mientras señala la estantería a sus espaldas, abotargada de carpetas llenas de documentación sobre el Holocausto. “Podemos perder a toda una generación y que piensen que esto es historia antigua, libros y papeles que la gente acumula en bibliotecas que se desmoronan”.
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