sábado, 8 de abril de 2023

Mil fuentes de inspiración en Aix-en-Provence



Descripción de la imagen Getty Images


La localidad, destino histórico de turismo termal, atrae a los viajeros por su marcado carácter provenzal





El idilio entre los antiguos romanos y las aguas termales originó cientos de colonias y urbes por cualquier paraje del continente europeo. Esa pasión balnearia puso los cimientos históricos de la actual ciudad francesa de Aix-en-Provence. Incluso se conoce el año de su fundación. Ocurrió en el 123 a. C. y recibió el nombre de Aquae Sextiae, o sea, “las aguas de Sextio”, en homenaje Cayo Sextio Calvino cónsul en aquella época.

Hoy el turismo termal no es la principal razón para viajar a Aix-en-Provence, pero es innegable que en la ciudad antigua existen spas y hoteles que ofrecen baños de lo más saludables. No obstante, no hace falta acudir a ellos para descubrir el intenso vínculo entre este rincón de la Provenza y el agua. Eso es algo que se siente desde el primer instante, ya que los paseos por la localidad siempre tienen como referencia las numerosas fuentes repartidas por sus calles y plazas.

No es extraño su apelativo de “la ciudad de las mil fuentes”. Si bien, como buen sobrenombre, también este tiende a la exageración, ya que los amantes de los inventarios solo han contado unas 500 fuentes. ¡Ya está bien! Las hay monumentales y otras diminutas, unas muy artísticas y otras más modestas, más vetustas o más modernas, pero cada una con su nombre y su pequeña historia. Descubrirlas es parte de la experiencia de visitar Aix-en-Provence.

No hace falta ser un consumado explorador para dar con ellas. Aparecen por todos los lugares de visita esencial. Por ejemplo están frente a la señorial plaza del Hôtel de Ville o en el ambiente dieciochesco de la Place de Albertas. Así como también hay fuentes en torno a la plaza Riquelme, una de las más concurridas, bien sea en las mañanas de mercado o por la tarde cuando surgen las terrazas típicas de las ciudades provenzales.

La Fontaine de la Rotonde, la fuente más popular y espectacular de Aix-en-Provence

La Fontaine de la Rotonde, la fuente más popular y espectacular de Aix-en-Provence

 Mónica Grimal

Entre todos estos puntos se tienden estrechas callejas de trazado irregular y tráfico restringido. Incluso algunos tramos están cubiertos como el célebre Passage Agard. Caminando de aquí para allá es como surgen los emblemas del patrimonio de Aix-en-Provence. Y siendo una urbe más que bimilenaria se dan cita monumentos de diversas épocas, estilos y funciones.

Por supuesto abundan los edificios religiosos, con la catedral de Saint Saveur a la cabeza. Un espacio sacro desde tiempos remotos, ya que aquí hubo un templo romano dedicado a Apolo. El actual recinto católico es digno de una larga visita para apreciar el valioso arte que acoge. Sobre todo el espectacular Tríptico de la Zarza Ardiente del pintor gótico Nicolas Froment.


Las estancias aristocráticas del siglo XVIII del Hôtel de Caumont se han transformado en un dinámico centro artístico

No muy lejos del catedral se pueden ver más iglesias como la de la Madeleine, el convento de los Agustinos, la capilla de los Oblatos con su cúpula elíptica o la iglesia de San Juan de Malta. Precisamente a su lado abre sus puertas el interesante museo Granet. Y también a un paso está el Hôtel de Caumont, cuyas estancias aristocráticas del siglo XVIII se han transformado en un dinámico centro artístico.

En los cortos desplazamientos entre todos estos lugares nunca falta la visión de alguna de esas “mil” fuentes. Puede que se descubra la fuente de los Delfines, la de los Predicadores donde un relieve recuerda al cónsul Sextio que fundó la urbe o la pequeña fuente pintada con el busto de Frederic Mistral, el poeta provenzal que tanto ayudó con sus versos a que la lengua local se mantenga viva.

La fuente de los Cuatro Delfines entre el Museo Granet y el Hôtel de Caumont de Aix-en-Provence

La fuente de los Cuatro Delfines entre el Museo Granet y el Hôtel de Caumont de Aix-en-Provence

 Mónica Grimal

No obstante si hablamos de fuentes en Aix-en-Provence hay que acudir al Cours Mirabeau, la gran arteria del casco histórico. Una singular avenida que destina una de sus aceras a una larga sucesión de edificios palaciegos y oficiales. Mientras que la otra la dominan los toldos de bares y restaurantes, algunos de los cuales guardan lo mejor de la tradición, tanto en su gastronomía como en su decoración.

¿Y las fuentes del Cours Mirabeau? Posee dos, una en cada extremo de la avenida. En la parte alta se encuentra justo a los pies de la estatua del rey René de Anjou, personaje clave en la historia medieval de la Provenza. Mientras que en la otra punta del Cours Mirabeau se despliega la Fontaine de la Rotonde, la más grande y espectacular. Que casualmente también hay que vincular con una estatua instalada a su lado.

Aunque en este caso la figura no se alza sobre un pedestal, sino que es el bronce de un señor a escala natural que parece caminar por la misma plaza que lugareños y forasteros. Ese hombre de barba poblada lleva traje algo antiguo, sombrero, un largo bastón y una mochila a su espalda cargada de pinceles y un caballete plegado. Es la representación del hijo más ilustre de Aix-en Provence: Paul Cézanne, inspirador de gran parte de las primeras vanguardias de comienzos del siglo XX.

Figura de fama y repercusión mundial, pero que pasó la mayor parte de su vida en su ciudad natal, donde también falleció en 1906. Camino desde niño y hasta su muerte por esas mismas calles que visitan los turistas. Un itinerario lo recuerda mostrando el lugar donde nació o los cafés que solía frecuentar, además de pasar ante las casas donde residió o el colegio en el que recibió sus primeras lecciones, por cierto junto a su amigo y futuro escritor Émile Zola.

Las terrazas son un símbolo de la Provenza

Las terrazas son un símbolo de la Provenza

 Mónica Grimal

Esta ruta también lleva al citado Museo Granet que expone hasta diez obras de Cézanne. E igualmente se adentra en el último taller del pintor. El estudio está algo alejado del centro, pero merece la pena visitar este espacio donde el tiempo parece suspendido. Ahí se guardan sus útiles de trabajo, así como jarrones o figuras de yeso que el artista trasladó a sus lienzos. Objetos muy concretos que sus pinceles convirtieron en iconos básicos para el posterior arte cubista y las formas abstractas. Todo gracias a un talento innato y las fuentes de inspiración que encontró durante toda su vida en Aix-en-Provence.


Armando Cerra