Walt Disney y su mujer.
(Getty)
Millones de dólares, varias líneas familiares y mucho en juego han marcado las relaciones entre los herederos del gran Walt Disney
Durante años corrió el rumor de que Walt Disney no estaba muerto, sino criogenizado a la espera de que una varita mágica le devolviera la vida. Por supuesto, era todo una leyenda urbana, pero en el caso de ser cierta, quizá hubiera evitado todo el sufrimiento que su herencia trajo consigo. El mago de Burbank murió en 1966 dejando tras de sí dos hijas y diez nietos. Y era el cofundador de la compañía que llevaba su nombre junto a su hermano Roy O., que tuvo cuatro vástagos. Una red de sucesores y herederos que aunque nunca pasó hambre, complicó el relato y lo alejó del cuento de hadas… O quizá generó nuevas versiones un poco más crueles de los clásicos elementos de hermanas y hermanastras, patitos feos convertidos en cisnes y princesas, en guerreras. Siempre con la bruja capitalista y su ejército de inversores dispuestos a asaltar el reino.
Cuando se cumplen 100 años de la compañía (se fundó el 16 de octubre de 1923), es difícil calcular el valor exacto del patrimonio de la familia Disney. La última estimación, de 2020, fue la que hizo Roy P., uno de sus nietos. Aseguraba que su porción del pastel era de apenas un 3% del total, frente al 20% que tenía su padre. Una fracción ridícula estadísticamente hablando si no fuera porque gracias a su expansión con parques temáticos, plataformas de streaming y la compra de Lucas Films o Fox Entertainment, el valor en bolsa de la empresa matriz de Mickey Mouse se ubica estos días en los 155.000 millones de dólares (unos 146.000 millones de euros). Si sacamos la regla de tres, el patrimonio de los Disney “de sangre” rondaría los 4.650 millones de dólares (4.381 millones de euros).
No está nada mal, desde luego, pero la imagen de los Disney ya no es un tío Gilito nadando en la piscina de monedas de oro, sino todo un clan de lo más variopinto cuya fortuna ha sido un don y un látigo. Así que la pregunta, más que cuánto dinero poseen, sería más bien: ¿a repartir entre cuántos y entre quiénes?
El reino de Walt, el lado creativo de la empresa, quedó en manos de dos princesas. La primera tuvo siete hijos y decidió vivir discretamente. Como en 'La Sirenita', fue la joven la que resultó ser más aventurera. Ariel se llamaba en realidad Sharon, era adoptada y tras probar suerte como actriz, decidió dejar de vivir bajo el ala de su padre y se refugió en el anonimato. En un primer matrimonio con Robert Brown, adoptó también ella a una niña, Victoria, pero con su segundo marido, el millonario Bill Lund, tuvo gemelos. Todos ellos quisieron volver a la primera línea de la actualidad. Victoria, por manirrota y destructiva. Según informaba ‘Hollywood Reporter’, Victoria era capaz de dilapidar 5.000 dólares de la época en una noche en Las Vegas, tenía las manos negras por el consumo de heroína y se sentía reina y señora de los cruceros Disney, hasta permitirse destrozar por completo una de sus suites en una ocasión.
Eran ya los 80 cuando la compañía había sido puesta en manos de alguien que no era de la familia, Michael Esner. Fue contratado para reflotar el barco, sin saber que la labor sería tan literal en lo respectivo a Victoria. Esner le hizo a la heredera pagar los desperfectos. Victoria murió a los 36 años.
A los gemelos, llamados Brad y Michelle, nacidos en 1970, tampoco les fue mucho mejor y lo suyo se pareció más a las hermanastras de Cenicienta. Tras comprobar las escasas dotes para la economía doméstica de su primera hija, y dado que los gemelos habían nacido con algunos problemas de aprendizaje, Shannon les dejó su fortuna a plazos al morir en 1996 a los 56 años y siempre bajo la supervisión de tres fideicomisarios.
Estos les deberían dar 20 millones de dólares cada cinco años hasta agotar los 400 millones que les correspondían pero con una cláusula que especificaba que solo recibirían el dinero en caso de que tuvieran “madurez y habilidad financiera para manejar y utilizar el dinero de una manera prudente y responsable”, que despertó al anti genio de la lámpara.
Las malas lenguas decían que los fideicomisarios convencieron a Michelle para que catalogara a su hermano como incapaz de administrar sus finanzas cuando se acercaba su 35º cumpleaños, acusándolo de que tenía síndrome de Down. El karma le volvió a Michelle en forma de un aneurisma antes de cumplir los 40 que a punto estuvo de acabar con su vida y que activó la maquinaria de la nueva esposa de su padre, Sherry, para readmitirla en casa y heredar su parte. Quisieron declararla incapacitada y pidieron su tutela. Pero Michelle se recuperó contra pronóstico y no fue hasta 2012 que pudo ganar la batalla legal sobre su capacidad financiera. Mientras, Brad, que se quedó del lado de su padre y su madrastra, también se enfrentó a litigios contra su padre y su tía. Él perdió.
En el lado de Roy O., la mente para los negocios de la fábrica de sueños, las cosas empezaron más continuistas, con príncipe heredero incluido. Roy E. tomó las riendas de la compañía en los años 60 y murió en 2009 con 1.600 millones de dólares (el 1% de las acciones) en su poder. Una vida dedicada al negocio familiar, aunque él tuviera la visión de que la expansión que acabó apartando a la familia del negocio. Pero, sobre todo, Roy E. engendró al caballo de Troya de los Disney.
Su hija Abigail quiso revertir las reglas del nepotismo y empezó en el siglo XXI una guerra contra la empresa que llevaba su apellido asegurando que sufría un “complejo de inferioridad” por una fortuna, decía, manchada por la explotación capitalista. Como antídoto, se dedicó a denunciar las prácticas más inmorales de un régimen empresarial con tantas sombras que fue apodado 'la dictadura de Mousolini' (jugando con la palabra mouse, ratón en inglés, y el fascismo italiano).
Esta princesa 'woke', emancipada del príncipe salvador y de la cómoda vida de palacio, utilizó su dinero para producir el documental 'El sueño americano y otros cuentos de hadas' (2019), en el que denunciaba los irrisorios salarios y condiciones de los trabajadores, y para protestar en Davos para conseguir que los ricos paguen impuestos.
En su currículum de Robin Hood moderna figura una detención este mismo año por encadenarse al aeropuerto de East Hamptons para protestar contra el uso de los jets privados. Sus declaraciones contra Bob Iger, el actual consejero delegado de la compañía, son incendiarias y le acusa de haber destrozado la sensibilidad de la compañía y haberla sometido a la implacable maquinaria de la hiperproductividad.
No es la única señal de que las nuevas generaciones están cambiando el relato de Disney. También en este 2023, otro heredero de Disney de la línea de Roy, Charlee Corra, salía del armario como hombre trans y condenó la política de “don’t say gay or trans” del gobernador de Florida, el republicano Ron DeSantis, que prohíbe mencionar las realidades LGTBIQ+ en las escuelas de primaria del estado en el que se ubica Disneyworld. Como hijastro de un nieto del fundador de la compañía, a sus 30 años pudo donar con comodidad 250.000 dólares a la causa a título individual. Así que parece que no andaba mal de calderilla.
¿Colorín colorado, el cuento se ha acabado? Veremos qué pasa en los próximos 100 años y cómo utilizan su dinero las nuevas generaciones Disney.
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