El faro del Brough de Birsay, en la isla principal del archipiélago escocés de las Orcadas.
SHUTTERSTOCK
Paisajes y acantilados sobrecogedores. El poblado neolítico mejor conservado de Europa. Enormes piedras milenarias envueltas en misterio. Barcos hundidos. El vuelo comercial más corto del mundo... El archipiélago de las Orkney, unos 70 islotes salvajes en la punta norte de Escocia, son un secreto que muy pocos quieren desvelar.
Fue una mañana de invierno de 1850 tras una de esas terribles tormentas con las que el Atlántico Norte acostumbra castigar a las Orcadas, en los confines más septentrionales de Escocia. La historia la cuenta una guía de Skare Brae enfundada en un abrigo con el logo de la Scottish Historic Society. Su público es un puñado de visitantes que han llegado una mañana lluviosa a este asentamiento con 3.000 años de historia, enclavado junto a la salvaje bahía de Skaill, en la costa oeste de Mainland, la principal de las Islas Orcadas. Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es el poblado neolítico mejor conservado de Europa.
"Aquella mañana, William Watt, dueño de estas tierras, se da cuenta de que el viento ha arrancado la hierba que cubre las dunas, dejando al descubierto cuatro de estas cabañas", señala la guía. El terrateniente escocés seguiría excavando los siguientes 20 años hasta que el arqueólogo Gordon Childe recogiera el relevo de manera oficial. Hoy en día, lo que vemos en el asentamiento de Skare Brae mientras azota la furia del mar —sólo el escenario es sensacional— es lo más parecido a una casita de muñecas de piedra dividida en diez habitaciones en las que han sobrevivido paredes, pasillos, puertas, cocinas y hasta camas, todo pétreo. La familia de Watt sigue siendo dueña de estas tierras y aquí sigue también su grandiosa mansión, ésta ya del siglo XVII, convertida en un museo.
Skara Brae, el poblado neolítico Patrimonio de la Humanidad.
M. GLEZ.-HONTORIA
Para hacernos una idea, más o menos la mitad de los 3.000 yacimientos de las islas fueron construidos antes que las pirámides de Egipto o el célebre Stonehence. A este último recuerda inevitablemente el Anillo de Brodgar, el enigmático círculo de piedras enclavado en un istmo entre dos lagos. "Hoy vemos sólo 27 piedras de las 60 que hubo", explica Anabel, guía oficial de las Orcadas. Rodeado de un foso y con unos 100 metros de diámetro, cada piedra varía en altura entre dos y cinco metros: puede ser que cada comunidad trajera la suya.
"Es un lugar de culto, pero no sabemos qué tipo de religión profesaban". Ésa es una de las teorías. Otros suponen que los moradores de la isla harían rituales, posiblemente violentos; y otros muchos creen que el anillo fue construido para la observación astronómica de los equinoccios y solsticios. Es difícil saber la verdad, pero esto no hace más que avivar la mística que planea sobre este rincón de Escocia. Y se sigue excavando, así que quizá se desvele el misterio.
Uno de los salones de la histórica Skaill House.
M. GLEZ.-HONTORIA
En la misma zona, el llamado Ness de Brodgar es un yacimiento equivalente en tamaño a ocho campos de fútbol. Desde que fue descubierto en 2003 por unos granjeros que preparaban el terreno para la siembra, los arqueólogos han recogido decenas de miles de objetos. Se ha convertido en la zona cero del Neolítico escocés. Ningún nuevo hallazgo, sin embargo, supera el de la tumba abovedada de Maeshowe o las Rocas de Stenness, cuatro enormes megalitos de seis metros de altura que datan del 3.100 a.C.
UN VUELO DE RÉCORD
Si el viento da tregua en las Orkney, aparecen los midges, los infames y diminutos mosquitos escoceses que surgen de la nada en auténticas bandadas. Es momento de ponerse en marcha. Compuestas por 70 islotes, 20 de ellos habitados por unas 22.000 personas, las Orkney son tierra de pastos y ovejas. No hay árboles gracias, de nuevo, al viento. Lo que hay en ingente cantidad son flores silvestres y pájaros. De hecho es un destino top para el birdwatching, una afición que en el Reino Unido hace furor.
Para saltar de isla en isla hay que coger los ferries... o un pequeño avión que se ha convertido en uno de los transportes más famosos de los cielos. La ruta cubre la distancia que separa las pequeñas islas de Westray, al norte del archipiélago, y Papa Westray o Papay, un poco más allá. Exactamente, 2.700 metros más allá. Según el Guinness World Records, se trata del vuelo comercial más corto del mundo. Con vientos favorables, todo el trayecto puede llegar a durar un total de 53 segundos, y dos minutos si, al revés, el viento no acompaña. Pero aunque esta ruta de Loganair parezca algo ridícula es un salvavidas para las 80 almas que viven todo el año en Papay.
La catedral vikinga de St. Magnus, en Kirkwall.
M. GLEZ.-HONTORIA
Más popular aún que el avión son las bicicletas, sobre todo, en verano, por razones obvias, aunque no es nada extraño experimentar las cuatro estaciones en sólo 24 horas. Las islas están trufadas de senderos deslumbrantes junto al mar. La belleza de sus acantilados y la vida salvaje son sólo algunas de las razones por las que las Orkney, junto a las islas Shetland, han sido elegidas como "el mejor lugar para visitar en 2024" por las guías estadounidenses Frommer's.
Muy cerca de Skara Brae, uno de los iconos naturales inexcusables es el paseo por los acantilados hasta Yesnaby Castle, una enorme pila de mar con arco incluido que corta la respiración. Aunque aún más famoso es otro de estos rascacielos geológicos que llaman el Old Man of Hoy por guardar cierto parecido a una figura humana, eso sí, nada menos que de 137 metros de altura. Para verlo hay que saltar a la isla de Hoy, o coger uno de los ferries que unen la pintoresca ciudad pesquera de Stromness con la costa norte escocesa.
El Anillo de Brodgar, el enigmático círculo de piedra enclavado en un istmo entre los lagos de Stenness y Harray.
M. GLEZ.-HONTORIA
Muy alto también en el ránking de tesoros orcadianos que ver son las Barreras de Churchill, que unen varias de las islas. Fue efectivamente el primer ministro británico quien las mandó construir para proteger el fondeadero naval de Scapa Flow después de que un submarino alemán hundiera en 1939 el HMS Royal Oak con 834 marinos a bordo. Hoy, estas carreteras de hormigón son excelentes rutas para hacer en bici y descubrir restos de naufragios de la época. Se puede incluso bucear entre ellos. Por cierto que los mismos prisioneros de guerra italianos a los que Churchill encargó la construcción de las barreras levantaron una curiosa iglesia con dos cobertizos Nissen, las estructuras prefabricadas de uso militar, que se ha convertido en toda una atracción turística.
Las calles del centro de Kirkwall.
M. GLEZ.-HONTORIA
UNA CATEDRAL VIKINGA
Las Orcadas convierten a la fuerza al viajero en un amante de la naturaleza, pero su capital, la coqueta Kirkwall merece también la pena. Tiene un aire escocés, desde luego, pero también escandinavo. Es sumamente genuina, sin rastro alguno de McDonald's u otras cadenas internacionales. Desde el puerto donde paran tanto los ferries como los cruceros es fácil encontrar su calle principal, repleta de tiendas de ropa de deporte, de artesanía y muchos cafés como Lolz, con olor a deliciosa bollería. También algún que otro pub donde probar las pintas locales. ¿Qué llevarse de recuerdo? Pues un jersey gordo de lana sería lo típico. Y si queremos rizar el rizo, de lana de oveja de North Ronald, una raza endémica que se alimenta de algas, algo bastante insólito para un mamífero.
De tienda en tienda se llega enseguida a la joya de Kirkwall: la catedral de St. Magnus, un vikingo pacífico, conquistador de las Islas Hébridas, al oeste de Escocia, que eligió morir como un mártir antes de desenvainar su espada. Sus restos se guardan en este magnífico templo construido en 1137. Detrás, el Palacio Episcopal cuenta la historia del santo y su conexión con Orkney. Otro lugar para visitar es el Museo de la Ciudad, que se esconde tras la fachada de la antigua casa de un comerciante. Esta exhibición algo laberíntica cuenta la larga historia de estas islas y sirve de introducción a las excavaciones de todos sus hallazgos neolíticos.
Una de las ginebras de una destilería isleña.
M. GLEZ.-HONTORIA
Sólo quedaría visitar alguna de las destilerías locales, que estamos en Escocia al fin y al cabo. Al sur de la ciudad, Highland Park Distillery, una de las más antiguas del país, elabora whisky de malta desde 1798. Y para los amantes de la ginebra, la Kirkjuvagr Orkney Gin cuenta con un centro de visitantes en el mismo puerto de Kirkwall. Los cerveceros, por su parte, deben buscar la The Peedie Bottle Shop, donde venden las cervezas de la Orkney Brewery, otra leyenda de este rincón en el extremo norte de Escocia, donde la furia del mar del Norte se encuentra con el océano Atlántico. Y esto da carácter. Vaya que si lo da.
R. UNIDO
Actualizado Martes, 5 marzo 2024 - 18:21
https://www.elmundo.es/viajes/europa/2024/02/27/65d2162ee9cf4a5b1c8b457c.html
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