- Marcel Fratzcher: "Existe otro país detrás de esta historia de éxito"
- El 60% de los trabajadores germanos gana menos que hace 15 años
Alemania se ha convertido en el niño modelo de la clase entre los socios europeos. Su capacidad para aumentar su cuota exportadora a lo largo de la última década, mientras Europa perdía terreno en el mundo, su saneada situación financiera, sus bajos niveles de desempleo y, sobre todo, su capacidad para resistir los golpes de la gran recesión han transformado a Berlín en el ejemplo a imitar.
El segundo milagro alemán hizo que su economía pasara de ser el enfermo de Europa a principios de este milenio a ser la locomotora del continente. Sin embargo, este milagro tiene sombras peligrosas que ponen en riesgo todo el crecimiento europeo.
"Existe otro país detrás de esta historia de éxito", explica Marcel Fratzcher, presidente del Instituto Alemán para la Investigación Económica, uno de los principales think-tanks del continente. El economista, que ha trabajado en el Banco Central Europeo y en varios organismos internacionales, observa un país que encara un problema de crecimiento, ya que su PIB ha aumentado por debajo de la media de la UE durante los últimos años.
Alemania, además, tiene un desafío importante con el empleo precario, ya que la franja baja del 60% de sus trabajadores gana menos que hace 15 años. A pesar de que el país es conocido por ser ahorrador, este músculo financiero no se convierte en riqueza al estar mal canalizado, ni invertir en educación o prepararse para el envejecimiento de la población. Alemania es también una de las naciones europeas con mayor desigualdad entre sus ciudadanos. Y, sobre todo, continúa con un alarmante problema de inversión.
Las tres ilusiones del país
Como cuenta Fratzscher en su libro La Ilusión de Alemania, el aumento de la distancia entre estas dos Alemanias, la del milagro económico y la que tiene unos pilares no tan robustos, ha llevado a la emergencia de tres ilusiones dentro del país.
La primera es que todas las reformas económicas han sido un éxito y la nación tiene un futuro prometedor por delante. Pero su economía sufre un problema de inversión galopante no sólo en infraestructuras, también en maquinaria, I+D, o educación, donde gasta por debajo de la media de los países desarrollados. La consecuencia es que la competitividad alemana, y su crecimiento, está en riesgo a medio y largo plazo.
La segunda ilusión entre los alemanes es pensar que no necesitan a Europa, ya que son una potencia exportadora global. Sin embargo, más de la mitad de los intercambios comerciales los realiza con el resto de socios de la UE, con quienes mantiene una profunda integración económica y financiera.
Por último, Alemania se considera el pagador de Europa en esta crisis, un papel que estima excesivo al tener que correr con demasiados riesgos y cubrir los errores de los países de la periferia. "Es verdad que Alemania ha dado mucho, y ha tomado muchos riesgos, pero si miras el balance, se ha convertido en uno de los principales beneficiarios indirectos de los programas de rescate", dice Fratzcher, quien además recuerda que gran parte de las decisiones durante la gestión de la crisis han sido influidas por la principal economía de la eurozona.
Un modelo no tan modélico
Alemania ha querido convertir su economía y las reformas que emprendió hace una década, sobre todo en el mercado laboral, en modelo para el resto de los estados miembros. Pero como apunta Sebastian Dullien, del Consejo Europeo para las Relaciones Exteriores (ECFR, por sus siglas en inglés), y profesor de Economía Internacional en la HTW de Berlín, el éxito alemán "no puede servir en su conjunto como un plan de acción para Europa", ya que "algunos elementos del modelo alemán tienen externalidades negativas en sus socios europeos, mientras que otros deprimen el crecimiento económico interno".
Dullien, que pinta un cuadro clínico similar al de Fratzcher en un documento del ECFR, señala que "la resistencia de Berlín a gastar en I+D y en educación rebaja el potencial de crecimiento no sólo en Alemania, sino también en el resto de Europa a través de los efectos de contagio al ralentizar el progreso tecnológico". Un efecto que se amplificaría si todas las economías europeas actuaran igual.
La Comisión Europea también tiene en el punto de mira a la locomotora alemana. El Ejecutivo comunitario finalmente no le abrió un procedimiento por el excesivo y persistente superávit en su balanza comercial, que va a continuar por encima del 7% durante los próximos años. Bruselas alaba este superávit por ilustrar la robusta competitividad alemana, pero también lo considera un síntoma peligroso de la débil demanda interna y la ineficiente asignación de recursos económicos. Sin llegar a poner a Berlín bajo la amenaza de sanciones, la Comisión ha lanzado repetidos avisos y ha pedido a Berlín medidas para estimular la demanda interna, más inversión en capital físico y humano, y mejorar la eficiencia de todos los sectores económicos, en particular en el sector servicios.
Jorge Valero (Bruselas) 10:28 - 6/10/2014
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