domingo, 6 de noviembre de 2011

Draghi, el Dragaminas, rompe con la ortodoxia del BCE


Foto from es.euronews.net

La paradoja se encuentra en el apellido. Trichet no tenía acepción equiparable en castellano. Sus designios eran, por tanto, inescrutables. Sin embargo Draghi responde en su original italiano a alguna de las conjugaciones del verbo “dragar”. Le viene al pelo su sobrenombre al recién estrenado Gobernador del Banco Central Europeo. En su acepción más bélica se puede entender dragar como "la búsqueda y recogida de las minas submarinas que se colocan en zonas navegables en periodo de guerra". Esa es exactamente la tarea que le toca realizar a partir de ahora. Atrapado por la ortodoxia, su antecesor en el cargo había inutilizado las bondades de la política monetaria en tiempos de crisis y había provocado, con su parcialidad en la visión y escasa decisión en la ejecución, que se cuestionara el papel de la única institución en la que ha habido una cesión incondicional de soberanía en Europa, el BCE.
La decisión de bajar hoy los tipos de interés un cuarto de punto, antes de lo que esperaban los analistas y el propio mercado, es más que un gesto de carácter simbólico. Anticipa un nuevo modo de gestionar el precio del dinero y el balance de la institución, de acuerdo con la precaria realidad de buena parte de las economías que integran la zona euro. Han sido clave los últimos datos de actividad industrial en el Viejo Continente dados a conocer este miércoles. Referidos a octubre, planteaban un cuarto trimestre absolutamente dramático de seguir el curso de los acontecimientos como hasta ahora. Así, el PMI agregado se situó en 47’1, por debajo del umbral de 50 que indica expansión. Por primera vez en 27 meses, la propia Alemania bajaba de dicho nivel. Le acompañaban en su visita a los mínimos otras naciones core, como Holanda, y estados periféricos, como Grecia o Italia. Nadie quedaba a salvo con excepción de... la sorprendente Irlanda.
El propio informe de Markit sobre el particular señalaba que producción, nuevos pedidos y exportaciones se habían contraído en esos 30 días del mes pasado al ritmo más rápido de los últimos dos años y medio. Añadía, además, un elemento esencial para resolver la ecuación de porqué Draghi ha actuado de este modo: por primera vez en 19 meses los precios de producción permanecían estables, aliviando el miedo a un rebrote de la inflación similar al que está viviendo Reino Unido, donde el aumento del coste de la vida ya supera nominalmente el 5% frente al 3% de la UE, un porcentaje que la ortodoxia continental consideraría incompatible con acciones a la baja sobre el tipo de intervención. Las políticas de ajuste, los acontecimientos de Grecia y la ralentización de China y otros países emergentes, con su consecuente impacto sobre las materias primas, entre otros, colocan el riesgo pendular futuro en el campo de la deflación. Es lo último que necesita Europa en este momento, que se pospongan las decisiones de compra e inversión. Frente a la amenaza de recesión, había que actuar y había que hacerlo ya.
Draghi cumple de este modo con las expectativas de un sector público y privado que reclamaba al BCE un compromiso con la realidad de sus finanzas. Queda por ver qué ocurre con la otra gran reivindicación que está sobre la mesa: su actuación, al estilo de la Reserva Federal de Estados Unidos, como prestamista de última instancia del sistema, operando a través del mercado primario y secundario y supliendo la falta de apetencia de los inversores privados. Una actividad que hasta ahora ha ejercido de manera timorata, con escasa convicción, como prueban los desmesurados tipos a los que se negocian los títulos a corto plazo emitidos por naciones ya intervenidas. Es cierto que sus propios estatutos limitan su capacidad de acción, pero no es menos verdad que la alternativa está empezando a pintar tremendamente mal. Y su pasado como banquero de inversión le da un sesgo muy distinto al de Trichet sobre la realidad de las cosas. Descartada por la vía de los hechos una armonización fiscal, opción preferente, solo queda que quien tiene la máquina de los papelitos ponga en marcha la rotativa. La primera de las grandes minas se ha sacado del agua sin aparente esfuerzo. ¿Podrá Draghi, el Dragaminas, con la segunda?

Por S. McCoy    from cotizalia.com    03/11/2011

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