El mandato de Ben Bernanke al frente de la Reserva Federal estadounidense concluyó ayer y para la historia económica reciente queda ya como el tiempo en el que el banco central de la mayor economía del mundo activó la maquinaria de inyectar liquidez al sistema como fórmula con la que encarar la crisis más grave desde la Gran Depresión de 1929.
Seis años después de su estallido, la Fed ha comenzado a retirar los estímulos que han permitido sacar la cabezaa la economía estadounidense, pero esa decisión tiene un reverso oscuro que en estos días ha estallado en los mercados emergentes. El derrumbe del peso argentino la semana pasada ha dado la voz de alarma sobre un problema que ya latía en las economías emergentes: cómo afrontar el cambio de rumbo en la política de la Fed, que ha activado la retirada de inversiones de sus economías y ha puesto el foco de los inversores sobre sus aspectos más débiles.
Tras años de fuerte crecimiento en busca de rentabilidad–alentado precisamente por una abundante liquidez suministrada gran mayor medida por la Fed–, numerosos de estos países se encuentran ahora con desequilibrios que tendrán que corregir. Y en una economía global, con fuertes lazos financieros y comerciales, el riesgo que surge ahora es si estas debilidades van a suponer un freno a la recuperación económica en marcha.
¿Por qué el derrumbe del peso argentino la semana pasada ha activado el miedo entorno a los emergentes?
El pasado día 23 la divisa argentina se derrumbó solo en esa jornada el 12%. El Gobierno negó que se tratara de una devaluación, aunque detrás del moviemiento estuvo el freno del banco central a seguir utilizando sus mermadas reservas en moneda extranjera para contener la depreciación de su divisa, imparable desde que, en mayo del pasado año, la Fed avanzara su intención de ir retirando las inyecciones de liquidez. Argentina anunció además un cambio en su política cambiaria por la que ha permitido la compra de dólares a los ahorradores. Esta decisión parece hacer estabilizado el cambio oficial del peso, aunque no el del mercado negro, que ha seguido al alza como reflejo del gran problema que atenaza a la economía del país: un mínimo crecimiento con una inflación desbocada.
Los expertos han advertido que Argentina debe tomar medidas de calado con las que controlar los precios y enderezar su déficit comercial, un mensaje que se extiende a otros países emergentes. En definitiva, Argentina ha activado con la depreciación de su divisa un temor compartido en el mundo emergente y con focos especialmente sensibles. Brasil tiene en su vecina Argentina a su tercer mayor socio comercial, solo por detrás de China y Estados Unidos. La depreciación del peso y la crisis del país puede restar alrededor del 0,2% del PIB brasileño este año, según cálculos de Nomura.
¿Qué poder de contagio tiene la crisis argentina sobre el conjunto de los países emergentes?
Tras el derrumbe del peso, la debilidad del conjunto de las divisas emergentes ha sido generalizada, agravando la tendencia que ya se observa desde mayo del año pasado. En definitiva, se ha activado el temor a una fuga de capitales en estas economías, ahora que los inversores disfrutan en menor medida del colchón que suponen las compras mensuales de activos de la Fed y que se han reducido ya en dos ocasiones, desde los 85.000 millones de dólares al mes que eran habituales a los 65.000 millones de dólares, según lo decidido por la institución en la reunión de este pasado miércoles. Los movimientos de capitales de los últimos días arrojan datos reveladores.
Los fondos de renta variable que invierten en mercados emergentes han sufrido salidas de 6.300 millones de dólares en la última semana, según datos recopilados por Barclays. Se trata de la mayor salida desde agosto de 2011, cuando la crisis se deuda soberana en la zona euro empezaba a manifestarse con fuerza y activaba el interés de los inversores por los valores refugio. En lo que va de año, la cifra asciende a 12.200 millones de dólares, ya cerca a los 15.350 millones que salieron de fondos de Bolsa emergente durante todo el pasado año, cuando ya se conocía la retirada de estímulos de la Fed. Y en contraste con las entradas por casi 50.000 millones de dólares en 2012, en plena abundancia de liquidez.
¿Cuál ha sido la reacción de las autoridades económicas de los países emergentes?
La crisis argentina ha colocado al conjunto de países emergentes bajo la presión de ofrecer argumentos al capital internacional para que revalide su apuesta inversora. Y ante el riesgo de fuga de capitales, algunos bancos centrales han comenzado a subir los tipos de interés para proteger sus divisas y lanzar de paso un mensaje de compromiso de lucha contra la inflación y de equilibrio en las cuentas públicas, aun a costa del crecimiento económico.
El banco central de India fue el primero en dar un paso al frente con una subida de tipos de 25 puntos básicos, hasta el 8%, al que siguió el banco central de Turquía con el movimiento más contundente hasta el momento, un alza desde el 7,75% hasta el 12%. Su intervención apenas ha logrado frenar la depreciación de la lira turca, que ya se debilitó el 17% el pasado año frente al dólar y que cotiza cerca de mínimos históricos contra el billete verde. El banco central de Sudáfrica también subió tipos el miércoles desde el 5% al 5,5%.
¿Es suficiente con las subidas de tipos de interés? ¿Qué reclaman los inversores a los países emergentes?
Los movimientos de tipos de interés de esta semana no han roto ni mucho menos con la debilidad de las divisas emergentes. La marejada sobre estas economías es más profunda y quedaba resumida con rotundidad por Morgan Stanley en un informe publicado estos días. “Las economías emergentes permanecen expuestas al riesgo de un brusco parón. El precio de los activos no solo refleja las expectativas y opiniones de los inversores, sino también un compromiso con los cambios cuando es necesario. Si las autoridades no se comprometen al cambio y las reformas que son necesarias para generar un nuevo modelo de crecimiento, el precio de los activos se ajustará todo lo que sea necesario para generar ese cambio. Pueden si no preguntárselo a España”.
La advertencia que lanzan las firmas de análisis a los países emergentes para que aborden reformas estructurales como las que se le han reclamado a España es reiterada. Y se pueden resumir en la advertencia que lanzaba el BCE en su boletín del mes de enero sobre la economía china, exponente de un país que ya no crece al ritmo desbordante de los últimos años y sobre el que planea el riesgo de una burbuja inmobiliaria y de crédito.
“Aunque China ha avanzado en la reducción de sus desequilibrios externos, los desequilibrios internos –en particular una elevada ratio de inversión y un alto grado de apalancamiento– han seguido aumentando. Para hacer frente a estos desequilibrios habrá que adoptar reformas estructurales de amplio alcance encaminadas a reducir los incentivos que priman la inversión y el ahorro sobre el consumo”, concluye el BCE, en una advertencia que, en mayor o menor grado, los inversores aplican estos días al conjunto de países emergentes. La presión para abordar esas reformas convive este año con una apretada agenda electoral que puede retrasarlas, con elecciones previstas en Turquía, Sudráfirca, India y Tailandia.
¿Hay riesgo de que los problemas emergentes salten a las economías desarrolladas? ¿Estamos ante una nueva crisis de divisas como la de los años 90?
La decisión de la Fed de este miércoles de avanzar en la retirada de estímulos, en otros 10.000 millones de dólares mensuales, es un termómetro de cómo se ha interpretado lo sucedido estos días en el panorama emergente. En su última decisión al frente de la Reserva Federal, Bernanke ha dejado solos a los emergentes y ha actuado conforme a su diagnóstico de recuperación de la economía estadounidense. Un freno a la retirada de los estímulos –que habría supuesto un cambio de planes respecto a las previsiones que manejaba el mercado– habría mandado además el mensaje de que la crisis emergente es de la suficiente magnitud como para afectar a la mayor economía del mundo.
“Lo que sucede en los emergentes se queda principalmente en los emergentes”, defiende en un informe Goldman Sachs, para quien continuará la depreciación de divisas y las alzas de tipos en las economías emergentes como consecuencia “lógica de un reequilibrio de la demanda global”, pero que “no necesariamente presagia una crisis global como ha sucedido en el pasado”.
En 1997, Tailandia rompió la paridad de su divisa con el dólar y desató un derrumbe en el conjunto de emergentes que meses después desembocó en suspensión de pagos en Rusia, Brasil y Argentina. Pero los países emergentes serían ahora menos vulnerables que entonces, con divisas que ya abandonaron la paridad con el dólar y con menor deuda externa en términos generales, sostiene Goldman. En cambio, tendrán que afrontar el desafío de crecer con tipos de interés más elevados.
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