La economía está estancada, el paro sigue siendo crónico, la competitividad empeora y el sistema político se hunde. Ningún país en el mundo desarrollado se enfrenta a unos problemas tan graves como Francia ni necesita más reformas y dinamismo.
Y, aún así, hasta ahora los mercados le han dado vía libre. El mercado bursátil prospera, subido a una ola de entusiasmo por los títulos europeos, los rendimientos de los bonos siguen siendo bajos y la confianza todavía no se ha hecho añicos.
Pero eso no puede durar. Francia está mucho peor que Alemania o incluso España (y casi tan mal como Italia). Por desgracia, no se atisba ninguna reforma política en el horizonte y las únicas alternativas son peores incluso que el sistema fallido actual. Tarde o temprano, los inversores se darán cuenta y empezarán a llevarse el dinero. El desencadenante podrían ser las elecciones europeas de finales de mayo.
Noticias deprimentes
Las noticias económicas que llegan de Francia son deprimentes desde hace tres años y no hacen más que empeorar. Desde 2011, el crecimiento ha promediado apenas el 0,8%, frente al 1,6% de su rival tradicional, Alemania. En el primer trimestre del año, sólo logró un mísero crecimiento del 0,1%, pese al contexto de recuperación de la economía mundial.
El instituto de estadística, INSEE, no prevé más de un 0,3% para el segundo trimestre. El desempleo subió un 0,9% en el último mes y ha aumentado casi un 5% durante el año pasado, hasta superar los 3,3 millones de personas (a pesar de la que podría ser la fase más sólida de recuperación internacional, con descensos bruscos del paro en países como Gran Bretaña, Alemania y Estados Unidos).
En el fondo, la competitividad se ha erosionado progresivamente desde que el país se incorporó al euro. El balance comercial ha pasado de un excedente del 1% del PIB en 1999 a un déficit del 3% del PIB (para un gran país manufacturero como Francia, es una señal clara de que algo está yendo mal). El coste de la mano de obra ha ascendido al ritmo más rápido de las grandes economías de la eurozona desde 2000 y mucho más deprisa que en Alemania, pero no se ha visto compensado por la producción.
Según la consultora londinense Capital Economics, el PIB por hora trabajada apenas ha subido un 16% en Francia entre 2000 y 2013, frente al 18% de Alemania, el 19% de Gran Bretaña o el 25% de Suecia. El país está lastrado por un aparato burocrático que castiga a las empresas y obliga a los empresarios a huir a Londres. El Foro Económico Mundial sitúa a Francia en el puesto 71 de 148 países en términos de eficiencia del mercado laboral, y el 144 en contrataciones y despidos. En la encuesta de facilidad para hacer negocios del Banco Mundial, que engloba a 180 países, Francia ha caído del 31 al 38 entre 2009 y 2013, mientras que otros países como Grecia, Italia o España han mejorado su clasificación.
Quizá, la principal carga sea un Estado que parece haber crecido sin control. El gasto público ya representa nada menos que el 57% del PIB. Este año superará a Dinamarca como un supuesto país capitalista con el mayor gasto estatal del mundo. Sin duda, Francia se acerca a unos niveles en que debería redefinirse como una economía socialista, con un pequeño sector privado. Cada vez se parece más a Cuba, donde el Estado representa el 78% del PIB.
Es extraordinaria la relajación de los mercados ante un panorama económico tan tóxico. Al contrario, reciben cualquier mala noticia de Francia con un encogimiento de hombros decididamente galo. El índice CAC-40 de referencia ha subido de 3,600 hace un año a 4,400. Comercia con un índice de ganancias de precio de 19 y ha aumentado de acuerdo con el DAX alemán y el resto de las grandes bolsas de la eurozona. El mercado de bonos está igual de tranquilo, aunque el país no alcanzará su objetivo de déficit este año y la deuda ya se está acercando al 100 por ciento del PIB. Los bonos a diez años rinden por debajo del 2 por ciento, apenas por encima de Alemania. Se valora como si no pasara nada fundamentalmente mal ni hubiese diferencias reales entre el panorama económico de Francia y Alemania.
Un gran error
Al final, será un gran error. Muchos países se hunden en un desbarajuste económico y salen poco a poco de él. Alemania lo hizo hace una década y España lo está haciendo ahora. En Francia, sin embargo, aunque muchos reconocen los problemas, nadie ofrece soluciones reales. El desventurado presidente François Hollande anunció un giro de 180 grados en su programa anti-empresas a principios de año pero sólo se ha traducido en un par de descuentos fiscales engorrosos.
Algunos comentaristas entusiastas lo han comparado con la llegada de Mitterrand como el nuevo presidente socialista a principios de los ochenta. Pero es una lectura equivocada. Mitterrand heredó una de las economías más fuertes del mundo, se pasó varios años destrozándola con un programa de nacionalizaciones y después lo dejó. Hollande ha heredado una economía débil y necesita idear cómo arreglarla.
Sin embargo, las alternativas son peores todavía. El clima político lo compone Marine Le Pen, líder del Frente Nacional extremista. Podría ganar las elecciones europeas el mes que viene y no deja de aumentar su base electoral. Aunque su partido haya descartado el antisemitismo que le caracterizaba, su programa económico sigue siendo insano. Salir del euro, imponer barreras comerciales, obligar al Banco de Francia a imprimir dinero para financiar el déficit presupuestario y bajar la edad de jubilación a los sesenta es una combinación extraña de izquierdas y derechas que recuerda al nacionalismo económico de los años treinta.
Es fácil entender por qué la gente está enfadada. El empleo escasea, la calidad de vida empeora y el país se deja adelantar por sus rivales. En realidad, Hollande no sabe qué hacer con Francia y sus oponentes tampoco. Al final, la confianza de los inversores en el país se derrumbará y un triunfo de Le Pen podría ser el desencadenante.
Matthew Lynn 7:00 - 28/04/2014
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