Hace más de siete décadas que el químico suizo Albert Hofmann
descubrió por casualidad las propiedades alucinógenas de la dietilamida de ácido
lisérgico, conocida popularmente como LSD.
Desde principios de la década de los años '50 del siglo pasado se llevaron a
cabo cientos de estudios clínicos en todo el mundo con LSD, cuyos resultados
sugerían que esta sustancia podía servir para tratar diversos trastornos como la
ansiedad, la depresión o incluso adicciones como el alcoholismo.
Pero cuando el LSD saltó de los laboratorios a la calle y empezó a ser
utilizado con fines recreativos, pasando a formar parte de la contracultura de
los años '60, las autoridades en la mayoría de países del mundo reaccionaron
prohibiéndolo e ilegalizando todos sus usos.
Habría que esperar hasta principios de los años '90 para que se produjera un
cambio de actitud y se permitiera que algunos equipos de investigadores
retomaran los estudios clínicos con sustancias alucinógenas.
Resultados prometedores
Pese a que todavía sigue siendo un área de investigación minoritaria y la
financiación es escasa, los expertos aseguran que los resultados preliminares
que se están obteniendo en ensayos con sustancias como el LSD, la psilocibina
-un alucinógeno presente en ciertos hongos- o incluso el MDMA, un entactógeno
con efectos psicodélicos conocido como éxtasis, son prometedores.
Hace unas semanas se publicaron en la Revista de Enfermedades Nerviosas y
Mentales las conclusiones del primer ensayo clínico con LSD en más de 40 años y
que fue realizado en Suiza con enfermos de cáncer terminales.
Los investigadores concluyeron que este compuesto, combinado con sesiones de
psicoterapia y administrado en un entorno controlado, ayudó a reducir
considerablemente la ansiedad que los enfermos padecían ante la perspectiva de
la muerte, ayudándoles a hacer frente a sus miedos.
Otros estudios realizados en los últimos años en Estados Unidos y Europa
apuntan que la psilocibina y el MDMA también pueden ayudar a tratar la depresión
y ansiedad en pacientes terminales y otros trastornos como el estrés
postraumático o incluso la adicción a las drogas y el alcohol.
Pese a todo, las autoridades sanitarias se muestran cautelosas frente a estas
investigaciones, entre otros motivos por la falta de predictibilidad de los
alucinógenos, que afectan a cada persona de manera diferente, alterando la
química del cerebro con consecuencias todavía desconocidas.
Además, apuntan que estas sustancias deben ser administradas en entornos
clínicos controlados y que nunca deben tomarse para usos recreativos, ya que
pueden tener consecuencias fatales para los consumidores.
"Efectos positivos"
El doctor Charles Grob, profesor de psiquiatría en la escuela de medicina de
la Universidad de California-Los Ángeles, lleva más de cuatro décadas estudiando
las posibles aplicaciones médicas de diversas sustancias alucinógenas.
Grob empezó a interesarse en este asunto a principios de los años '70, cuando
tuvo acceso a la literatura médica que recogía los resultados de las
investigaciones que se llevaron a cabo antes de que en 1966 el LSD y otros
alucinógenos fueran prohibidos por el gobierno estadounidense.
"Algunos estudios parecían demostrar que ciertas sustancia alucinógenas,
administradas incluso en una sola sesión, tenían efectos positivos para, por
ejemplo, tratar el alcoholismo, logrando que los pacientes se mantuvieran
sobrios por muchos años", le explicó Grob a BBC Mundo.
"También me impresionaron los resultados con pacientes terminales que sufrían
de ansiedad y depresión", señaló el investigador, a quien la Agencia de
Alimentos y Medicinas de EE.UU. (FDA, por sus siglas en inglés) le acaba de dar
el visto bueno para que lleve a cabo un estudio con MDMA para tratar la ansiedad
social en pacientes que padecen de autismo.
Según Grob, el hecho de que en los años '60 los jóvenes empezaran a tomar
alucinógenos con fines recreativos hizo que estas sustancias -"que acabaron
siendo asociadas con el movimiento en contra la guerra de Vietnam"- causaran
gran controversia.
"Creo que en esa época la sociedad no estaba preparada para las drogas
psicodélicas. Eran radicalmente diferentes a lo que estábamos acostumbrados y
había una preocupación legítima de que pudieran causar problemas de salud mental
si se consumían sin supervisión médica, mezclándolas con otras drogas o con
alcohol", apunta el investigador.
A principios de los años '90 Grob recibió la aprobación de las autoridades
para llevar a cabo la primera investigación en décadas para estudiar los efectos
fisiológicos y psicolópgicos del MDMA en pacientes adultos.
Entre 2004 y 2008 también realizó un ensayo clínico en el que se les
administró psilocibina a una docena de pacientes con un cáncer en estado
avanzado que padecían de ansiedad existencial.
Preocupación
Según Grob, los tratamientos con alucinógenos y MDMA podrían ayudar a tratar
a pacientes "con trastornos que suelen ser muy difíciles de curar, como el
estrés postraumático o los trastornos obsesivo-compulsivos o incluso los
desórdenes alimenticios como anorexia y bulimia".
Grob hace hincapié en que "es de vital importancia que los ensayos clínicos
se lleven a cabo en condiciones controladas con profesionales médicos que
cuenten con el entrenamiento adecuado para que puedan guiar a los pacientes a
través de las experiencias alucinatorias y les permitan integrar esa experiencia
en el contexto de la patología que se intentar curar".
"Nos preocupa el uso de estas sustancias por parte de gente que simplemente
tiene curiosidad y que no es consciente de los riesgos que presentan si no se
toman correctamente".
"Los que, por ejemplo toman, MDMA para usos recreativos se exponen a riesgos
en el corto y largo plazo que pueden llegar a ser fatales".
Uno de los investigadores con los que ha colaborado Charles Grob es David
Nichols, profesor de la Universidad de Carolina del Norte y uno de los
fundadores del Instituto Heffter, una organización con base en el estado de
Nuevo México que desde hace dos décadas se dedica al estudio de sustancias
alucinógenas.
Falta de financiación
Según le explicó Nichols a BBC Mundo, uno de los problemas a los que se
enfrentan los investigadores que realizan ensayos con alucinógenos es la falta
de financiación.
"Se necesitaba un apoyo financiero y el gobierno nunca quiso darlo así que
todo los estudios los hemos hecho con aportaciones privadas", apunta
Nichols.
Además, según señala el investigador, "a las compañías farmacéuticas tampoco
les interesa estudiar las propiedades de estas sustancias porque es muy difícil
que con ellas obtengan beneficios".
"El modelo de tratamiento con alucinógenos se basa en la administración de la
sustancia en una o dos ocasiones, mientras que las farmacéuticas quieren vender
medicamentos cuyo consumo se prolongue en el tiempo".
"El objetivo de las farmacéuticas es conseguir beneficios para sus
accionistas y con los alucinógenos no los obtendrían, no sólo porque se toman
una sola vez, sino que además son compuestos que no pueden protegerse con una
patente".
Nichols apunta que el hecho de que las investigaciones con alucinógenos
fueran suspendidas en los años '70 ha hecho que probablemente haya muchas
aplicaciones potenciales que todavía no se conocen.
"Si seguimos obteniendo buenos resultados y la financiación no se corta va a
haber grandes cambios. Los medios y la opinión pública empiezan a prestar
atención. Además, los jóvenes ahora son mucho más abiertos de mente con respecto
a estas sustancias comparados con generaciones pasadas".
"Creo que en 10 o 20 años veremos como algunos alucinógenos serán reconocidos
por sus propiedades médicas y los doctores podrán utilizarlos para tratar a
pacientes", concluye Nichols.
Jaime
González BBC Mundo, Los Ángeles, @bbc_gonzalez 15/04/2015
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