sábado, 19 de abril de 2014

Las lecciones que enseña Japón y que España y Europa deben aprender

 
 
¿Soluciones? Reducir el gasto público, recortar los impuestos e impulsar el consumo
 
La caída de los precios del mes de marzo no se refleja en el gasto de los hogares
 
Japón ha vivido 20 años de deflación excepto el leve rebrote de 2005-2008


 
Las medidas de reestructuración y recortes que han servido para recuperar al enfermo empiezan ahora a intoxicarlo. Una tasa de crecimiento económico esperanzadora, pero todavía anémica, está hoy amenazada por los efectos secundarios de la purga a la que nos hemos sometido. La dinámica de desinflación en Europa; una trayectoria descendente de la tasa de inflación hasta el 0,5%, nos aleja de esa tasa virtuosa del 2% que el BCE considera necesaria para mantener el pulso económico.

En el caso de España, un registro en marzo del menos 1% en el IPC nos coloca -momentáneamente- al borde de una situación deflacionaria.
 
Es cierto que un descenso del nivel general de precios en bienes y servicios significa una mayor capacidad de compra para salarios e ingresos. La otra cara de la moneda es que también supone una dificultad añadida para los sectores endeudados que dejan de beneficiarse de esa rebaja implícita en el proceso inflacionario. La tasa de inflación del 2% que adoptan como objetivo la mayoría de los Bancos Centrales constituye de hecho un descuento al deudor. En cinco años el valor real o poder adquisitivo de cien euros prestados pasaría a tener un valor de noventa mientras intereses, digamos, del 5% se transforman en un mejorado 3%.
 
Para el ciudadano de a pie es otro cantar. Salarios, ahorros e ingresos se ven gravados por ese impuesto insidioso que impone subrepticiamente la inflación. Un proceso que es automático y fuera del control del ciudadano que debe negociar continuamente la actualización de salarios e intereses para mantener su poder adquisitivo.
 

Espiral deflacionaria

Iniciamos el mes con el anuncio de una deflación del menos 0,1% en el IPC de marzo. Una caída de precios que sin embargo no se refleja en el gasto de los hogares cuyo presupuesto doméstico no deja de subir al mismo tiempo que sus ingresos retroceden o están congelados. En esa situación, la única salida posible consiste en reducir gastos. Es esa caída agregada de demanda lo que empieza a manifestarse a nivel macro con creciente intensidad. La famosa espiral deflacionaria. Contracción de la demanda interna, seguida de un aumento de la capacidad ociosa de producción que genera a su vez un estancamiento o, lo que es peor, una contracción añadida de empleo y salarios.
 

El caso concreto de Japón

Una dinámica que en Japón conocen bien y a la que están sometidos desde mediados de los años noventa. Una vez más el reventón de una burbuja crediticia e inmobiliaria fue el detonante que dejó a su sector bancario boqueando en respiración asistida y a la población sufriendo las consecuencias de una tormenta perfecta. Burbuja financiera, pérdida de mercados a la competencia asiática, deslocalización, desfase tecnológico. Las barbas del vecino...
 
El informe del FMI, Why Are Japanese Wages So Sluggish?, por Martin Sommer, nos ilustra sobre el camino que transformó en crónica una situación deflacionaria que aún colea y que ha llevado al Gobierno japonés a tomar medidas desesperadas para remontar la situación con políticas de expansión monetaria, o QEs, como las que ahora contempla el BCE. Medidas que contribuyeron a elevar su deuda pública a la estratosfera del 240% de su PIB en un dilatado trayecto cuyos hitos nos son familiares. Deslocalización de la producción.
 
Desacople entre salarios y productividad. Ampliación de las diferencias salariales en las empresas. Aumento del empleo temporal mal remunerado y con escasa capacidad de negociación. Envejecimiento de la población. Han sido veinte años de desinflación, excepto el periodo 2005-2008, en el que apuntó un leve rebrote de inflación del 0,5% al calor de la subida generalizada de las materias primas. Después, nuevamente un desplome del IPC hasta el menos un 1,5%. Una montaña rusa emocional a la que no fueron ajenos los salarios que sufrieron caídas del 4% en el 2002 y 2009, para acabar en 2013 a niveles salariales del 1999 según datos de Morgan Stanley. Gráfico: Japón, una caída generalizada y continua
 
No es prudente establecer paralelismo fáciles entre Japón y una España en la Unión Europea. No sólo son economías y sociedades diferentes, sino también las circunstancias globales son distintas, pero hay factores desencadenantes que por su similitud merecen ser tenidos en cuenta.
 
Un informe publicado en 2012, Chronic Deflation in Japan por el Banco de Japón, señala como probables causas de ese prolongado estancamiento la contracción del crédito, (secuela de un sector bancario reacio a reconocer y digerir sus pérdidas), a las que se sumó una caída del pulso inversor ante las pobres expectativas de crecimiento. Una situación agravada por la percepción de los consumidores de que los precios no se habían corregido trasladando un yen sobrevalorado que abarataba las importaciones de energía y materias primas, pero que suponía un lastre a la competitividad de sus exportaciones. Un doblete, consumo y exportación, esenciales en cualquier recuperación y que dependen del crédito para echar a andar.
 

Preocupación en la UE

En Europa preocupa, como indica el FMI, que a pesar de los 675.000 millones de euros empleados en sanear el sector bancario, la reestructuración de la deuda en el sector empresarial continúe estancada al no haberse completado el saneamiento de los bancos que arrastran 800.000 millones de euros en activos morosos, el doble que en 2009. Como preocupa ese dato del 0,5% de inflación en la UE -el nivel mas bajo desde 2009- que no es un buen presagio y cuyas posibles ventajas se ven anuladas por la fortaleza del euro que no contribuye en nada a mejorar nuestra competitividad.
 
En España, además, tenemos un problema estructural que nos es propio. Los niveles actuales de desempleo no son ninguna novedad. Durante las recesiones económicas de principios de los años ochenta y la primera mitad de los noventa se alcanzaron cuotas cercanas al 25%. Hoy, con el 25,6% de paro, de los cuales más de la mitad son de larga duración corremos un riesgo significativo de histéresis, que es el palabro técnico utilizado para referirse al desánimo generalizado y a una población en el que el desempleo se hereda de padres a hijos con la consiguiente desintegración social que eso conlleva.
 
No hay soluciones fáciles que no pasen por el esfuerzo individual y colectivo. Soluciones que tienen que pasar necesariamente por una racionalización y reducción del gasto público, que permitan reducir impuestos e impulsar el consumo y la economía productiva. Reducir nuestros elevados niveles de deuda sólo será posible estimulando ese doblete de consumo y exportación. Cualquier medida fiscal que no esté orientada a reducir el fraude y a reducir y simplificar la estructura impositiva es ponernos piedras en el camino.
 
La Gran Recesión ha dejado una herencia de difícil resolución. Por una parte debemos ganar competitividad bajando costes, al mismo tiempo que reconducimos nuestra economía y empleo desde el sector del ladrillo a otras áreas de la economía capaces de generar mayor valor añadido pero que exigen un mayor nivel de formación.
 
Sólo aumentando la productividad se pueden recuperar los salarios de una manera sostenible y para eso es necesario una política fiscal que estimule inversiones racionales que creen valor aportando capital e innovación a los sectores industriales de futuro. Pero en ese proceso de reestructuración también es necesario corregir desequilibrios en la distribución de la rentas entre capital y trabajo.
 
En esta coyuntura deflacionaria en la que es muy fácil entrar pero extremadamente difícil salir, las declaraciones del secretario de Estado, Miguel Ferré, que anuncian que la política del gobierno en los próximos meses estará orientada "a devolver a los salarios el poder adquisitivo que habían perdido durante la crisis" apuntan en la buena dirección. Ahora es el momento, porque la experiencia nos enseña que no hay estabilidad política sin una política económica inclusiva.
 

Crecimiento insuficiente

Los crecimientos proyectados en el 2014 y 2015 en torno del 1% no son lo suficientemente altos para absorber esa importante bolsa de paro y eso crea en la población ocupada un clima de incerteza que lastra el consumo. El camino a tasas del 7% será largo y en un contexto de bajo crecimiento global y creciente inestabilidad geopolítica interna y externa está en peligro la frágil recuperación que se vislumbra. Dinámicas que de concretarse podrían reducir aun más las expectativas inflacionarias y abocarnos a una situación de deflación generalizada en la Unión.
 
¿Qué debemos esperar del anuncio de que el BCE estaría contemplando recurrir a medidas no convencionales llegado el caso? En un país tan homogéneo como Japón, en el que no existen las diferencias fiscales y económicas que conviven en la Unión Europea, el recurso a esas medidas no convencionales, léase expansión monetaria o QE en inglés, no parece haber dado grandes resultados. Es importante resaltar que estamos hablando de un país en que el desempleo es del 3,6% y donde la tasa Nairu está en el 3,5%. Es decir, están ya rozando esa tasa de pleno empleo que se traduce en tensiones inflacionistas y, por lo tanto, contribuye a facilitar esa meta de inflación del 2% prevista para el 2015.
 
El ministro de Finanzas Aso Taro no las tenía todas consigo en una reciente entrevista al Wall Street Journal. La inyección monetaria de 600.000 millones de dólares desplegada y el propósito de duplicar el balance del Banco de Japón en 2014 se ha trasladado una vez mas a la economía especulativa: el Nikkei 300 subió un 50% y los precios del metro cuadrado volvieron a dispararse.
Pero las empresas, claves en la recuperación, continúan reacias a invertir, no acabando de creerse que la deflación está en vías de desaparecer, declaraba el ministro.
 
Hay un elemento preocupante que me temo no es exclusivo a esas latitudes; el programa se denomina candorosamente QQE Quantitative and Qualitative Easing (Expansión en Cantidad y Calidad). Es decir, el Banco de Japón como el BCE con su programa de LTRO no parece muy particular con la calidad de los activos financieros que incorpora sus balances. Se corre el peligro de acabar nacionalizando la deuda en vez de la banca.
 

Moderación salarial

En Japón la moderación salarial ha inducido una acumulación de superávit empresariales ociosos de tal magnitud que, según Morgan Stanley, permitiría a ese conglomerado de grandes compañías apodado Japan Inc aumentar los salarios un 8% durante los próximos 6 años. Hasta ahora, según los sindicatos y por primera vez en años, sólo en el 66% de las grandes compañías del Nikkei los salarios han subido una media del 2%. En el resto persisten niveles de 1999.
 
El verdadero indicador de que tanto en Japón como en España se han superado sus respectivas crisis lo tendremos cuando productividad y salarios crezcan reactivando el consumo. Según el Banco Mundial, Japón exporta el 15% de su PIB. España, el 33%.
 
La conclusión es inescapable: nuestro principal mercado es el doméstico. Oliver Blanchard, alto cargo del FMI, firma la introducción del informe Perspectivas de la Economía Mundial con una significativa nota de aviso: "a medida que los efectos de la crisis se disipan, el panorama puede estar dominado por otra tendencia, el aumento de la desigualdad en los ingresos. Aunque siempre se ha visto la desigualdad como un problema central, hasta ahora no se creía que tuviera fuertes repercusiones en las perspectivas macroeconómicas... un tema que a partir de ahora cobrará cada vez mas importancia en nuestra agenda de trabajo".


Ignacio Nart  12:24 - 18/04/2014

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