La Primera Guerra Mundial dejó desolación y destrucción pero,
durante el conflicto que asoló Europa entre 1914 y 1918, se crearon también
algunos ingenios que sobrevivieron a la contienda y que aún utilizamos hoy a
diario. BBC selecciona los diez inventos más exitosos de la Gran Guerra.
1. Toallas sanitarias
Un material llamado ‘celucotton’ ya había sido inventado por la pequeña
empresa estadounidense Kimberly-Clark (C-K) antes de que la guerra estallara.
El responsable de investigaciones de esa firma, Ernst Mahler, y su
vicepresidente, James C. Kimberly, habían hecho un recorrido por las plantas de
pasta de papel en Alemania, Austria y Escandinavia en 1914. Allí descubrieron un
material cinco veces más absorbente que el algodón y que, producido en grandes
cantidades, se podía fabricar por la mitad de precio.
Por eso se lo llevaron de vuelta a Estados Unidos para comercializarlo.
Cuando Estados Unidos entró en la guerra en 1917 comenzaron a producir el
forro de algodón para la vestimenta de los profesionales sanitarios, a un ritmo
de unos 150 metros por minuto.
Pero las enfermeras de la Cruz Roja en el campo de batalla se dieron cuenta
de que ese material tenía otro posible uso durante su menstruación.
Este uso no oficial fue lo que, finalmente, forjó la fortuna de aquella
compañía.
“El final de la guerra en 1918 trajo como consecuencia una suspensión
temporal del negocio de algodón de K-C porque sus principales clientes –el
ejército y la Cruz Roja- ya no necesitaban sus productos”, asegura la compañía,
que aún existe.
Por eso recompró el excedente al ejército para crear un nuevo mercado.
“Después de dos años de estudio intensivo, experimentos y pruebas de mercado,
el equipo K-C creó una toallita sanitaria hecha de ‘celucotton’ y gasas
finas.
“En 1920 dentro de una pequeña estructura de madera en la ciudad de Neenah,
Wisconsin, las empleadas de la empresa comenzaron a producir las toallas
sanitarias a mano”, según informa hoy la empresa.
El nuevo producto, llamado Kotex (la abreviatura de “cotton texture”, textura
de algodón en inglés), se vendió por primera vez al público en octubre de 1920,
menos de dos años después del armisticio.
2. …y pañuelos de papel
Poner en el mercado las toallas sanitarias era una tarea complicada, en parte
porque las mujeres eran reticentes a comprar el producto de manos de los hombres
que atendían en los comercios.
La empresa propuso a esos negocios que les permitieran comprarlas,
sencillamente, poniendo el dinero en una caja. Las ventas de Kotex se elevaron
después de esta iniciativa, pero no tanto como Kimberly-Clark pretendía.
Así que la empresa buscó un nuevo uso para el mismo material.
A principios de 1920, C.A “Bert” Fourness tuvo la idea de planchar el
material de la celulosa para hacer un pañuelo suave y fino. Tras mucha
experimentación, el famoso “Kleenex” nació en 1924.
3. Lámparas solares
En el invierno de 1918 se estimaba que la mitad de los niños en Berlín
sufrían de raquitismo, una enfermedad en la que los huesos se reblandecen y se
deforman. Por entonces, la causa exacta era desconocida aunque se asociaba a la
pobreza.
Un doctor de la ciudad, Kurt Huldschinsky, notó que sus pacientes estaban muy
pálidos.
Decidió llevar a cabo un experimento en cuatro de ellos. Les aplicó lámparas
de cuarzo y mercurio que emitían luz ultravioleta.
Con el paso del tiempo Hudschinsky notó que los huesos de sus jóvenes
pacientes se hacían más fuertes. En mayo de 1919, cuando llegó el sol del
verano, les puso también a tomar el sol en la terraza.
Cuando fueron publicados, los resultados de su experimento se acogieron con
gran entusiasmo.
Muchos niños de toda Alemania fueron tratados con luz. En Dresden, los
servicios sanitarios infantiles lograron incluso desmantelar las luces de la
calle para que reciclaran en lámparas para el tratamiento de los niños.
Más tarde la ciencia conoció que la vitamina D es necesaria para la creación
del hueso con calcio y este proceso se estimula con la luz ultravioleta.
4.Cambio de hora
La idea de atrasar los relojes en primavera y adelantarlos en otoño no era
nueva cuando comenzó la Primera Guerra Mundial. Benjamin Franklin, uno de los
padres fundadores de Estados Unidos, lo había sugerido en una carta al diario
Journal de París en 1784.
Se desperdiciaban muchas velas en las noches de verano porque el sol se ponía
antes de que las personas se fueran a dormir, explicaba en la misiva. Además, la
luz del sol no se aprovechaba en las primeras horas de la mañana porque la gente
aún dormía.
Ideas similares fueron expuestas en Nueva Zelanda en 1895 y en Reino Unido en
1909, pero no dieron resultados concretos.
La Primera Guerra Mundial fue un acicate para ese cambio. Al enfrentar una
severa escasez de carbón, las autoridades alemanas decretaron que el 30 de Abril
de 1916 todos los relojes que marcaban las 23:00 deberían de dar las 24:00. Así
se aseguraba una hora más de luz a la mañana siguiente.
Lo que comenzó en Alemania como una idea para ahorrar carbón para calefacción
y luz se extendió rápidamente a otros países.
En Reino Unido la idea se puso en pie solo tres semanas más tarde, el 21 de
mayo de 1916. El 19 de marzo de 1918 el Congreso de Estados Unidos estableció
distintos husos horarios.
Una vez la guerra hubo terminado, la iniciativa fue abandonada pero sus
beneficios ya eran conocidos y en los años posteriores se volvió a
implantar.
5. Bolsas o “bombas” de té
Las bolsas de té no se inventaron para resolver ningún problema derivado de
la guerra. Fue un comerciante de té estadounidense quien, en 1908, comenzó a
mandar té en pequeñas bolsas a sus clientes.
Fueron ellos quienes, sea por accidente o por el diseño, decidieron
introducir las bolsas en el agua…y el resto es historia. Esa es la explicación
que da la industria.
Una compañía francesa, Teekanne, copió aquella idea en tiempo de guerra. La
desarrolló para proporcionar a las tropas té en pequeñas bolsas de algodón. Las
llamaban “bombas de té”.
6. El reloj de pulsera
No es cierto que los relojes de pulsera fueran inventados específicamente
para la Primera Guerra Mundial, sin embargo su uso creció exponencialmente
durante este periodo histórico. Después de la guerra era la manera más común de
dar la hora.
Hasta finales del siglo XIX y principios del XX los hombres que necesitaban
saber la hora y los que tenían el dinero suficiente para poder comprar un reloj,
lo utilizaban de bolsillo. Por algún motivo fueron las mujeres las pioneras. La
reina Isabel I de Inglaterra tenía un pequeño reloj que se adhería a su
brazo.
El tiempo adquirió mayor importancia en la guerra, por ejemplo para
sincronizar la hora de los bombardeos. Así, los fabricantes desarrollaron
relojes que dejaran las manos libres a las tropas en el candor de la
batalla.
Los aviadores también necesitaban ambas manos libres…y así, ellos también
tuvieron que tirar por la borda el reloj de bolsillo.
La empresa H. Williamson, que hacía relojes en Coventry, Inglaterra, anotó en
su informe anual de 1916: “Se dice que uno de cada cuatro soldados utiliza reloj
de pulsera y los otros tres quieren adquirir uno lo antes posible”.
7. Salchichas vegetarianas...o "salchichas de la paz"
Uno podría pensar que las salchichas de soja fueron inventadas por algún
hippy, probablemente en los años 60 en California. Pero no. Las salchichas de
soja fueron idea del primer canciller de la República Federal Alemana después de
la Segunda Guerra Mundial.
Durante la Primera Guerra Mundial Adenauer era alcalde de Colonia y cuando el
bloqueo británico se impuso sobre Alemania el hambre comenzó a pesar en la
ciudad. Adenauer tenía una mente ingeniosa e investigó maneras de sustituir los
productos que faltaban, como carne, por otros de los que no había tanta
escasez.
Comenzó utilizando una mezcla de harina de arroz, cebada y harina de maíz
para hacer pan y así sustituir al trigo.
Después de su pan experimental continuó en búsqueda de una nueva salchicha
sin carne. Así se logró la de soja, que fue conocida como “la salchicha de la
paz”.
Adenauer solicitó obtener una patente de su nuevo alimento en la Oficina
Imperial de Patentes en Alemania pero le fue denegada.
Al parecer el contenido de la salchicha era contrario a la regulación alemana
para este producto, o sea, si no contenía carne no se le podía considerar
salchicha.
Tuvo más suerte al intentarlo en Reino Unido, enemigo de Alemania en aquel
tiempo. El Rey Jorge V le dio la patente de la salchicha de soja el 26 de junio
de 1918.
8. Cremalleras
Desde mediados del siglo XIX varias personas habían estado trabajando en
varias combinaciones de ganchos, broches y hebillas para lograr un cierre rápido
y fluido de las prendas de ropa que aislara del frío.
Fue Gideon Sundback, un sueco que emigró a Estados Unidos, quien dio con la
actual fórmula de la cremallera.
Se convirtió en el diseñador jefe de la compañía Universal Fastener Company y
concibió el “cierre sin anclaje”.
El ejército estadounidense los incorporó a sus uniformes y botas,
especialmente para las de la marina. Después de la guerra fueron los civiles
quienes tomaron este testigo y lo generalizaron en su vestimenta.
9. Acero inoxidable
Harry Bearley, de Sheffield, Inglaterra, es el responsable de la invención
del acero que no se corrompe. Según aparece en los archivos de esa ciudad “en
1913, Harry Brearley desarrolló lo que es considerado el primer acero sin óxido,
un producto que revolucionó la industria metalúrgica y se convirtió en uno de
los mayores componentes del mundo moderno.
El ejército británico estaba intentando encontrar un metal mejor para sus
armas. El problema era que los cañones de esas armas se deformaban después de
varios disparos por la fricción y el calor de las balas.
El ejército le pidió Brearley, que era metalúrgico en una empresa local, que
encontrara una solución a este problema y con aleaciones más duras.
La leyenda dice que después de probar a añadir cromo al acero Bearley desechó
algunos de sus experimentos por considerarlos fracasos. Los echó, literalmente,
al montón de la chatarra.
El metalúrgico notó que después de un tiempo esos experimentos no se habían
oxidado.
Había descubierto el secreto del acero inoxidable. Durante la Primera Guerra
Mundial fue utilizado en algunos de los nuevos motores aéreos. Luego se
generalizó en el uso de cubertería y material quirúrgico del que muchos
hospitales dependen.
10. Comunicación con los pilotos
Antes de la Primera Guerra Mundial los pilotos no tenían modo de comunicarse
ente ellos o con tierra.
Al comenzar la Gran Guerra los ejércitos aún necesitaban de cables para
hablar entre sí, pero estos eran a menudo cortados por la artillería o los
tanques.
Modos alternativos de comunicación como corredores, banderas y palomas
mensajeras fueron utilizadas pero no resultaron ser útiles.
Los aviadores tenían que confiar en gestos y gritos...era necesario encontrar
una solución. La comunicación sin cables era la respuesta.
La tecnología por radio estaba ya en funcionamiento pero tenía que ser
desarrollada y esto sucedió durante la Primera Guerra Mundial.
Para finales de 1916 se tomaron pasos decisivos. “Los primeros intentos para
incluir teléfonos en los aviones tuvieron que ser descartados por el ruido de
fondo.
Este problema fue resuelto inventando un casco en el que se instalaron los
auriculares con un micrófono, que bloquea la mayoría del ruido.
Stephen Evans BBC 14/04/2014
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