Fórmulas para no pagar más por dormir solo o una ruta por la Gringo Trail de Sudámerica
Viajar en solitario no es una experiencia que guste a todos, pero tiene sus ventajas. No hay que consultar el plan con nadie, el ritmo lo marca uno mismo, con libertad para hacer lo que le apetezca, cuándo y cómo le apetezca. Resulta más fácil conocer gente y empaparse del destino. Además, si se da el caso, es una de las mejores experiencias para reflexionar y encontrarse a uno mismo. Tener que resolver problemas sin apoyo ayuda a descubrir fortalezas personales desconocidas. Eso sí, resulta más complicado tener a alguien con quien compartir las experiencias acumuladas y, en ocasiones, el gasto es mayor que al viajar acompañado. Actualmente aún llama la atención encontrar a viajeros que recorren el mundo solos, pero es una tendencia en auge y con consejos y destinos que agradecerá especialmente.
1. Cómo evitar pagar más por dormir solo
Tal vez lo que más echa para atrás al viajar solo es tener que abonar un suplemento —que a veces duplica el gasto— al reservar alojamiento: ocupar una habitación que puede albergar a dos huéspedes implica, muchas veces, pagar por la presencia de un compañero invisible.
Para evitar este recargo hay varias fórmulas. La más sencilla es negociar si viajamos en temporada baja, cuando hoteles y operadores de circuitos ofrecen precios especiales y están abiertos a reducir ese tipo de gasto. Otra posibilidad es viajar con empresas especializadas en viajeros solitarios —por ejemplo Exodus Travels, Intrepid Travel o Contiki—, que ofrecen soluciones para compartir habitación con otras personas o alojamientos de uso individual, con suplementos mínimos o nulos. Hay alternativas más caras, como Abercrombie & Kent, que eximen de este tipo de recargos en determinados recorridos.
2. Mesa para uno
La hora de la comida puede resultar el momento más solitario —incluso violento— al viajar sin compañía, pero tiene solución más allá de tener a mano el móvil, un buen libro o un diario de viaje que ocupe los intervalos de espera mientras llega la comida. Cocinar, por ejemplo, es una buena alternativa, y además permite ahorrar dinero. Muchos albergues tienen cocinas para uso de los huéspedes, aunque conviene comprobarlo antes de comprar provisiones. Ceñirse a los productos locales siempre es más barato que tratar de reproducir los platos favoritos de casa; sitios web como hostelcookers.com son una fuente genial de recetas fáciles para cocinar con ingredientes y utensilios limitados.
Si apostamos por socializar, una tendencia en auge son las casas particulares que ofrecen la oportunidad de integrarse en la vida local y disfrutar de una comida maravillosa en buena compañía. En la red Eatwith se pueden explorar los menús de más de 650 chefs en más de 200 ciudades, y reservar un sitio para comer en sus propias casas, por lo general junto a su familia y otros clientes. Existen otras experiencias culinarias distintas, como rutas gastronómicas, clubes para cenar con música en directo, catas de vinos y clases de cocina. Aplicaciones como BonAppetour y Feastly ofrecen este tipo de opciones, así como WeFiFo (de We Find Food, Encontramos Comida), app que reúne a cocineros particulares que se ofrecen como clubes de comida asequibles. Estas propuestas suelen contar con la participación de viajeros solitarios y es una ocasión única de conocer gente nueva.
3. Excusas para conocer gente
Hay muchas formas de conectar con otras personas cuando se viaja solo. Por ejemplo, apuntándonos a un circuito guiado a pie que se organizan en muchas ciudades (a menudo son gratis), que suelen incluir paradas para comer o beber algo, momento perfecto para socializar. También hay aplicaciones diseñadas para facilitar a los viajeros conectarse entre sí (antes incluso de iniciar el viaje), como Tripr, Backpackr o Travelstoke, que pone en contacto a viajeros y lugareños dispuestos a conocerse.
Una fórmula sencilla y de toda la vida es alojarse en albergues, en cuyas zonas comunes la gente cocina y busca pasar un buen rato. Además, muchos de estos alojamientos organizan circuitos, cenas, rutas nocturnas por pubs y otros eventos abiertos a todo el público.
Otras plataformas que facilitan conocer gente nueva son Couchsurfing o Airbnb, concretamente con los anfitriones, que suelen ser además una buena fuente de información sobre el destino; la comunidad Meetup, con casi 30 millones de miembros en 184 países, organiza quedadas en todo el mundo, o redes como Instagram o Travel Massive, a través de la que blogueros de viajes acceden a actividades y eventos por todo el planeta.
4. Gringo Trail, aventura solitaria en Sudamérica
Desde el punto de vista logístico, una buena opción para viajar en solitario por Sudamérica es el llamado Gringo Trail, una ruta clásica que incluye los destinos más populares del subcontinente —de norte a sur, o viceversa—, como Medellín o el parque nacional de Tayrona, en Colombia; Arequipa, el Camino Inca o Machu Picchu en Perú; La Paz y el lago Titicaca en Bolivia; Ushuaia e Iguazú en Argentina, o el parque nacional de las Torres del Paine en Chile.
Una ruta (a pie) que da muchas oportunidades de juntarse con otros viajeros que vayan en la misma dirección, gracias especialmente a que Sudamérica cuenta con una de las mejores redes de albergues, muchos de los cuales organizan circuitos y traslados para facilitar la inmersión en el destino. Pese a todo, viajar solo entraña algunos riesgos y es bueno informarse sobre zonas y actividades potencialmente peligrosas.
Más allá del Gringo Trail, hay aventuras especialmente recomendables para viajar solo por Latinoamérica. Por ejemplo, una ruta en todoterreno desde San Pedro de Atacama (Chile) al salar de Uyuni (Bolivia) a través de paisajes lunares desérticos; los circuitos no suelen salir hasta que se llenan los coches, por lo que es normal viajar con más gente. O lanzarse por la famosa Carretera de la Muerte en la selva de Bolivia, y comentarlo después con otros atrevidos ciclistas con unas cervezas. Si no somos tan aventureros, siempre podemos recorrer las calles adoquinadas de Cartagena de Indias (Colombia) y fotografiar la belleza en tonos pastel de la ciudad.
5. Escapada gastronómica a Vietnam
Si un país invita a comer bien en el sureste asiático es Vietnam. La cocina vietnamita es un imán para los viajeros, no solo por lo sutil en sus sabores y su sobresaliente diversidad; hay muchísimos circuitos organizados de comida callejera y las escuelas de cocina hacen de Vietnam un destino ideal para ir en solitario. El país entero es perfecto para mezclarse con los autóctonos, probar platos locales y beber vino de arroz en sus numerosos mercados regionales; en los principales emplazamientos turísticos, como Hanói, Ho Chi Minh y Hoi An, se encuentra la mayor variedad de actividades gastronómicas.
Son experiencias muy interesantes aprender a cocinar un festín vietnamita en cualquiera de las muchas escuelas que hay por el país, como la Green Bamboo de Hoi An. También desplazarse en mototaxi o conocer el conflicto que marcó una época en Vietnam, en el Museo de la Historia Militar de Hanói o en el Museo de Restos de la Guerra, en Ho Chi Minh. Aunque si hay una visita obligada en Vietnam es hacer una excursión organizada de uno o dos días de Hanói a la bahía de Halong. Las impresionantes columnas calizas atraen a las multitudes, pero aun así son espectaculares.
Una forma de recorrer el país de norte a sur es comprar un billete de autobús de “circuito abierto” entre Ho Chi Minh y Hanói y desplazarse al ritmo que se desee. Cuando se necesite un poco de relax, puede acudir a uno de los fantásticos spas: desde templos de mármol donde recibir tratamientos hasta sencillos salones de masaje regentados por familias, con precios aptos para mochileros.
Los interesados en visitar la neblinosa zona de montaña de Sapa, de interés turístico por su minoría étnica, pueden echar un vistazo a Sapa Sisters. Es un colectivo gestionado por un grupo de avezadas mujeres hmong, que ofrece excursiones privadas personalizadas de un día y otras más largas en las que se duerme y cocina, con la propia guía, en casas particulares. Una buena opción para viajeras que se sientan más cómodas con una guía mujer.
6. Un viaje interior a Indonesia: Ubud para solitarios
Ubud, el centro artístico y espiritual de Bali, es un sitio maravilloso para relajarse, reflexionar y recargar pilas cuando se viaja en solitario. Enclavado entre arrozales de color esmeralda, rodeados de montañas envueltas en la niebla, es un lugar mágico. Es cierto que ya hay más ajetreo de turistas, pero resulta fácil evitar las multitudes. Se puede dar un paseo hasta el Palacio de Ubud, donde vive la familia real de Bali, más o menos en el centro. Y uno puede alojarse en uno de los muchos retiros de salud que salpican las verdes colinas que rodean el pueblo. Como mínimo, hay que darse el capricho de pasar la tarde en uno de los spas del lugar.
Lo suyo aquí es mimar cuerpo y alma, desde yoga hasta reiki, en Taksu Healing Haven. Si se pretende dar alguna clase en el famoso Yoga Barn, ¿por qué no alojarse en él? Este centro de bienestar tiene una preciosa casa de huéspedes con habitaciones individuales y un dormitorio de cuatro camas que suele atraer a una mezcla internacional de viajeros en solitario y pequeños grupos. También está Shambhala Estate, uno de los mejores retiros de salud del mundo, que ofrece completos programas de bienestar. Situado en un precioso enclave, fuera del bullicio de Ubud, este veterano centro tiene un manantial sagrado y dos restaurantes.
El ambiente holístico inunda también su variada y estupenda oferta culinaria, donde abundan las opciones ecológicas, vegetarianas y veganas entre sus bares de zumos, cafés y restaurantes. Los viajeros solos son tan habituales que las preguntas y miradas curiosas que se pueden recibir en el resto de Bali aquí son casi inexistentes.
Además de la experiencia “mística”, hay que vagar por los museos y galerías de Ubud, el Museo de Arte de Neka, el Museo Puri Lukisan y el Museo de Arte Agung Rai. También es casi obligado asistir a una representación de danza balinesa en un teatro tras visitar templos por la ciudad.
7. Clubs, tours y mercadillos para viajeros solitarios en Berlín
Berlín es el sitio perfecto para ir de fiesta. También es de las ciudades más acogedoras e inclusivas de Europa, por lo que es fantástica para recorrerla en solitario. Hay quien dice que es más fácil entrar en Berghain, la discoteca más famosa de la ciudad, si se hace cola solo, y, en verano, las cervecerías con terraza de la capital alemana ofrecen oportunidades fantásticas para hacer nuevos amigos.
En esta ciudad podemos por ejemplo hacer un circuito a pie, guiado o a solas, para ver sus principales atractivos, desde la Puerta de Brandeburgo hasta el Memorial del Holocausto, antes de perdernos en Museumsinsel (Isla de los Museos). Berlín, una de las mejores ciudades para recorrer en bicicleta o en transporte público, está también llena de lugares interesantes alternativos, desde callejones cubiertos de grafitis hasta edificios abandonados, cafés extravagantes, tiendas modernas, mercadillos de fin de semana y un creciente panorama de puestos ambulantes de comida.
Los viajeros solitarios pueden apuntarse a un circuito guiado y gratuito a pie de Original Berlin Tours. Otra propuesta es conocer el arte callejero en la East Side Gallery por Kreuzberg y Friedrich shain, una parte del Muro de Berlín. Para comerse el panorama gastronómico callejero de Berlín solo hay que consultar en Time Out Berlin, donde se anuncian los locales efímeros más recientes. Y al menos habrá que dedicar un fin de semana a recorrer mercadillos, como los de Mauerpark y Boxhagener Platz.
Para dormir, la ciudad está repleta de alberges. Tal vez no sea el más lujoso, pero dicen que JETpak Alternative, en Kreuzberg (donde están muchos de los locales nocturnos), es el mejor si uno viaja por su cuenta ya que no acepta reservas para más de cuatro personas. Atrae a un público sociable y alternativo, y su pequeña zona común tiene un fantástico ambiente de grupo. Si preferimos dormir en algún sitio más céntrico, Casa Camper está justo en el corazón del Mitte. Este impecable hotel-boutique ofrece aperitivos y bebidas gratis todo el día en su sala común, tentempié en la última planta, el lugar perfecto para conocer gente. Además, tiene un gimnasio y sauna 24 horas.
8. Un circuito en grupo por África Oriental
Si queremos ver gorilas en la selva de Ruanda, conocer a un jefe masái en Kenia o avistar a los “cinco grandes” en Tanzania, tal vez sea mejor dejar la soledad por unos días y apuntarse a un circuito en grupo. Aunque la infraestructura turística de África oriental está más desarrollada que en otras muchas partes del continente, no siempre es fácil —ni seguro— moverse en transporte público o conducir, sobre todo si se va solo. Hay operadores económicos de viajes de aventuras, como Intrepid y G Adventures, que suelen ofrecer transporte por carretera y alojamiento en camping. Normalmente, se divide en grupos a los huéspedes para que ayuden con las tareas del campamento, como hacer la comida y fregar los platos, lo que contribuye a crear un ambiente de convivencia
Las propuestas en África oriental son muchas, pero las más icónicas son ver gorilas en Ruanda; navegar entre hipopótamos, elefantes y cocodrilos en el canal de Kazinga, en el Parque Nacional Queen Elizabeth de Uganda; y divisar grandes felinos en uno de los muchos parques de safari. Para descansar, nada como relajarse en las playas de arena blanca de Zanzíbar (Tanzania).
Otra opción, si el bolsillo lo permite, es contratar un circuito guiado privado, que es una forma fantástica de empaparse bien de esta fascinante región, lejos del ajetreo de las paradas de los viajes en grupo. Conviene recurrir a un operador con experiencia en viajes en solitario, como Expert Africa, que ofrece pernoctar, durante los safaris, en campamentos donde no haya muchas parejas de luna de miel.
9. Escapada tropical a Belice
No hay que estar de luna de miel para ir a una isla tropical. Sobre todo, si esta es Cayo Caulker, una de las más bonitas y acogedoras de Centroamérica y un paraíso del submarinismo y el buceo. A poca distancia en ferri desde Ciudad de Belice o el Estado mexicano de Quintana Roo, esta isla de colores pastel, sin coches, siempre ha sido fantástica para quienes viajan solos, gracias a su pequeño tamaño y a su ambiente relajado, perfecto para mochileros. Es fácil dejar pasar los días en la playa, pero hay muchas más actividades que hacer: desde bucear sobre arrecifes multicolor hasta hacer kayak por los lugares menos visitados, ¡aunque siempre atentos a los cocodrilos! Se puede conocer a otros viajeros en la hora feliz vespertina de los bares de reggae antes de disfrutar de la deliciosa cocina criolla en un restaurante o un puesto callejero.
Hay otras propuestas en la isla, como holgazanear en la arena de The Split, playa formada por un huracán que partió Cayo Caulker en dos. El bar The Lazy Lizard, al lado, pone la música y la cerveza. También se puede bucear en la reserva marina de Cayo Caulker, donde abundan las tortugas y los tiburones; tomar ron en un paseo en barco al atardecer con Raggamuffin Tours; avistar manatíes en una excursión al Santuario de Vida Silvestre de Cayo Swallow.
Si se quiere variar un poco de la vida isleña, se puede hacer una excursión de un día a tierra firme para conocer algo más de Belice. Desde Cayo Caulker hay bastantes opciones, como excursiones a las ruinas mayas de Lamanai, ocultas en la jungla hasta que empezaron a excavarse en la década de 1970 y descensos sobre flotadores por el río Sibun, el “río de las cuevas” de Belice. Tal vez haya que esperar a que alguien más se apunte, por lo que conviene inscribirse nada más llegar, para así tener más oportunidades.
El albergue más bonito (y tranquilo) de la isla es el colorido Yuma’s House Belize, a pocos pasos de la terminal de ferri. Tiene cocina compartida, su propio muelle y un precioso jardín con palmeras y hamacas, perfecto para hacer amigos en torno a unas Belikin, la marca de cerveza local. Justo al lado está Dirty McNasty’s Hostel, perfecto para ir de marcha.
10. ‘Road trip’ por la costa este australiana
Recorrer la costa este australiana es una de las experiencias más completas: capitales costeras, pequeños pueblos pesqueros, parques nacionales e infinitas playas desiertas. Y además, el road trip clásico de Sídney a Cairns también es uno de los más fáciles de hacer si se va solo. Conducir por la costa oriental es muy fácil. No hay más que seguir la carretera que serpentea por el perímetro este del país, hacia el interior desde la costa, desviándose para conocer ciudades costeras y pueblos de interior si se desea. Es raro que pase más de media hora sin ver una gasolinera o supermercado, y hay decenas de campings fantásticos para pernoctar y conocer a otros viajeros.
Si no se quiere conducir hay buenas conexiones en autobús entre los principales núcleos turísticos, como Sídney, Byron Bay, Gold Coast, Brisbane, Noosa, Airlie Beach y Cairns. Al anochecer, se pueden ver walabíes y canguros pastando junto a las cunetas. Entre mayo y noviembre es más fácil ver ballenas en su migración mientras se recorre la costa.
No sería un viaje por la costa este de Australia si no incluyera un desvío a Fraser. Esta isla de arena —la más grande del mundo (1.840 kilómetros cuadrados)— es el destino de naturaleza australiano por excelencia. Para evitar el riesgo de estropear un coche de alquiler por sus abruptas carreteras de arena, se puede hacer un circuito de acampada de varios días (por ejemplo con dropbearadventures.com.au), para disfrutar de los atractivos de la isla, como bañarse en las aguas transparentes del lago McKenzie, visitar el pecio del Maheno, conducir entre los imponentes bosques australianos y avistar la especie más famosa de la isla: el dingo.
Y más planes para los viajeros solitarios: extender la toalla en la emblemática playa Bondi, en Sídney, y pasear hasta la de Bronte; recorrer en coche los singulares pueblos y asombrosas cascadas que salpican el interior de la costa norte de Nueva Gales del Sur; ir de excursión a la Gran Barrera de Coral o hacer senderismo por el antiguo abismo esmeralda del bosque pluvial de Daintree, en el norte de Cairns.
En la emblemática capital surfera del estado, Byron Bay, hay miles de plazas de albergue pero, si se prefiere el confort a la marcha, lo mejor es The Atlantic. Las zonas comunes de este B&B céntrico y elegante (con piscina, fuego, cocina y tumbonas a la sombra) crean un fantástico ambiente de camaradería.
Información en www.lonelyplanet.es y en la nueva Guía para viajar solo de Lonely Planet.
https://elviajero.elpais.com/elviajero/2018/05/16/actualidad/1526483591_311840.html
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