La presidenta alemana, Angela Merkel, en una visita al presidente de EE.UU., Donald Trump, en la Casa Blanca (Bloomberg)
Alemania ha sido el gran beneficiario de la crisis del euro provocada por la debacle financiera del 2008. Pero con Trump en la Casa Blanca, Berlín puede estar a punto de comprobar el peligro de basar el modelo de crecimiento en un superávit comercial próximo al 9% del PIB.
Tras las subidas de tipos de la Fed y la miniguerra comercial entre China y EE.UU., la potencia exportadora alemana parece estar atrapada, al igual que sus homólogos exportadores asiáticos, en una pinza destructiva de un dólar fuerte que encarece el precio de los componentes importados y un yuan chino que vuelve a ser el vehículo por el que Pekín garantiza su competitividad. La desaceleración de China, a su vez, y de otras economías emergentes ya incide en las exportaciones alemanas.
La producción industrial germana cayó de forma inesperada en el último trimestre y, aunque no hay peligro inminente de recesión, suenan las alarmas en Europa en un momento de grandes retos políticos. Italia, por su parte, cuyas exportaciones manufactureras compiten con China y Asia, saldrá perjudicada por la nueva configuración cambiaria mundial.
Por si fuera poco, el Brexit empieza a sembrar el miedo, bien porque puede fracasar –una salida descontrolada desataría el caos–, bien porque puede prosperar y crear un ejemplo peligroso para países políticamente insumisos como Italia. Si la Fed pasa de ser el bombero al posible pirómano de la economía mundial, el fin del programa de compra de deuda del Banco Central Europeo amenaza con resucitar el llamado doom loop –bucle del apocalipsis– que, al exponer a los bancos a la crisis de endeudamiento soberano, por poco no provocó el colapso del euro en el año 2011.
La gran incógnita es el impacto de la nueva fase monetaria en los 170 billones (con b) de dólares de deuda pública y privada que arrastra el mundo desde la crisis. Aunque las grandes multinacionales estadounidense han logrado desapalancar desde la crisis, en otros países, notablemente China, Francia, y Canadá, la deuda de las empresas se sitúa en niveles récord (ver gráfico). La colocación de deuda de baja calidad ha sido fácil gracias a los bajos tipos, pero será otro factor de riesgo en un entorno de subidas de tipos.
Es más, incluso en Estados Unidos, las ratios de deuda empresarial frente a sus activos líquidos e ingresos se sitúan en niveles muy altos. El desapalancamiento estadounidense tiene mucho que ver con el mercado alcista en la bolsa que ha bajado el ratio de la deuda de una empresa frente a su capitalización bursátil. Esto ha mejorado el riesgo crediticio como si fuera un aval. Pero con el colapso bursátil, la “garantía” empieza a desvanecer en el aire. “Acceder al crédito no será sea tan fácil tras la caída bursátil, así que habrá recortes de costes y muchas empresas tendrán que reestructurar parte de su deuda”, dijo Steve Blitz. Es más, “la supresión de los rendimientos en el mercado de deuda debido a la política de la Fed ha elevado las inversiones de las familias en la bolsa”, dice Blitz. Estas familias resultarán perjudicadas también por el mercado bajista en la bolsa.
Expresado en el lenguaje de Wall Street, si la expansión cuantitativa realizada por la Fed y por los otros bancos centrales logró reinflar las bolsas y así salvar un sistema ya irremediablemente dependiente de los mercados financieros, se teme que el periodo actual de contracción cuantitativa tenga el efecto contrario
Si además se produce una coyuntura en la que coincidan la inflación, el miedo bursátil y el peligro de recesión, las expectativas se ensombrecerán de forma drástica. El grupo de análisis británico Oxford Economics advierte sobre un riesgo de que la economía mundial navegue hacia un llamado Triángulo de las Bermudas. “Una recesión es improbable en el 2019 (…), pero el peligro es más elevado que en ningún momento desde la gran crisis financiera (2008) y se juntan una serie de riesgos que no tiene precedentes”, advierte Gabriel Sterne, de Oxford Economics. “El gran temor es una contracción fuerte de la liquidez; un evento que tuvo un impacto terrorífico en la gran crisis financiera del 2008”.
De ahí la declaración, el lunes pasado, del secretario del Tesoro de EE.UU. Steve Mnunchin tras reunirse con los seis grandes bancos de Wall Street, de que “existe suficiente liquidez”. Fue una frase que, al evocar aquellos tiempos de miedo escénico en octubre del 2008, tuvo efectos contraproducentes.
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