Oporto, la ciudad de los seis puentes, Portugal (SeanPavonePhoto / Getty Images/iStockphoto)
Una ciudad de paisajes urbanos, salvajes, nuevos, viejos, coloridos, grises y sorprendentes que se quedan anclados en la memoria
Portugal goza de bellos paisajes, verdes y asilvestrados. Un país que actualmente está en auge y que tiene motivos para ello. Los éxitos alcanzados por el Estado a nivel político, social y cultural hacen que sea un destino muy de moda entre algunas celebrities. Como una oruga que sufre un proceso de metamorfosis, vemos en las ciudades lusas esos cambios que están convirtiéndolas en bellas mariposas. Hoy vamos a hablar de una de sus villas más importantes, Oporto, un claro ejemplo de todos estos cambios.
De paseo por Oporto
En su interior, caminos empedrados nos llevan a una ciudad llena de callejuelas, balcones de hierro forjado y edificios monumentales. Entre ellos, cabe destacar los de la avenida de los Aliados, la torre de los Clérigos, la catedral, el palacio de la Bolsa y la iglesia de San Francisco. Allí se palpa el peso de la antigua ciudad, asentada y pacífica como un mar en calma.
Y entre los edificios monumentales y las calles angostas de grises adoquines aparece por sorpresa un tranvía. Más que un medio de transporte útil, estos pequeños ingenios de la tecnología se han convertido en una atracción turística para visitar la ciudad. Muchos son los foráneos que viajan todos los días acompañados de su característico traqueteo. Realmente, el simple hecho de verlos desplazarse es un espectáculo.
Callejeando, descubrimos que las paredes de las casas poseen unos sorprendentes azulejos. Los vamos a encontrar en muchos otros lugares de culto en Oporto, como en la estación de San Bento, la capilla de las Almas o la iglesia de San Ildefonso. Todos estos lugares tienen un denominador común, convierten esos azulejos en arte y lenguaje.
Modernidad y contrastes
Acercándonos al distrito medieval nos encontramos con una imagen del puente más conocido del lugar, el de Don Luis I, una construcción de 385 metros diseñada por un discípulo de Gustave Eiffel, Théophile Seyrig. Por su parte superior, el uso es exclusivo para peatones y para el metro ligero. Hacer fotos desde allí es un verdadero placer, y no hay un mejor lugar desde el que tener una buena panorámica.
Para bajar al muelle tendremos dos opciones: utilizar el funicular o las escaleras de piedra. Para aquellos a los que no les importe tomar aire a mitad de camino, es muy recomendable el recorrido a pie. Combina lo antiguo de la ciudad con grandes y modernas infraestructuras, y en ello se intuyen las prisas de una nueva sociedad en metamorfosis.
Algo que llama la atención es que los grafitis están muy presentes. Estos garabatos aparecen en paredes que se desmoronan, en cristales de escaparates vacíos y en otros lugares descuidados. Un lenguaje visual que crece exponencialmente en muchos rincones de la ciudad.
Dos ciudades en una
Si miramos a nuestro alrededor no hay grandes cambios en el paisaje. Pero aquí descubrimos que, donde nosotros vemos una ciudad, hay en realidad dos. Enfrente de Oporto, situada en el margen izquierdo del río Duero, hallamos Vila Nova de Gaia, otra ciudad portuguesa. Aunque hay un autobús, un metro y un tranvía para llegar hasta Vila Nova de Gaia, en realidad basta con cruzar el puente de Don Luis I por su parte inferior, andando.
Ya en la otra orilla, se llega a la zona donde están situadas las bodegas, en las que se elabora el famoso vino con denominación de origen de Oporto. Dicen que solo contando las ribereñas hay hasta sesenta bodegas. Como si de un ritual ancestral se tratara, es casi obligado deleitarse con su famoso caldo, de intenso sabor y sedosa textura. Observar el trajín de la gente mientras lo hacemos, el vaivén de los barcos y los teleféricos embruja a cualquiera que lo presencia.
El crucero de los puentes
Desde ambos lados del río podemos realizar un crucero para visitar los puentes que unen un extremo de la ribera con el otro. Los cruceros se realizan a bordo de un rabelo, una pequeña embarcación utilizada para transportar las cubas desde los viñedos del valle del Duero hasta las bodegas de Vila Nova de Gaia. Actualmente, estas barcas son uno de los mayores atractivos turísticos de la ciudad, y ofrecen un paseo distinto, de una hora de duración, al alcance de muchos bolsillos.
En su itinerario, navegamos por el Duero desde el puente de Arrábida, el más largo de la ciudad, y hasta el de Freixo, en el extremo este de Oporto. Cruzamos asimismo el famoso puente de Don Luis I, el del infante don Enrique, el de María Pía y el de Sao Joao, este último utilizado únicamente por trenes. Contamos así seis puentes que adornan nuestro camino y unen ambos extremos de la ribera.
Un entorno chispeado de bonitas casas de colores, callejuelas empinadas que suben hacia la catedral y algunos edificios emblemáticos, como el monasterio da Serra do Pilar, en Vila Nova de Gaia.
El séptimo puente
Si algo nos queda claro de Oporto es que no todo es lo que parece. Del mismo modo que hemos descubierto que visitamos dos urbes en vez de una, también descubrimos que todavía quedan en la orilla los vestigios de un séptimo puente que no aparece en la ruta turística: el de Pênsil. Desmantelado tras la construcción del puente de Don Luis I, siguen en pie los restos de su casa del guarda y sus dos pilares.
Desde luego, Oporto no es ese tipo de ciudad que te deja indiferente, sino que más bien nos deja una huella profunda, compuesta porpaisajes urbanos, salvajes, nuevos, viejos, coloridos, grises y sorprendentes que se quedan anclados en la memoria. En cierta manera, cuando uno se marcha de allí, una parte de la ciudad, repleta de placeres y contrastes, se va con nosotros.
Oporto no es ese tipo de ciudad que te deja indiferente
https://www.lavanguardia.com/ocio/viajes/20181227/453738933218/oporto-ciudad-seis-puentes-destino-de-moda.html
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