lunes, 14 de enero de 2019

¿Por qué algunas personas se resisten a los abrazos?

¿Por qué algunas personas se resisten a los abrazos?
Un abrazo tiene incontables beneficios (FG Trade / Getty Images)


Este gesto común y positivo no es bien recibido por algunos personas a causa de su entorno familiar en la niñez, según la ciencia


Dice la tradición que cada vez que abrazamos de verdad a alguien, ganamos un día de vida. Paulo Coelho.
Un abrazo es uno de los gestos más poderosos que lleva implícito muchos y diversos significados, y la mayoría, positivos. Un abrazo de compañerismo, de afecto, de amor o deseo, que se expresa de manera profunda a través del contacto entre dos cuerpos, que manifiestan un tipo de afecto es una señal inequívoca de aprecio entre dos personas. Y aunque existen muchos tipos de abrazos, cada uno orientado a manifestar una función distinta, sorprendentemente, a muchas personas no les gusta recibir abrazos de ningún tipo.
En nuestra cultura, es rara la persona que en ningún momento desea que le den un abrazo, un acto en el que cuerpo siempre está expuesto en todo acto e intercambio social. Durante estos días, ¿quién no hay recibido un gran abrazo de felicitación del Año Nuevo, o quien no lo ha dado? Sin embargo, quizás, te hayas dado cuenta o sabrás qué personas lo han recibido o lo reciben de buen grado, y quienes son más reacias a ese contacto corporal. Un estudio realizado por psicólogos suecos centrado, en exclusiva, en el significado del abrazo en distintas culturas, se llegó a la conclusión de que la reacción que una persona puede tener frente a los abrazos depende de las demostraciones de afecto del entorno familiar en el que creció.

Abrazar, más importante que comer al nacer


A psicóloga Adriana Reyes, autora del blog psicoemocionat asegura que, como humanos, necesitamos el contacto físico desde que nacemos, por encima de nuestras necesidades, incluso, de alimentación. “Harry Harlow, ya demostró cómo cualquier recién nacido necesita, por encima de todo, el contacto físico, ya que le proporciona sensaciones de seguridad y afecto, por encima del alimento”, expresa.
“Un gesto que de no manifestarse o no mostrarse en ningún momento, hace que el niño o la persona naturalice como normal el no contacto físico y, por ende, incluso, lo rechace”, prosigue.Y esto, además, se extiende también al mundo adulto. “Aunque podamos endurecer y curtir nuestro corazón, en lo profundo de nosotros necesitamos amor y contacto para nutrirnos afectivamente”, continúa.
El estudio señala que los niños que crecen en familias donde no suelen practicar las demostraciones de afecto mediante el cuerpo, repiten ese mismo patrón con otros niños, y con los adultos durante toda su infancia. “Estos niños, al final, experimentan cierta “sed de abrazo”, por lo que pueden también volverse hacia el extremo opuesto, es decir, tienen la necesidad de acompañar cualquier muestra de afecto con algún gesto”, añade.

En definitiva, el humano, como animal social, no solo necesita dar o recibir un abrazo sino que, el hecho de hacerlo habitual y muchas veces al día, nos proporcionaría innumerables beneficios hacia nuestra salud emocional. Adriana Reyes nos enumera algunos de ellos como: la seguridad, la confianza, la tranquilidad, reduce el estrés, la angustia y la rabia, nos ayuda a conectar con los demás, aumentado el sentimiento de empatía, nos hace sentirnos aceptados y genera un sentimiento de agradecimiento profundo, entre otras cosas. Un sencillo gesto que no cuesta nada y cuyos beneficios pueden ser inmensos e infinitos.

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