Los aviones de todo el mundo despegan cada año con cientos de millones de asientos vacíos, una ineficiencia que daña los balances de las compañías y muestra la debilidad del sector en el lado de las emisiones. Con el inicio de la recuperación del tráfico tras la pandemia, la ocupación de los vuelos llegó al 68,7% en 2021, 14 puntos menos que en el año récord, el 2019. Esto provocó que a nivel global más de 1.000 millones de asientos en aviones fuesen vacíos, una tendencia que se ha ido reduciendo poco a poco con el paso de los años y el aumento de las ocupaciones, pero contra la que aerolíneas y gestores aeroportuarios luchan cada día.
Si en los primeros meses tras la recuperación de la pandemia el foco de los diferentes actores del sector estaba en la recuperación de rutas, en las últimas semanas, con el fin de las restricciones, las compañías han cambiado sus objetivos y han colocado en el centro la necesidad de llenar esos aviones. En este sentido, hace apenas unas semanas Aena anunció una serie de incentivos que, en función de los destinos, pueden llegar a eliminar la totalidad de la tasa de pasajeros que cobra el gestor aeroportuario.
En este sentido, para vuelos de corto radio (aquellos vuelos con menos de 4.000 kilómetros) y los que tienen como origen o destino países de Latinoamérica -los que más rápido se están recuperando- que consigan una ocupación superior al 80%, Aena bonificará en un 50% la tasa de pasajeros. Por su parte, los vuelos de largo radio que no sean con Latam y superen el 70% de ocupación verán eliminada esta tasa. Estos incentivos se aplicarán entre abril y octubre.
Estas cifras ponen sobre la mesa un impacto ambiental que desde el sector consideran necesario atajar, por lo que ya trabajan en soluciones que les permitan llenar las aeronaves y despegar al 100% de su capacidad.