Ayers Rock. (iStock)
Espacios naturales tan vivos que no permiten la vida humana, algunos no parecen quererla, a otros simplemente tuvieron que echarle el cierre
La globalización hoy en día no es ninguna novedad, pero establece constantes novedades, como por ejemplo lugares a los que viajar. Mires para donde mires, pareciera que ya no queda ni un solo espacio de tierra a donde un 'free tour' no pueda llegar. El mercado global va más allá incluso de lo global: acercarse a la turistificación de otros planetas desde la Tierra es su casilla de salida. La Tierra, al turismo, empieza a quedársele pequeña y entonces emergen de los océanos, islas artificiales, se perforan montañas, se ponen en anuncio los grandes corales del océano pacífico… Se habla de masificación.
En medio de todo contraste, algunos rincones del planeta aún mantienen su propio sonido. El contraste, en realidad, está en ellos mismos, no por su etiqueta de desconocido, sino por lo que son en sí mismos: espacios naturales tan vivos que no permiten la vida humana. Algunos no parecen quererla, otros fueron prohibidos por algunas personas para el resto de la humanidad.
Estos son algunos de los rincones del mundo que aún siguen lejos de esa idea construida durante décadas acerca de lo global como planeta sometido al placer humano:
La bóveda del fin del mundo
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El depósito de semillas más grande del mundo es uno de esos lugares imposibles. Situado en una pequeña isla del archipiélago ártico de Svalbard, en Noruega, en su interior conserva miles de semillas, existiendo en una especie de limbo a 130 metros sobre el nivel del mar. Según explica la BBC, la bóveda del búnker donde aguarda la vida está cubierta de un espeso permafrost, es decir, una capa de hielo permanente congelada, que ayuda a preservar el interior.
La isla, conocida como Spitsbergen, se encuentra a 1.300 kilómetros del Polo Norte y resulta el lugar perfecto para conservar el alimento de un futuro apocalíptico. La falta de actividad sísmica es su primera y gran distinción. Allí, una montaña de arenisca se alza recordando que a 120 metros en su interior está la raíz del mundo.
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Este búnker de semillas, aseguran sus creadores, puede ser vital para conservar, en caso de un gran desastre mundial, una reserva de cultivos que garantice la restauración de las especies, y que no nos falte alimento a los seres humanos. ¿Su funcionamiento? Cada país guarda sus propias semillas vitales para su producción alimentaria, de esta forma el Banco Mundial de Semillas de Svalbard es una suerte de respaldo global. Solo en caso de la peor de las emergencias podrán abrirse sus puertas.
La cueva rupestre de Lascaux
Mucho más cerca nos queda este otro lugar descubierto por cuatro adolescentes en 1940. Un grupo de amigos, un perro desaparecido y, de repente, un agujero en la tierra que abría paso a esta cueva ubicada en Francia, repleta de pinturas rupestres que retratan animales, como caballos y ciervos.
Sus paredes tienen una antigüedad de unos 17.000 años y sirven de lienzo para más de 600 pinturas y 1.000 grabados en total. Una auténtica joya histórica encontrada en plena guerra mundial.
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La llamada cueva de Lascaux se abrió al público en 1948, y desde entonces no paró de ser escenario de curiosidad para miles de personas que acudían a ella a contemplar aquellas formas que albergaba.
Sin embargo, las visitas fueron suspendidas en 1963. Había brotado moho que amenazaba la preservación del arte que, hasta entonces, había sobrevivido al tiempo en condiciones herméticas. La respuesta estaba clara: el lugar debía volver a estar como había estado durante siglos. Así, casi 60 años después, la cueva todavía está en gran parte fuera del alcance del público, aunque se construyó una réplica muy cerca para que puedan visitarla los turistas.
El ombligo del mundo, un monolito sagrado
Conocida anteriormente como Ayers Rock, el monolito de Uluru fue una de las grandes atracciones turísticas durante años, pero desde hace solo unos pocos forma parte de la lista de lugares que el turismo no puede manipular.
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Se trata de uno de los monolitos más grandes del planeta y un espacio sagrado para la población indígena 'anangu'. En su momento, tuvieron que ver cómo miles de personas se acercaban en masa a su tierra protegida, sin ningún pudor o tacto por sus tradiciones, y sin conocimiento de la historia que la rodeaba, los turistas se agolpaban para escalarla.
Quienes acudían podían intentar llegar hasta la cumbre, a 348 metros de altitud, pero eso significaba enfrentarse a un calor extremo: las temperaturas en verano pueden alcanzar los 47 grados centígrados.
El 25 de octubre de 2019 fue el último día en que se permitió a las personas escalar la roca, antes de que un decreto de prohibición entrara en vigor. Aquel día volvieron a formarse largas colas de turistas... y nunca más.
Una isla venenosa
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Es la segunda mayor concentración de serpientes por área en el mundo, una cifra solo superada por Isla Shedao, en China. En este lugar podrías encontrarte alrededor de 45 de estos animales por hectárea, aproximadamente lo que equivale al tamaño de un campo de fútbol. Por supuesto, tiene mucho que ver con sus restricciones particulares a las personas.
Conocida como Ilha das Cobras (isla de las cobras), la Ilha da Queimada Grande es una pequeña isla rocosa, agreste, sin playas y de difícil acceso, ubicada a 35 km de la costa de São Paulo, en Brasil. Aunque la población europea llegó a ella en 1532 en la expedición colonizadora de Martim Afonso de Souza, su historia, por supuesto, no comienza entonces.
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Según los expertos, este montículo aislado se formó a finales de la etapa de la última glaciación, hace unos 11.000 años, cuando subió el nivel del mar, separando el cerro (que formaba parte de la Serra do Mar) del continente, y convirtiéndolo en una isla.
Curiosamente, solo los investigadores pueden llegar a ella hoy en día, desde que el gobierno brasileño prohibió a cualquier persona pisarla como medida de precaución. Lagartijas, anfibios, artrópodos… y una especie de serpiente altamente venenosa, que se diferencia de sus parientes terrestres porque su cabeza con forma de gran lanza dorada la convierte en una especie de víbora de pozo endémica de Queimada Grande. Una sola mordedura de este animal basta para evitar que las aves de las que se alimenta puedan volver a emprender el vuelo.
Por
C. Macías
09/04/2022 - 15:14 Actualizado: 09/04/2022 - 15:14
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