Turistas soviéticos relajándose en el río Moskva en Moscú, Rusia en 1972.
(Wikimedia Commons)
La concepción del tiempo libre de los soviéticos difería mucho de la de nosotros, los occidentales, a pesar de ser unos de los primeros países en conceder este derecho a los trabajadores
La Unión Soviética introdujo lo que hoy conocemos por "vacaciones" mucho antes que el resto de países desarrollados. Hay que tener en cuenta que antes del siglo XX no existía como tal un "derecho a vacaciones". En 1922, el Código Laboral Soviético otorgó a los trabajadores mayores de 18 años un mínimo de dos semanas remuneradas de tiempo libre al año y a los menores de edad se les asignaba un mes completo. En Francia, un país en el que las ideas marxistas habían calado mucho antes en la sociedad (con la Comuna de París), no llegaron hasta 1936. En España, este derecho llegó con la Segunda República, en 1918, con la Ley del Contrato del Trabajo, que introdujo una semana de vacaciones al año.
Visto así, las vacaciones en la Unión Soviética eran mucho más largas en comparación al resto de países occidentales. Podríamos pensar, en una suposición muy reduccionista, que tras la Revolución y el derrocamiento del régimen zarista la sociedad había avanzado hacia un estado comunista en el que los trabajadores habían tomado las riendas, por lo que ello les habría llevado a una mejora sustancial de sus condiciones de vida respecto a las de los empleados occidentales. El sueño de Marx por fin se había hecho realidad. La sociedad sin clases echaba a andar, con Vladímir Lenin al frente. El dirigente comunista expropió las tierras de los nobles para dárselas a los campesinos, universalizó la educación y blindó a los trabajadores con derechos muy avanzados para la época, como las ocho horas de trabajo diario o un sistema de pensiones. Y, sobre todo, logró modernizar la sociedad rusa a golpe de trabajo industrializado.
"El régimen animó a los trabajadores a irse de vacaciones con grupos de personas desconocidas en lugar de con sus amigos y familiares"
Para cuando Stalin llegó al poder, en 1922, todo cambió debido a una aceleración intensa de la industria y la economía. "Con la adopción del primer plan quinquenal en 1928, el gobierno inauguró la política de alentar por todos los medios el aumento de la producción", explica el historiador Paul Haensel en un artículo titulado El trabajador bajo el comunismo (1917-1941). "Con el fin de lograrla, la medida más importante fue la introducción de una semana ininterrumpida. Esto significaba que las fábricas funcionarían continuamente, aun los domingos, y que el trabajo iba a ser organizado sobre una fase de tres relevos. Cada obrero trabajaría siete horas al día durante cuatro días, con un día libre después; y los trabajadores fueron organizados de un modo tal que se adaptaban al continuo flujo de las operaciones de las fábricas".
El sueño del "taylorismo proletario"
Esto es importante para entender, a grandes rasgos, la concepción que tenía el régimen soviético del tiempo libre, quedando este subordinado a un interés productivo. A saber, este tiempo no estaba destinado a que el obrero se divirtiera, como lo tenemos interiorizado en nuestra cultura occidental, sino para que descansara bajo el propósito de seguir siendo productivo. Lenin, después de rechazar con ahínco la "gestión científica" del trabajo propuesta por el norteamericano Frederick Taylor, quien introdujo la división de tareas en unidades concretas para así mejorar la eficiencia y extraer el mayor rendimiento de la mano de obra, en 1918 abogó por la adopción de este modelo bajo la organización socialista. Lo que el pensador revolucionario antes consideraba como una esclavitud humana frente a la máquina, más tarde figuró en su cabeza como el sueño de un "talyorismo proletario", tal y como explica el filósofo Benjamin Noys en su libro Velocidades Malignas (Materia Oscura, 2018).
"Todos formaban parte de un colectivo. En la URSS, después de todo, la colectividad era la unidad social más importante, no la familia"
"Este sueño tenía como objetivo minimizar el trabajo mediante el aumento de su productividad, de tal modo que los trabajadores soviéticos tuvieran tiempo para participar en la vida del nuevo régimen", asegura Noys. Y esta gestión científica del trabajo bajo un modelo socialista fue el punto de partida para la aprobación de esas vacaciones retribuidas que luego aprobaría Stalin, enfocadas no tanto en disfrutar de un tiempo de asueto de manera privada, sino en participar de la vida social del régimen, es decir, un tiempo sin trabajo controlado por el Estado.
"Lo que realmente diferenció a la Unión Soviética en su concepción del tiempo libre remunerado fue que proporcionó maneras para que los trabajadores llenaran ese tiempo y con quién hacerlo", explica Tim Brinkhof, periodista e investigador holandés, quien ha publicado un artículo sobre el tema en JSTOR Daily. "Animó a los trabajadores a irse de vacaciones con grupos de personas relativamente desconocidas en lugar de con sus amigos y familiares. Todos formaban parte de un colectivo. En la URSS, después de todo, la colectividad era la unidad social más importante, no la familia. Bajo Stalin, el estado construyó lugares de veraneo y bases turísticas por todo el país. Cada año, se ofrecía un número limitado de alojamiento en estos lugares a un coste reducido o, en algunos casos, de forma gratuita a uno de cada diez trabajadores soviéticos".
Esto trajo problemas tanto para los trabajadores como para el régimen. A los primeros les disgustaba la idea de pasar sus vacaciones sin sus seres queridos. En cuanto al Estado, pronto se dio cuenta de que los empleados no aprovechaban su tiempo libre para descansar y formarse, sino que lo dedicaban a consumir, un comportamiento que se asociaba, lógicamente, con Occidente y la industria capitalista. "Como miembros de un colectivo, se esperaba que los ciudadanos pasaran su tiempo libre de una forma beneficiosa para la sociedad en su conjunto, independientemente de sus preferencias individuales", asevera Brinkhof.
Un minero llamado Alexei Stakhanov
Para la década de los años 30, el Estado empezó a premiar a los trabajadores con más días de descanso en caso de ser más eficientes. Todo a raíz de un minero llamado Alexei Stakhanov, que había logrado unos índices enormes de producción él solo, "hasta 14 veces su cuota de mineral extraído". El régimen introdujo entonces el llamado método estajanovista para animar a los obreros a ser mucho más productivos y acelerar los procesos. "Su método, que requería un diestro trabajo de equipo y tremenda energía, fue proclamado como una gran proeza digna de imitación universal", asegura por su parte Haensel. "El sistema de aceleración estajanovista quedó establecido en toda la industria soviética en 1935".
"Mientras que los resorts servían para descansar, las rutas se destinaban a impulsar el nacionalismo, a la belleza de la patria"
En este contexto, los líderes del régimen comunista temieron que las vacaciones acabaran convirtiéndose en una fiesta del consumo en vez de al descanso y la formación. Y, en gran medida, les preocupaba que los avances en esta aceleración de la producción (sobre todo a raíz del rápido proceso de industrialización) les hiciera ser más vagos en su tiempo libre. Así, se establecieron dos tipos de vacaciones soviéticas dirigidas a toda la población: la de los balnearios y la de las rutas naturales. En los primeros, concentrados en grandes ciudades como Sochi, los obreros acudían a bañarse, descansar y a disfrutar de masajes, películas, bailes, conciertos y obras de teatro, lo que también se tradujo en una gran explosión cultural.
La otra opción era las rutas turísticas por el país. "Recomendadas para adultos sanos, incluían caminatas a través de las reservas naturales en Crimea y el Cáucaso, acompañados de estancias en campamentos junto al mar", repasa Brinkhof. "Las rutas se hicieron cada vez más populares, debido a que las mejores condiciones de trabajo y de vida hicieron que el descanso y la relajación de los balnearios fueran menos atractivas. Mientras que los resorts preparaban a los obreros para seguir trabajando, los tours estaban destinados a impulsar el nacionalismo al exponerlos a la belleza natural de la patria". Entre otras cosas, "se les enseñaba a hacer un fuego, instalar tiendas de campaña u orientarse en medio del campo con una brújula".
El comienzo del fin de la URSS
Los niños eran enviados a campamentos de verano mientras sus padres disfrutaban del descanso o las rutas naturales. Pero conforme fue pasando el tiempo, sobre todo a partir de la década de los 60, las familias empezaron a sentir como negativo el hecho de separarse de sus amigos y familiares, algo frente a lo que el Estado tuvo que ceder a regañadientes, pues "cuanto más cerca estaban las personas de su familia, más se alejaban de sus vecinos, compañeros y del gobierno". En Sochi empezaron a construir hoteles de varios pisos para recibir a familias manteniendo la disgregación: los niños podían estar cerca de sus padres, solo que en unas instalaciones del hotel separadas en las que realizaban cursos creativos y de manualidades.
Cuando llegó Nikita Kruschev al poder, la familia ganó mucha más importancia respecto al estado. Durante su gobierno hubo una disminución de la represión y el control soviético de la vida laboral y el tiempo libre, por lo que empezó a asociarse como positivo el hecho de disfrutar del tiempo libre fuera del colectivo. Atrás quedaban los años de Stalin, pudiendo organizar sus vacaciones de manera privada y no solo a través de un sindicato. También se produjo un hecho muy importante para el devenir de la URSS, y es que los ciudadanos soviéticos pudieron empezar a viajar a los países vecinos de Europa del Este. El estado argumentaba que era una oportunidad de fomentar la solidaridad entre las distintas potencias de la Unión, pero al final acabó provocando que la disidencia política aumentara. Esto solo sería el comienzo del final de la dictadura soviética.