Bajo estrés se desencadenan numerosas reacciones indeseadas.
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Queremos ser un Ferrari en constante aceleración y terminamos como un hámster en una rueda de autoexigencia, perfeccionismo y productividad extrema incluso en momentos de ocio
"Hasta que las personas no revientan y se ven obligadas a parar, no lo hacen", afirma rotunda Koro Cantabrana (San Sebastián, 6 de agosto de 1966), autora de Estrés encubierto. El síndrome silencioso que amenaza tu vida, editado por el Instituto del Estrés, que la periodista y coach dirige. En 20 años impartiendo cursos, esta experta ha visto crecer el número de afectados por la llamada enfermedad del siglo XXI, que cifra en seis de cada 10. Pero, sobre todo, se ha percatado de que no somos conscientes y creemos tener todo bajo control. La pregunta es: ¿cómo vamos a aguantar así? "Si esto va a más es insostenible. La vida es una carrera de largo recorrido y parece que vamos en un sprint constante", admite.
No podemos vivir como si nos persiguiera un león, alerta, aunque el estrés sea bueno y necesario. "Siempre en su justa medida y de forma puntual, claro. Nos hace estar alerta y concentrados, por ejemplo, el día antes de un examen. Nos da capacidad resolutiva y mayor energía". Si ese pico se mantiene de manera continuada, prosigue, nos está infligiendo un daño considerable, aunque no lo veamos. "Los estudios muestran que cada vez más personas no desconectan al salir del trabajo. Son incapaces de relajarse: el fenómeno del stresslaxing".
Médicos que se llevan los pacientes a casa, profesores que sólo piensan en los resultados de sus alumnos, periodistas constantemente en la noticia, autónomos pendientes de presupuestos... "Y quienes no tienen esta clase de problemas, simplemente, creen que les van a despedir o se atormentan con sus jefes o compañeros. Sin ser conscientes del impacto". Sin embargo, el estrés ya les está hablando poco a poco a través del cuerpo.
LOS EFECTOS DEL ESTRÉS LATENTE
Se nos cae el pelo, nos salen herpes, se nos encoge el estómago, tenemos brotes de acné, heridas en el cuero cabelludo, sentimos punzadas en el pecho y, en casos graves, hasta parálisis en ciertas zonas del rostro, incluso un ictus. "¿Y han parado de trabajar?", se pregunta Cantabrana. "No. Pese a las indicaciones, seguimos en piloto automático, mientras nos genera secuelas físicas, emocionales y nos hace sus víctimas. Nos está llevando a la muerte".
Cada vez se habla más de potentes herramientas contra el estrés. Antídotos como la meditación, el ejercicio físico... Aunque estas prácticas, quizá, se puedan ejecutar durante unos minutos o, a lo sumo, una hora de nuestro día. ¿Qué pasa con el resto del tiempo? ¿Qué podemos hacer realmente contra el estrés? "Lo más potente es la consciencia. Es como encender la luz en una habitación oscura". El pensamiento lleva a la emoción, la emoción a la acción y la acción al resultado, escribe en el libro. "Si yo estoy pensando en el atasco: '¡Ay, que no voy a llegar!', súper angustiada y me doy cuenta, puedo darle la vuelta a esos pensamientos".
No voy a cambiar la situación, pero puedo aprovechar el trayecto para escuchar un podcast interesante y quizá no sea tan grave, ni se acaba el mundo, si no llego a tiempo. Cuando veamos asomar la bandera roja, también recomienda usar la respiración en cinco tiempos. "El cuerpo es capaz de controlarla, cambiando el patrón para enviar un mensaje de calma. El sistema nervioso parasimpático disminuye así la frecuencia respiratoria y, por tanto, la angustia se minimiza o desaparece".
NI DE DÉBILES NI DE ALTAS ESFERAS
"El 90% de las enfermedades proceden del estrés". Con esta cita de Bruce Lipton, Dr. en biología, experto en células madre y pionero en el campo de la epigenética, arranca un libro que quiso escribir pensando en los jóvenes, tras trabajar con deportistas de élite repletos de creencias limitantes. "Me preocupa que se genera a edades cada vez más tempranas, cuando aún no hay esa presión laboral y financiera. ¿Cómo van a llegar a los 60 esas personas?".
Reconocer y aceptar el estrés nos puede ayudar a utilizarlo en nuestro favor, defiende. "El miedo es el origen. Independientemente de la profesión, el más común es no llegar a fin de mes ante cualquier imprevisto, pero la gente no lo va comentando". Por eso quiere romper con mitos y desinformación. "El estrés no es de débiles ni de altas esferas. Todos lo sufrimos y encubrimos para que no nos estigmaticen. Nadie quiere que le tachen de débil o de mal profesional".
Esto desencadena en problemas de insomnio y adicciones. "La gente quiere seguir rindiendo a tope y, como se concentra un 60% menos bajo estrés, según los estudios, recurre a sustancias".
La autoexigencia y el deseo de llenar el tiempo constantemente también son otros 'culpables'. Ya no estamos esperando en una cola, ni con los ojos puestos en la carretera. "La tecnología es genial, pero cómo la estamos utilizando desencadena tecnoestrés. No nos causa bienestar, sino malestar".
Debemos confiar en nosotros y en nuestras posibilidades. "La incertidumbre no es mala, pero no debemos vivir anticipando un resultado negativo. Si no nos quieren aquí, habrá otro sitio, porque somos válidos".
SE PROPAGA
Cantabrana, que a menudo da conferencias en ambientes corporativos, opina que las empresas no le están dando la suficiente importancia a las consecuencias del estrés, sobre todo para las personas con un nivel alto de compromiso. "Cuando tenemos personas irritadas en la oficina, dales tiempo, que van a acabar todas igual. El estrés se contagia hasta en un 40%". Hay metas que pueden ser inalcanzables y surgen bloqueos. "Queremos llegar a todo y cubrirlo todo. Entonces llega la dismorfia de productividad, la sensación de que no te ha cundido el día porque has hecho 20 cosas en vez de 25. Es una bola intragable".
El cerebro siempre busca alarmas para que no nos suceda nada y nos da la razón. "Por eso buscamos lo negativo para que no nos afecte. Es un sesgo. Pero si ya sabemos por la ciencia que funcionamos así, hay que trabajarlo para darle la vuelta. El ejercicio mental es tan importante como el físico para nuestra gestión emocional. Es nuestra cabeza la que nos está creando el estrés, por eso hay que tratar de dar el máximo pero cuidando siempre nuestra salud". No llego a todo. Y no se acaba el mundo, ¿a que no?
CRISTINA GALAFATE
Actualizado Domingo,
7 enero 2024 - 02:09
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