George Washington
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El expresidente utilizó prótesis dentales durante gran parte de su vida, hasta el punto de marcar su personalidad. A diferencia de lo que se pensó hasta principios del siglo XX, no estaban hechas de madera
La salud dental no ha sido siempre prioritaria y si no que le pregunten a George Washington, el primer presidente de Estados Unidos que con 24 años perdió su primer diente. Fue en el año 1756 cuando un dentista, el doctor Watson, le sacó su primer diente y tras superar la treintena ya había perdido seis.
George Washington es considerado uno de los padres fundadores de los Estados Unidos y presidió este país entre 1789 y 1797. Sin embargo, y a pesar de su poder, no consiguió librarse de padecer problemas de salud. Es más, según escribió el autor Isidoro Loi en su obra El cuerpo y sus miembros, George Washington padeció viruela, malaria y gripe; y para hacer frente a estas enfermedades tuvo que ingerir grandes cantidades de cloruro de mercurio, que entonces era un remedio muy extendido, pero que terminó destruyendo sus dientes.
No obstante, eso no fue todo, ya que también tuvo caries e inflamación de encías. La salud dental de George Washington, por tanto, era bastante deficiente y fue por eso que durante su vida tuvo, al menos, cuatro dentaduras postizas distintas que, a diferencia de las de otras personas de la época que estaban hechas de madera.
Durante la Edad Media y el Renacimiento, China y Japón produjeron dentaduras postizas hechas principalmente de madera. Los dientes falsos se tallaban en marfil y se colocaban en las bases de madera; pero las dentaduras de George Washington no eran de este material, aunque durante años se ha pensado que sí.
Las dentaduras postizas fabricadas para Washington por el dentista John Greenwood se mancharon con el tiempo, dándoles una apariencia de madera veteada
¿Por qué se extendió este mito? El origen de este bulo no está claro, pero según puede leerse en uno de los artículos publicados por el Mount Vernon en su página web, la explicación más probable dada por científicos e historiadores dentales es que los materiales empleados en las dentaduras postizas fabricadas para Washington por el dentista John Greenwood se mancharan con el tiempo, dándoles una apariencia de madera veteada, que sería lo que confundiría a quienes las vieron años después.
Metal, marfil, huesos, dientes...
George Washington empezó a utilizar dentaduras postizas, aunque parciales, en el año 1781 y los materiales que utilizaron los dentistas para la elaboración de las mismas fueron desde marfil de hipopótamo hasta latón, oro y dientes extraídos de esclavos comprados a un precio ridículamente bajo. Concretamente, según confirma Kathryn Gehred, una de las investigadoras de la Universidad de Virginia a Live Science, Washington debería haber pagado unas 19 libras por las 9 piezas dentales que compró; sin embargo, tan solo pagó 6, probablemente por su procedencia: "Los esclavos negros estaban muy desesperados como para vender sus dientes sin que les pagaran tanto como a un blanco".
Era bastante común, desde la Edad Media, que las personas pobres vendieran sus dientes para que los ricos pudieran mandar confeccionar sus dentaduras postizas o implantes y esto fue algo de lo que se benefició George Washington, según los registros de Mount Vernon, que fue la casa del expresidente y actualmente sirve como museo. Asimismo, el día que juró su cargo como presidente llevaba una dentadura postiza especial elaborada con marfil, latón y oro por el dentista de su confianza John Greenwood.
Cuando se convirtió en presidente en 1789 solo tenía un diente propio y lo apreciaba tanto que intentó cuidarlo hasta el punto de que sus dentaduras postizas contaban con una especie de agujero a través del cual podía introducir este diente, el único que le quedaba.
Las dentaduras postizas que utilizó durante su vida no eran en absoluto cómodas y esto condicionó su carácter, ya que al dolerle la boca tanto al hablar pasó a ser una persona callada
Las dentaduras postizas que George Washington utilizó durante su vida no eran en absoluto cómodas y esto condicionó su carácter, ya que al dolerle la boca tanto al hablar pasó a ser una persona callada e introvertida, incluso en sus círculos más íntimos. Este dolor que sufría fue incluso captado por algunos pintores que lo retrataron cuando todavía era presidente de Estados Unidos.
En estos retratos, el presidente posa con la boca cerrada para que no se pueda ver lo mal que se ajustaba la dentadura a sus encías. Esta pose es la que tiene incluso en los billetes estadounidenses de un dólar.
Su relación con la esclavitud
George Washington no solo se aprovechó de los dientes de los esclavos para sus dentaduras postizas, sino que poseyó esclavos desde que era muy pequeño. Cuando tenía tan solo 11 años de edad, en el año 1743, murió su padre y como consecuencia de ello heredó 10 esclavos. Sus esclavos se juntaron, tras su matrimonio con Martha, con los de su mujer, y el último registro de una compra suya de esclavos fue en 1772, aunque más tarde recibió algunos esclavos más de personas que querían saldar deudas con él.
Es más, siendo presidente de Estados Unidos, llevó siete esclavos a Nueva York para que trabajasen para él en la primera residencia presidencial y a raíz del traslado de la capital nacional a Filadelfia en 1790, llevó a nueve esclavos para trabajar en la casa presidencial. Llegó a tener a su cargo un total de 317 esclavos: "Siempre me han presentado a Washington como una especie de esclavista reacio que cambió de opinión y, cuando murió, hizo algo increíble: emancipar a todos sus esclavos. Esa es la interpretación más caritativa que se puede hacer de la situación", explicó la historiadora Alexis Coe a CNN.
Sin embargo, esta lectura de su vida no es del todo acertada, ya que según esta historiadora "no veía a los esclavos como iguales a los blancos". Aunque emancipó a los suyos tras la muerte de su esposa, algo que dejó por escrito en su testamento, sus 154 "esclavos de dote" los heredaron sus nietos.
En cuanto a las medidas tomadas durante su Gobierno, se aprobaron dos leyes vinculadas a la esclavitud. La primera de ellas, en 1793, convertía en un delito federal ayudar a los esclavos a escapar y establecía un sistema para devolver a quienes se escaparan a sus dueños. Otra, que fue aprobada un año después, restringía la participación de barcos de Estados Unidos en el comercio de esclavos en el océano Atlántico.
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