Foto from Cargill.com
Piense en nombres de grandes compañías de bebidas y alimentos. Probablemente en su lista estarán Nestlé, Kraft, General Mills o Danone pero, casi con seguridad, no aparecerá Cargill.
¿Qué es Cargill? Esa sería la pregunta que posiblemente se haría. Pocos lo saben pero es dueño y señor de la alimentación del planeta. Abra su nevera y ahí está Cargill: en el chocolate, el zumo, la carne, el yogur, los refrescos, la leche. Y así, en casi todo, porque este gigante silencioso que factura anualmente 107.000 millones de dólares provee a las grandes compañías del sector de ingredientes básicos, a la vez que alimenta con sus piensos a los ganados.
La empresa, fundada por los hermanos William y Sam Cargill en 1865, fue concebida en sus comienzos como un negocio sencillo, dedicado exclusivamente a la producción y distribución de granos. En 1895, la 'familia' creció: John MacMillan, procedente de otra estirpe del sector, se casó con una de las hermanas Cargill y se incorporó a la compañía, que fue expandiéndose cada vez más. Mucho ha llovido desde entonces. Pese a que sigue siendo una empresa familiar, su crecimiento ha sido espectacular. Con 131.000 empleados en 66 países y sede principal en Minnesota (EEUU), Cargill es la mayor empresa agrícola norteamericana y controla, junto a Bunge, Archer y Louis Dreyfus, el 70% del comercio mundial de de alimentos.
Pero su dominio abarca mucho más que comida. Cargill está presente también en el transporte, las finanzas, la cosmética, el sector farmacéutico, la energía y la industria. La gran incógnita es porque una empresa de tal envergadura es apenas conocida. El principal motivo es que no cotizan en bolsa y, también, su discreción. Su presidente, Gregory Page, o sus consejeros, entre los que figuran varios miembros del clan Cargill-MacMillan, tienen como norma no conceder entrevistas. No aparecen en los medios. Apenas hay fotos de ellos, ni siquiera en la lista Forbes de multimillonarios, en la que siete de ellos aparecen entre los puestos 200 y 400 con fortunas estimadas de entre 4.700 y 2.400 millones de dólares por cabeza.
La empresa no deja de engordar sus cuentas y más aún ante la situación actual del mercado de alimentos, cuyos precios experimentaron en febrero su octava subida mensual consecutiva y marcaron un nuevo récord histórico, según refleja el Indicador de Precios de los Alimentos elaborado desde 1990 por la Organización de la ONU para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Así, mientras el Banco Mundial ha advertido de que el alza de los precios ha generado 44 millones de pobres en los últimos seis meses, la especulación no cesa. En la Bolsa de Chicago, convertido en uno de los principales mercados de commodities del mundo, los especuladores juegan con los futuros de los alimentos básicos,--cereales, soja, maíz--, influyendo en los precios de la comida que los ciudadanos de a pie encuentran en las estanterías de los supermercados de los cinco continentes del mundo. En medio de este panorama, las grandes multinacionales del sector alimentario se frotan las manos. En el mercado de futuros Chicago, en tan sólo un año el trigo se ha disparado un 27,8%, la soja un 44,4%, la leche un 37,3%, el maíz un 78,2% y la mantequilla un 44%.
El poder de estas empresas es inmenso. Los gobiernos las observan de cerca con recelo. Los distintos encontronazos que mantienen con las autoridades lo ponen de manifiesto. En 2009, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, ordenó la expropiación de varias plantas de la filial local de Cargill, acusándola de "violar" las leyes locales que garantizan el acceso a la población a alimentos de calidad y baratos. Un año antes, en 2008, la Comisión Europea ordenó una serie de redadas en las oficinas de la empresa en el marco de una investigación sobre comercio y distribución de cereales y otros productos agrícolas en países comunitarios.
Por V. Avilés from Cotizalia.com 12/03/2011
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