domingo, 27 de marzo de 2011

El orden y la disciplina ante la tragedia de Japón admiran a Occidente

Foto from menzoberranzan.wordpress.com

En los códigos de conducta del pueblo nipón prima el sentido comunitario frente al individualismo.
La imagen del país del sol naciente que tienen los occidentales está aún contaminada por las campañas cinematográficas antijaponesas de Hollywood posteriores a la II Guerra Mundial. Pero el comportamiento del pueblo nipón tras el reciente terremoto y el posterior tsunami ha provocado la admiración de Occidente, que se interroga sobre unos códigos de conducta donde prima el sentido comunitario frente al individualismo. El orden en la evacuación, la disciplina de los equipos de rescate, la ausencia de saqueos en ciudades destruidas, la cooperación... son algunas actitudes destacadas fuera de Japón. Esta situación, sin embargo, ha dado lugar a caricaturas del carácter o el comportamiento de los japoneses.
Cuando se habla de la cultura japonesa no se puede olvidar el estudio El crisantemo y la espada (1946), de Ruth Benedict. Esta obra, pese a ser un encargo de los servicios de inteligencia norteamericanos a una antropóloga para conocer al “enemigo”, ha marcado la visión sobre el ADN de los japoneses. El profesor de la Universidad Waseda explicaba en la Revista d'Etnologia de Catalunya (2006) que las dos grandes ideas son “el grupismo”, como fundamento de la organización social japonesa –contrapuesto al individualismo–, y la cultura de la vergüenza, como actitud psicológica que contrasta con la cultura de la culpa.
Dolor y lágrimas.
“Los japoneses no lloran”, se ha llegado a decir estos días. Falso. El dolor, las lágrimas, la desesperación por la tragedia han existido. Sin embargo, sí existe una característica común“ de no expresar de forma explícita las emociones negativas”, como señala Amadeo Jensana Tanehashi, director de programas económicos y cooperación de Casa Àsia en Barcelona. Los vídeos e imágenes de la tragedia muestran un llanto callado, sin grandes gritos ni aspavientos. Kimio Kase, profesor de la escuela de negocios Iese procedente de Japón –lleva en España 38 años–, señala que manifestar los sentimientos de forma desnuda no estaría bien visto en esta sociedad, “igual que entre la clase educada en España”. El motivo: no importunar al otro. Kase resume esta contención de sentimientos con un ejemplo literario, la novela de Akutagawa Ryunosuke El pañuelo. “Narra la historia de una madre que acaba de perder a su único hijo; esta visita al profesor de su hijo muerto para agradecerle que lo haya educado. Al profesor le chocan la serenidad de la madre, que incluso esboza una leve sonrisa”, explica Kase. Pero casualmente al profesor se le cae algo al suelo y cuando se agacha para recogerlo, observa cómo lamujer sujeta un pañuelo con fuerza. Le tiemblan las manos. “La tensión nerviosa y el temblor revelan el control sobrehumano que la mujer trata de mantener”.
Mantener la entereza y reprimir emociones negativas conecta con el respeto al prójimo. “Desde niño, la escuela y la familia tratan de enseñarte que antes de decir o hacer algo, debes pensar en simolestarás a los otros”, explica Yutaka Sato, estudiante japonés que sigue un curso de lengua y cultura española y catalana en Humanidades de la Pompeu Fabra. La opinión del otro y la aceptación del grupo es “vital” para un ciudadano japonés, señala Sato, que se tapa la boca cuando ríe, como cualquier ciudadano japonés.
Rechazo al saqueador.
“Si se descubriera la identidad de los saqueadores no podrían vivir ya en su comunidad, por lo que pueden pensar que a la larga no es nada rentable cometer fechorías”, reflexiona Kase para tratar de explicar por qué apenas se han producido pillajes. Los japoneses desplazados tratan de normalizar sus vidas dentro de sus posibilidades. “En muchos sitios se han autoorganizado, la gente se reparte las tareas de búsqueda de comida o limpieza, y saquear tiendas no encajaría en este esquema”, añade. Por las mismas razones a nadie se le ocurre aumentar los precios de productos que escasean. La autodisciplina y el valor de la armonía social (el llamado wa) ha estado presente en la historia de Japón. Durante los siglos XVIII y XIX el gobierno de Japón aplicaba el concepto de responsabilidad social ante las faltas y crímenes. Si una persona cometía un delito, todo el pueblo era castigado y a esta persona la condenaban al ostracismo. “Esta idea ha calado en la sociedad”, opina Kase.
El peso de la jerarquía.
En Japón confluyen tres religiones, el sintoísmo, el budismo y el confucianismo, que son filosofías que influyen sobre el comportamiento, que refuerzan ideas base como el orden social, la armonía y la importancia del colectivo. La jerarquía tiene su origen en el confucianismo, explica Jensana. La tranquilidad en los momentos del terremoto tienen también su lógica en que es una sociedad muy preparada ante los seísmos, que realiza un mínimo de dos o tres simulacros al año y sabe cómo realizar una evacuación. Pero la tranquilidad que muestra la mayoría de los japoneses, incluso ante el riesgo nuclear, esconde también “obediencia y miedo a la exclusión”, afirma Sato. Con sólo 22 años, Sato cuenta que “es difícil ser diferente, la gente prefiere adaptarse a la opinión y conducta mayoritaria, y es duro no poder expresar lo que piensas por miedo a que los demás se molesten”. Los más jóvenes empiezan a romper ese respeto sagrado a los mayores, a los profesores y a los gobernantes. La globalización cultural y el aumento de la riqueza, que se traduce en una pérdida de la cultura del esfuerzo, influyen sobre unas generaciones que se han tenido que sacrificar menos.
Por Maite Gutiérrez , Josep Playà from lavanguardia.es 26/03/2011
http://www.lavanguardia.es/vida/20110326/54131864561/el-orden-y-la-disciplina-ante-la-tragedia-admiran-a-occidente.html


Foto from buscador.emol.com

Los héroes suicidas de Japón
Los 700 operarios que trabajan contrarreloj en la central sufren dosis de radiación "letales".
Mártires, héroes, orgullo de todo un país. Así se habla en Japón de los operarios que luchan sin descanso en las entrañas de Fukushima Daichi, un infierno donde los niveles de radiación son hasta 10.000 veces más altos de lo normal, una sala de tortura en la que su esperanza de vida se reduce a cada nuevo segundo que allí pasan.
"Desarrollaban su trabajo en un lugar tan especial yo creo que ellos siempre supieron que éste podría ser su destino, que en algún momento tendrían que luchar contra algo así", suspiraba en Tokio Yasuchika Honda, ejecutiva publicitaria, a la agencia Reuters. "Lo están dando todo y les estoy muy agradecida", insistía.
Todo comenzó en la madrugada del sábado 12 de marzo, en medio de la oscuridad y los escombros sembrados por el tsunami. "Ni siquiera podíamos ver por donde caminábamos, pero empezamos a trabajar para arreglar los reactores, conscientes de que podría costarnos la vida", recordaba días atrás Michiko Otsuki, una operaria de la planta ya evacuada. Ninguno de ellos se rebeló a su destino, ni intentó huir. Se concentraron en la misión que tenían por delante, sin más. Dos semanas más tarde, muchos todavía no han podido hablar con sus familias.
Al principio se les bautizó como "Los 50 de Fukushima" porque trabajaban por turnos y en grupos de 50. Eran, en realidad, 200 operarios. Hoy son más de 700 debido a la magnitud de los escapes radiactivos y la urgencia de una solución. Según Gregory Jaczo, presidente de la Comisión Reguladora Nuclear de EEUU, estos trabajadores de mono blanco que copan portadas en todo el mundo, están sometidos a "niveles de radiación letales". La Compañía Eléctrica de Tokio (Tepco) se niega a revelar sus identidades.
Aún así, las historias personales han ido surgiendo con el pasar de los días. "Mi padre todavía está dentro de la planta y se están quedando sin comida. Creo que las condiciones son realmente duras. Él dice que ha aceptado su suerte", explicó la hija de uno de los operarios en un e-mail enviado a la televisión estatal. Al parecer, la mayoría son trabajadores de rangos bajos, algunos de ellos jubilados que se prestaron voluntarios.
"Estoy orgullosa de mi padre"
La mayoría tiene más de 60 años y cobra menos de 100 euros al día por su misión suicida. El hecho de que sean personas mayores reduce las posibilidades de que padezcan un cáncer, ya que probablemente habrán muerto cuando desarrollen la enfermedad.
"Mi padre se fue a la planta nuclear. Nunca había oído a mi madre llorar tanto. Pero nunca había estado tan orgullosa de él. Por favor papá, vuelve vivo", explicó la hija de otro en un mensaje por Internet, explicando que su padre, ya retirado, había decidido arriesgar su vida para salvar la reputación de la empresa.
"Mis ojos se llenan de lágrimas", postéo en Twitter la hija de otro de ellos (@NamicoAoto), quien se ofreció voluntario a pesar de estar a sólo seis meses de la jubilación. "En casa, no parece una persona que pueda hacerse cargo de grandes tareas, pero hoy estoy realmente orgullosa de él. Y rezo porque regrese sano".
También en Facebook han aparecido centenares de mensajes de admiración: "Rezamos para vuestro retorno sano y salvo. Que Dios os ayude en cada minuto que lucháis desesperadamente por vuestro país y por vuestra gente. Gracias, 50 de Fukushima", pregona uno de ellos.
La central de Fukushima es un "laberinto oscuro en el que hay que trabajar con luces especiales y detectores de radiación, con trajes pesados e incómodos y respirando a través de un tubo", describieron días atrás ingenieros estadounidenses que trabajaron en misiones de contención de emergencias nucleares.
"Como una guerra"
"Esto es como una guerra", resumía un trabajador a su esposa, quien no ha visto a su marido desde que comenzó la crisis. La mayoría de ellos no ha abandona la central nuclear desde que comenzó la crisis porque están demasiado ocupados.
Tal es la importancia de estos operarios para el futuro de Japón, que, según el diario Asahi Shimbun, el primer ministro Naoto Kan llegó a amenazar sin ningún pudor a Tepco con multas y castigos si los operarios abandonaban la planta de Fukushima, lo que convierte su heroica misión en algo más parecido a una condena a muerte.
Por D.  BRUNAT – PEKÍN – from publico.es 26/03/2011
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.