martes, 22 de marzo de 2011

Cerco a los componentes ocultos del tabaco


La OMS y la UE apuestan por un mayor control de los aditivos que usa la industria para captar fumadores.
Al comprar una cajetilla de cigarrillos, uno podría pensar, ciñéndose al etiquetado, que el tabaco que llevan sólo contiene nicotina, alquitrán y monóxido de carbono. Sin embargo, la industria lleva muchos años jugando con unos 600 aditivos diferentes con el fin de lograr un doble objetivo: aumentar la adicción a la nicotina y hacer el tabaco más atractivo desde el punto de vista del sabor para los distintos tipos de fumadores, que por lo general desconocen la existencia de estos ingredientes.
El problema reside en que, entre estos aditivos, las sustancias propias de la planta del tabaco y las que se generan en el proceso de combustión a los pulmones del fumador acaban llegando alrededor de 400 compuestos "muy dañinos para la salud" que causan un perjuicio añadido al que conlleva en sí mismo el hecho de fumar.
Incluso aparecen cerca de 70 componentes considerados "carcinógenos humanos de alta potencia", como señala el gerente de la Iniciativa Libre de Tabaco de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Armando Peruga, que cita a este respecto sustancias como el arsénico, el benceno, el cloruro de vinilo o incluso el elemento radiactivo polonio 210, que se acumula en la hoja del tabaco a través de fertilizantes. "Se calcula que un fumador de paquete y medio diario inhala cada año polonio equivalente a la radiación producida por 360 radiografías de tórax", asegura.
Mayor control
Ante este panorama, la OMS y la propia Unión Europea ya han empezado a trabajar para lograr un mayor control de los aditivos, y en especial de los saborizantes, cuya presencia exacta en los cigarrillos esconde con celo la industria amparándose en los derechos de propiedad industrial.
"Aunque no hay ni habrá un producto de tabaco seguro para la salud, al menos podemos intentar revelar el contenido de los productos del tabaco para realizar una labor educativa y controlar algunas de las sustancias que más daño hacen", agrega Peruga. Este experto recuerda que, considerando en conjunto tanto los aditivos como los componentes del tabaco, el papel y el filtro, el fumador se expone por el humo que inhala a unas 4.700 sustancias distintas.
Para lograr ese mayor control, y después de que en noviembre pasado las partes del Convenio Marco para el Control del Tabaco decidieran desarrollar los artículos relativos a los saborizantes y los ingredientes tóxicos, la OMS ha acelerado los trabajos de su Red de Laboratorios de Análisis. De esta red forman parte en representación de España, según explica Peruga, el Centro de Investigación y Control de la Calidad (CICC) del Instituto Nacional de Consumo y otro laboratorio dependiente de la Junta de Andalucía.
El CICC es el centro de referencia para el análisis y el control del tabaco en España y actualmente dedica la mayor parte de sus esfuerzos a cumplir con la legislación vigente para asegurar que el tabaco que se pone en el mercado cumple con los límites máximos de los tres únicos componentes que hoy se controlan: la nicotina, que tiene un tope de un miligramo por cigarrillo, el alquitrán (diez miligramos) y el monóxido de carbono (diez miligramos).
La máquina de fumar
Para ello cuenta con una de las cinco máquinas de fumar operativas que hay en España. El aparato trabaja fumando 20 cigarrillos de una tacada y analiza si lo que se vende (las muestras analizadas cubren el 98% del mercado) cumple con los parámetros legales, pero también sirve para estudiar los componentes de los alijos de tabaco de contrabando, que por cierto suelen superar los topes de nicotina. Aunque depende de Consumo, este laboratorio trabaja para la Dirección General de Salud Pública, que dedica al control del tabaco unos 160.000 euros anuales.
El responsable del centro, Agustín Pons, explica que aunque los aditivos no se analizan de forma sistemática, las marcas tienen la obligación "de responder de los aditivos que ponen" a través de unos listados que deben remitir todos los años, de forma que existe una especie de "autocontrol". "Si en algún momento vemos que es necesario entrar a analizar esas sustancias se podría hacer", señala Pons, que no obstante considera que el control del tabaco es hoy el adecuado. "Lo que no puedes hacer es controlar diariamente 200 componentes", agrega explicando que los costes se multiplicarían. No obstante, Pons está convencido de que alguno de ellos, como el benzopireno, "cancerígeno 100%", acabarán formando parte de los análisis de rutina. Lo mismo ocurrirá con la picadura para liar, un tipo de tabaco cuyo consumo se ha disparado.
La postura española
La directora general de Salud Pública, Carmen Amela, reconoce que "ahora mismo analizar los aditivos sistemáticamente sería demasiado caro", además de no existir "respaldo legal". Sin embargo, señala que la postura de España en el debate que se ha abierto en la Unión Europea, que está revisando por su parte la Directiva que regula estos temas, es de que estos aditivos, y sobre todo los saborizantes, "se retiren al máximo para evitar que los jóvenes se inicien en el consumo, lo que se puede hacer eliminando esos ingredientes".
En el caso de los saborizantes como el cacao, el mentol o los azúcares, preocupa su capacidad para enmascarar el sabor áspero del tabaco y atraer a nuevos adictos. "Hay muchos intereses y presiones muy fuertes para que estos componentes sigan presentes ya que el tabaco, como sale de la planta, no hay quien se lo fume porque tiene un sabor horrible", sostiene Amela.
Por su parte, el portavoz del Comité de Prevención del Tabaquismo, Rodrigo Córdoba, denuncia que el tabaco es el único producto no sujeto a la Directiva sobre etiquetado y apuesta por más regulación, ya que "la inclusión de ciertos aditivos atenta contra la libertad de dejar de fumar, porque lo hace más difícil". Además, reconoce con ironía que si se obligara a etiquetar con todos los ingredientes del tabaco, "el problema sería dónde meterlos, porque haría falta un folleto entero".
Por ANTONIO GONZÁLEZ - MADRID - from publico.es 21/03/2011
Foto from reflejosocial.com

‘Ganchos' para hacer el tabaco más atractivo

Saborizantes

Sustancias como el cacao, el mentol, el regaliz o distintos azúcares se usan para suavizar el sabor áspero del tabaco y atraer a nuevos adictos, sobre todo jóvenes. También sirven para homogeneizar el sabor de una marca frente a la competencia y algunos de ellos, como el cacao, tienen también una función broncodilatadora para permitir una mayor absorción pulmonar de la nicotina.

Amoníaco

Es un aditivo clásico. Se usa para aumentar el efecto de la nicotina al igual que el acetaldehído, que aumenta el potencial adictivo de la droga.

Acetilpirazina, acetato y otros

Sirven para reducir el olor y visibilidad del humo ambiental, muy llamativo al quemarse tabaco puro. 

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