Foto from ilmaistro.com
Tenemos una tragedia en Japón. Cerca de 10.000 muertos y cientos de miles más de desplazados nos contemplan desde el otro lado del mundo. El que haya afectado a un miembro de la economía desarrollada ahonda en nuestra conmoción por la vía de la afinidad. La vertiente radioactiva nos mantiene en vilo casi como si la nube tóxica estuviera llamando a la puerta de nuestras casas. Pero, ¿saben qué? Es una “insignificancia” en relación con el desastre natural que verdaderamente ha condicionado nuestras vidas en el último año y medio y puede determinar nuestro futuro.
Son los fenómenos meteorológicos sucesivos del Niño y de la Niña los que han marcado el destino en estos doce meses de casi todos los habitantes del planeta, los que han provocado incendios sin parangón, los que se encuentran en la raíz de inundaciones que han anegado cosechas y explotaciones mineras y destruido infraestructuras, los que han motivado –junto a fenómenos innegables de demanda real y financiera- que se dispare el precio de las materias primas agrícolas hasta puntos insostenibles para una buena parte de los países en desarrollo y subdesarrollados, los que han arrastrado a la muerte a millones personas que nunca han sabido, ni probablemente sabrán, qué es un reactor nuclear.
¿Han oído ustedes hablar de ellos? A duras penas. Sin embargo sus efectos están en la raíz de las revueltas que se han producido en el mundo árabe y persa y que amenazan con extenderse a amplias zonas de la población mundial, norte de la India incluido a cuenta de la cebolla. La brecha entre ricos y pobres es cada vez mayor y cualquier acción que empeore aún más las miserables vidas de esos más de mil millones de terrícolas que viven en niveles extremos de pobreza es llama que puede encender el polvorín del descontento social. No se equivoquen, es el hambre el que mueve los pueblos no las redes sociales que se limitan a canalizar su ira y alertarles de su pobreza.
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¿Por qué tal olvido? Porque lo importante es el momento, “está pasando, lo estás viendo”. Lo inmediato se explota hasta la saciedad y se generan a su alrededor sesudos debates que se agotan a base de girar una y otra vez sobre sí mismos. Siempre pasan cosas, lo importante es que se consuman. Prima lo coyuntural, el momento, sobre lo estructural, la tendencia. Todo lo que dura, caduca, aunque nos alerte de lo que verdaderamente importa. El cáncer del cortoplacismo político se ha extendido al conjunto de la sociedad, incapaz como es de distinguir entre la causa y esa consecuencia que recaba toda la atención, entre la razón y el efecto que colma los titulares.
Ahora toca el debate nuclear, al calor de un acontecimiento estremecedor que llama a la solidaridad inmediata con el pueblo japonés. La fuerza de las imágenes. Sin embargo, no nos engañemos. Poco va a condicionar nuestras vidas más allá del impacto inmediato, que se irá diluyendo conforme la extraña normalidad con la que nos hemos acostumbrado a convivir se vaya imponiendo. Más nos vale, por el contrario, tener bien presente qué es lo que puede marcar las dinámicas demográficas mundiales en el futuro más inmediato y los factores que pueden incidir sobre ello. Es verdad, lo que no se ve no existe. Pero ya que los fenómenos naturales actúan como señales de alerta, que al menos no les hagamos oídos sordos.
Por S. McCoy from Cotizalia.com 16/03/2011
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