Ricard Solé, en su despacho del Parc de Recerca de Barcelona (R. S.)
- Este profesor de investigación ICREA de la UPF se plantea cuáles son los límites del ser humano
“El hombre no tiene límites, ésta es su primera virtud”, defiende el novelista francés Bernard Werber. ¿Pero tiene algo de cierto esta aseveración? ¿No es acaso la muerte su límite más explícito? El malogrado Gabriel García Márquez no estaría demasiado de acuerdo con esta apreciación: “Es la vida, más que la muerte, la que no tiene límites”, escribía. Plantearse, quizás, los límites de algo es el primer paso para romperlos. Los científicos lo saben bien. Es en este contexto que Ricard Solé, físico y biólogo, teorizaba hace unos días -en el marco de las conferencias de la Escola Europea d’Humanitats, que se celebran en el Palau Macaya de l’Obra Social “la Caixa”-, respecto a los límites de la mente. “La mente es prácticamente ilimitada”, subraya. Pero ese “prácticamente” es lo que denota la existencia de limitaciones. ¿Cuáles son? Solé, profesor de investigación ICREA en la Universidad Pompeu Fabra (UPF), donde dirige el Laboratorio de Sistemas Complejos (UPF-PRBB), las ha compartido con La Vanguardia.
Para entender los límites de la mente, hay que entender antes de dónde venimos, asegura usted.
Sin la evolución no entendemos nada. Nuestro cerebro más primitivo, que es la herencia de los reptiles, permitía controlar emociones y cosas por el estilo, pero no mucho más. Luego vendría el cerebro más complejo de los mamíferos, que empieza a incorporar aspectos sensoriales más sofisticados. Y luego llegaría la corteza cerebral, que se construye encima de todo esto y que pretende actuar como una maquinaria que intenta predecir el futuro y hacer controlar las emociones. En general, para entender el cerebro necesitas comprender su historia evolutiva. Por ejemplo, ¿de dónde viene el lenguaje complejo?
Buena pregunta.
Está bastante claro que una buena parte de lo que hace el lenguaje es reclutar, desde el punto de vista de estructuras cerebrales, cosas que tienen que ver con el movimiento de las manos. Nosotros, cuando hablamos, gesticulamos mucho. Seguramente un predecesor del lenguaje verbal complejo tuviera algo que ver con los gestos. Nos ha quedado tan interiorizado que incluso cuando hablamos por teléfono seguimos gesticulando aunque no tengamos a nadie delante.
¿El lenguaje es una buena muestra de algo que no tiene límites?
El aspecto más extraordinario del cerebro es su recursividad, esa capacidad de construir estructuras y pensamientos que no tienen límite, literalmente, como sucede con la sintaxis y el lenguaje. Los humanos no sólo nos inventamos cosas, sino que se las enseñamos a los demás, y eso empieza con el lenguaje.
¿Me lo puede desarrollar?
Los padres enseñan a sus hijos el lenguaje. Tú puedes enseñar a un mono a ‘hablar’, pero nunca se ha visto que él intente enseñar a nadie. El acceso a los límites en los humanos tiene que ver con el entorno en el que viven, que les permite aprender las herramientas. Si no tienes progenitores y te dejan solo en el bosque, no aprenderás el lenguaje. Por eso hay gente que dice que el lenguaje es un virus.
¿Un virus?
Sí, un virus que infecta el cerebro de los niños. Es algo que suena muy bestia pero que esencialmente es verdad. Es una especie de fenómeno que necesitan los humanos para propagarse. Pero claro, los niños necesitan alguien de su entorno que les ayude a propagarlo. Es un virus muy curioso.
¿Cuáles son los límites de nuestra mente?
La mente es prácticamente ilimitada. Si quisiéramos trascender sensorialmente, para poder detectar más cosas, necesitaríamos una interfaz nueva. Pero esto es engañoso porque lo tenemos constantemente. Yo no puedo ver células, pero tengo un microscopio para poder hacerlo. Hemos expandido nuestros sentidos enormemente gracias a la tecnología, externalizando aspectos. Otra cosa es si alguien quisiera hacer un cerebro que propagara la información de manera más rápida. Desde el punto de vista de la velocidad de propagación de la información, estamos muy por debajo de un ordenador. Ahora, ¿esto es importante? Y si lo hiciéramos, ¿qué pasaría? En biología siempre pagas un coste.
Explíquemelo.
¿Por qué no tener huesos más grandes, más fuertes y menos porosos? Porque si haces eso tienes que pagar un coste en otros aspectos. Con el cerebro pasa lo mismo. Si yo quiero que la información corra por los ‘cables’ más rápido, es biología, no puedo hacerlo con cobre. Entonces tendré que hacer que las neuronas tengan una capa más gruesa, pero eso ocupa espacio. Eso querrá decir que tendremos que tener menos neuronas. Desde el punto de vista de la arquitectura del cerebro, estamos realmente en el límite.
¿Hasta qué punto es importante el tamaño del cerebro?
En este aspecto nos superan unas cuantas especies. Lo importante es qué hace un cerebro concreto y cuántas neuronas están empaquetadas dentro de la masa. El tamaño no refleja tanto estas cuestiones. Como se interconectan entre sí las neuronas parece mucho más importante.
La interacción entre las neuronas se antoja como algo crucial… ¿Y el número?
En la corteza cerebral está claro que sí es importante el número de neuronas que haya. Sobre todo en el lóbulo frontal, donde se llevan a cabo actividades cognitivas de mucha complejidad: pensar sobre el futuro, tener un mapa claro de qué interacciones sociales tengo con el resto del grupo… Este último punto también lo tienen los primates, pero nosotros tenemos una capa extra de complejidad muy grande.
Y nuestra memoria, ¿tiene límites?
Sí, los tiene. Nuestra memoria es extraordinaria, pero el cerebro debe tener unas restricciones. Yo no puedo recordarlo absolutamente todo. La gente que sí puede hacerlo está realmente en un estado patológico. Nosotros tenemos que filtrar y borrar información que no es importante.
Usted defiende que la memoria es una puerta abierta al cerebro…
La memoria y el lenguaje son como microscopios para ver qué está pasando en el cerebro. Los fallos de la memoria y su tipología dan muchas pistas. Gracias a la conectómica, el estudio de las redes del cerebro, todas las ideas que antes estaban formuladas de una manera más verbal se están sintetizando y se están haciendo reales.
Póngame un ejemplo.
A ver, hay un experimento que consiste en que yo te digo una palabra y te pido que me digas otra relacionada con ésta que te venga a la mente. Por ejemplo, perro. Muchas veces la gente dice gato. Pues bien, las personas que tienen alzheimer, y que van perdiendo el acceso a las palabras, son las más rápidas en dar una respuesta.
¿De verdad?
Es muy curioso. Es cierto que sus redes neuronales van perdiendo conexiones, pero como el cerebro siempre refuerza lo que le queda, este refuerzo hace que estos pacientes conecten más rápidamente, eso sí con un léxico más pobre. La red de conexiones permite ver cosas más de sistema, no especificas de un punto concreto. Ahí entiendes bien qué ha pasado.
¿Seremos capaces algún día de borrar ciertos recuerdos?
Ya veremos. Han pasado tantas cosas que hace 15 años no esperábamos que sucedieran… Quizás no borrar un recuerdo puntual, pero sí apartarlo de un papel central que a lo mejor no es bueno para la persona. Pero no deja de ser una conjetura. De todas formas, si hace unos años tú me hubieras preguntado si, mediante la realidad virtual, podríamos llegar a intercambiar nuestro cuerpo con otra persona, o tener la experiencia de salir de nuestro propio cuerpo, te habría dicho que no. Pero esto ya se ha hecho.
¿Qué es la frontera del caos del cerebro?
Es algo que hace muchos años que está teorizado y que ahora parece que se confirma. El cerebro es un sistema dinámico, siempre hay actividad. Una cosa que sabemos es que una actividad muy alta no es buena. Es lo que ocurre en un ataque de epilepsia, donde se sincronizan grandes partes del cerebro. Lo curioso es que si miras el cerebro de un epiléptico, en contra de lo que pudiera parecer, es mucho más ordenado. Ves unas ondas de actividad muy sincronizadas.
Un cerebro, pues, muy sincronizado no es una buena señal…
Pero también en personas que están en ciertos tipos de coma o inconsciencia, puedes ver que la actividad se ha reducido y es mucho más aleatoria. Aunque lo que estoy diciendo es muy verbal, un orden y un desorden que no queremos, en la Física hay un concepto muy bien definido que es la transición de fase entre orden y desorden, ese compromiso que ocurre justo en lo que denominamos punto crítico. Pues bien, parece que el cerebro vive en el punto crítico, justo ahí.
Entiendo.
Sincronizar permite integrar. Nosotros no tenemos módulos reales en el cerebro, pero tenemos regiones especializadas, y estas regiones tienen que conectarse entre sí. Al final, lo que hace el cerebro en este punto crítico es dar suficiente fuerza a la capacidad de sincronizar pero evitando que esa sincronización sea muy fuerte, ya que es algo indeseable. Esta frontera entre orden y desorden es donde vive nuestro cerebro.
¿Y la plasticidad del cerebro tiene límites?
La plasticidad es una fuente importantísima del potencial del cerebro. A diferencia de los ordenadores, el cerebro es capaz de ir restituyendo funciones que han sido dañadas. La plasticidad es muy grande pero tiene límites. Hay regiones del cerebro que no se pueden dañar porque no se recuperan. Si hay un daño en el lóbulo frontal por ejemplo, que es lo que sucedía cuando se practicaban lobotomías, no hay manera de corregirlo. Pero por otra parte, luego hay casos que se dan que suponen un gran misterio, donde observas una plasticidad que va mucho más allá de lo que uno pensaría que es razonable.
Como el caso de un niño al que le habían extirpado medio cerebro y del que usted hizo referencia en su reciente conferencia…
Le quitaron la parte derecha, donde tenía que madurar el lenguaje. Y resulta que se reordenó todo en el otro hemisferio. ¿Cómo es posible esto? El niño hablaba correctamente. Estos niños siempre tendrán alguna pequeña dificultad motora, que a veces ni se nota, pero hacen una vida esencialmente normal.
A diferencia de Sigmund Freud, usted comulga con la idea de que los sueños son el resultado de un proceso de limpieza de memorias que lleva a cabo el cerebro.
En los sueños se refuerzan conexiones sinápticas y se debilitan otras. No es bueno tener memoria de absolutamente todo porque puedes crear memorias mezcladas. Para un animal simple es relativamente importante: ‘No he de confundir cosas que pueden representar un peligro para mí’. Nosotros ya no estamos en ese contexto, pero evolutivamente hemos heredado estas estructuras. Funcionalmente, la parte de reconexión tiene todo el sentido; pero la otra no. Debido a que estamos reconectando con los recuerdos, hacemos un barrido y ahí puede aparecer cualquier cosa. ¿Para qué sirven los sueños?, para nada. Eso no descarta que haya algo que aprender de ellos, pero sin pasarse.
Es mejor no darles mucha importancia…
Sobre todo porque nuestro cerebro siempre intenta darle sentido al mundo, siempre. Si tú hipnotizas a una persona, la haces salir a la calle y en un momento determinado la despiertas, no sabrá qué hace allí. Pero si yo le pregunto qué está haciendo allí, en un 100% de los casos me dará una explicación. No será verdad, pero nuestro cerebro siempre está preparado para dar una respuesta.
¿Los animales sueñan?
Todos los vertebrados de sangre caliente sueñan, excepto uno, el equidna. Y me parece que han hallado otro que también es un marsupial. El equidna es una especie de erizo medio ciego. Es un animal peculiar.
¿Y cómo saben que no sueña?
Porque no tiene la fase REM, y lo sabemos a través de registros encefalográficos. ¿Y por qué no sueña? Si yo no quiero hacer mezclas de recuerdos, tengo que limpiar el sistema. Pero si tengo una red neuronal grande y lo que tengo que recordar es poca cosa, no mezclaré nada. Por lo tanto, no necesitarás soñar. El equidna, por su tamaño, tiene un cerebro considerable, pero su vida diaria es bastante miserable.
Pero debe de haber bastantes vertebrados con un cerebro considerable del que no usan una gran parte, ¿no?
Los delfines tienen un cerebro bastante grande. Llevar a cabo la ecolocalización, localizar a través del sonido, es algo que requiere de una maquinaria bastante sofisticada. También tienen vida social, no sabemos su profundidad pero está claro que identifican a los miembros de su comunidad, y también cuentan con un lenguaje relativamente rico. Tienes que ir sumando. Los elefantes tienen un cerebro muy grande, pero también tienen un cuerpo enorme. Gran parte del cerebro lo utilizan para moverlo. Hay que saber qué función hace cada cerebro.
Comprendo.
Un animal como el equidna, con una vida social relativamente pobre, no necesita de un repertorio mental muy grande. Pero cuando incluyes la comunicación y la necesidad de sentidos sofisticados, el cerebro debe responder a esta complejidad.
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