Adolf Hitler junto a Eva Braun (Hemeroteca)
- Un nuevo libro explica, a través del testimonio de tres sirvientes, detalles íntimos sobre la vida del líder nazi en su residencia de montaña
¿Cómo fue trabajar para Adolf Hitler? Tres de los empleados del hogar del líder nazi han dado su testimonio en un libro que se acaba de publicar en Inglaterra. Su ama de llaves, el ayuda de cámara y la camarera relatan cómo le traían el desayuno, le preparaban la cama o le daban ánimos al Führer en Berghof, su conocido retiro de montaña.
Herbert Dohring comenzó a trabajar para Hitler en 1935, Anna Plaim tenía apenas 20 años cuando la contrataron como camarera e 1941 y Karl Wilhelm Krause fue retirado de la armada alemana para convertirse en el ayuda de cámara del líder alemán en 1934. Tan cerca estaba Krause de su jefe que lo llamaron Shadow. Dohring y Krause murieron en 2001, mientras que Plaim todavía está viva a la edad de 98 años.
Herbert Dohring, Anna Plaim y Karl Wilhelm Krause cuentan sus vivencias en un libro
En un extracto publicado en el Daily Mail, los tres sirvientes revelan detalles íntimos de los hábitos higiénico de Hitler o sus relaciones con las mujeres. En Berghof, por ejemplo, había una regla que era que nunca se hablaría de Eva Braun, ni ninguna otra pareja del Führer. Y eso implicaba que nunca se podía contratar personal nuevo, porque no era de confianza.
En la primera visita de Eva Braun al refugio, por la noche, Hitler estaba totalmente concentrado en su trabajo cuando ella, malhumorada, entró en su despacho. La discusión fue dura y Adolf le recriminó que no quería que nadie le molestara. La joven se marchó furiosa. “Hitler era un hombre extraño, lleno de contradicciones. Podía ser benevolente, pero también podría ser brutal”, señalan.
“Había que ir con cuidado si por la mañana silbaba. Todos tenían que apartarse de su camino y mantener la cabeza baja, incluida Eva”, recordaban. Eva Braun intentó suicidarse varias veces después de comenzar a salir con Hitler. En 1932 se pegó un tiro en el cuello, y tres años más tarde tomó 35 pastillas para dormir.]
Hitler era muy solitario, tan dedicado a su trabajo que algunas veces podía estar concentrado en unos de sus discursos hasta las cuatro de la madrugada. La vida en Berghof era enormemente monótona, razón por la que Eva Braun estaba tan malhumorada con Hitler.
Hitler era muy solitario, muy dedicado a su trabajo
En plena guerra, cuando ya dominaban la escasez y medidas de austeridad, Eva insistía en tener lujos. “Algunas personas no tenían nada y ella estaba pidiendo sopa de tortuga, jugo de naranja recién prensado y productos de confitería”, explican.
La relación entre Hitler y su sobrina Geli Raubal, que llegó a tener una habitación propia en la residencia, había sido completamente distinta. El servicio les encontró varias veces en actitud amorosa. “Fue un shock terrible cuando Geli se suicidó en el apartamento de Hitler en Munich”, recuerdan. La joven se quitó la vida tras una discusión con su amante.
Hitler no fue a su funeral, pero unos días después alguien lo llevó en secreto a su tumba en Viena. Después de eso, Hitler estuvo una semana encerrado en su habitación en Berghof. “Le dijo a mi esposa que quería pegarse un tiro. No quería comer”, explica Herbert Dohring.
La ropa civil de Hitler estaban tan gastadas que ni un humilde oficinista las hubiera querido. A veces incluso tardaba dos o tres días en cambiarse los calzoncillos (aunque también había ocasiones en las que se los cambiaba tres veces en un día). Odiaba los zapatos de color marrón y prefería sus botas viejas y gastadas antes que nuevo calzado que le compraban sus ayudantes.
Sus ayudantes afirman que Hitler “no odiaba a las mujeres”. “Si veía a una atractiva actriz en una película o en una obra de teatro, pediría que se la presentaran”, afirman.Olga Tschechowa y Brigitte Horney estuvieron entre sus intérpretes favoritas. Y a veces, durante sus viajes, quedaba totalmente fascinado por una chica con la que se cruzaba.
Sus ayudantes afirman que Hitler “no odiaba a las mujeres”
El Führer a veces pedía que buscaran el nombre y la dirección de alguna de esas mujeres y luego reclamaba que le concertaran una cita para tomar el té. “Durante estas reuniones, Hitler a veces aconsejaba a las mujeres sobre sus cosméticos. Le gustaba hacer eso”, apuntan. Y no le importaba que se involucraran en política.
”Aunque creía que la política debía dejarse exclusivamente a los hombres, también reconocía que una de las razones por las que no se había casado era que sus fanáticos más entusiastas eran las mujeres”, agregan los sirvientes en el libro. Por cierto, el pastel de queso era el favorito del líder nazi.
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