Una imagen de la vida de fin de semana en el Berlín de los años 20
La instauración de los dos festivos fue un proceso de más de un siglo vinculado al aumento de la capacidad de compra de los trabajadores industriales
Que la semana tenga siete días tiene su origen hace miles de años, los tiempos en que la antigua Babilonia los instauró en referencia a cada uno de los planetas que entonces se creía que existían. Pero que la semana laboral sea –normalmente- de cinco es comparativamente muy reciente, a la época en que la industrialización trajo consigo nuevas formas y ritmos de trabajo. Esta es la historia del largo camino que llevó al nacimiento del concepto del fin de semana, y tal vez a su decadencia.
El fin de semana de dos días tardó casi un siglo, entre 1850 y 1945, en poder traducirse en legislación y extenderse en los principales países industrializados, para pasar de ser un mero gesto de generosidad a discreción de cada empleador, a convertirse en un derecho de todos los empleados.
Todo ello, no fue producto únicamente de la presión continua de los trabajadores por reducir sus jornadas laborales, sino más bien resultado de un proceso bastante irregular y lento, donde confluyeron no sólo los intereses de los sindicatos, sino también de los estamentos religiosos, empresas de ocio y hasta de los propios dueños de fábricas, que empezaron a verlo como una fórmula para aumentar la eficiencia.
El origen del fin de semana se halla en la Gran Bretaña del siglo XIX, la cuna de la Revolución Industrial. En la primera mitad de siglo, el domingo, que era considerado como el festivo legítimo, era seguido por un día libre no oficial, que muchos trabajadores se tomaban por voluntad propia –si podían- para recuperarse de los excesos de alcohol del día anterior.
Era el llamado lunes santo, en realidad una práctica absolutamente secular, que alcanzó gran popularidad en la sociedad británica del momento, al punto que el ocio comercial alineaba su repertorio de eventos a este día de la semana.
El cambio a una economía de mercado alteró los procesos de trabajo, al demandar una mayor eficiencia para poder abastecer un mercado de bienes en crecimiento. Fue en este contexto que la práctica de tomarse el lunes santo empezó a perder el apoyo de diversos sectores que, impulsados por motivaciones muy distintas, hacia 1840 introdujeron la idea de intercambiar este día de descanso por las tardes de los sábados.
En el Reino Unido del siglo XIX, los lunes eran muchas veces un día de fiesta informal que se sumaba al domingo
Así lo explica Bradley Beaven, profesor de historia social y cultural en la Universidad de Portsmouth, en diálogo con La Vanguardia. “Para los fabricantes era mucho más eficiente contar con una semana laboral regular, donde se perdiera únicamente medio día de trabajo el sábado y no todo el día del lunes. Al mismo tiempo, los estamentos religiosos estaban convencidos de que los trabajadores no asistían a los servicios de la Iglesia de los domingos por el cansancio, y que esta reforma promovería una fuerza laboral sobria y trabajadora”, asegura.
El historiador Peter Borsay, relata en su libro Una historia de ocio: La experiencia británica desde 1500, que “una de las principales funciones de la festividad del sábado por la tarde era quitar credibilidad al lunes santo. Fue utilizado como señuelo para alejar a los trabajadores de este otro festivo no oficial, visto por los empleadores como un despilfarro disruptivo”.
En 1842, se creó la Asociación de Cierre Temprano, integrada por parte de los fabricantes y miembros de las élites y del clero, para promover el sábado libre por la tarde como espacio de ocio y la restitución del lunes como día de trabajo completo, pero no fue hasta 1870, con la presión de unos sindicatos que iban ganando fuerza, que esta costumbre se extendió.
El profesor emérito en sociología y experto en estudios del ocio de la Universidad de Liverpool, Kenneth Roberts, explica que las tardes y noches de ese día se comenzaron a utilizar mayormente para ver partidos de fútbol y para ir de compras, mientras que el domingo se mantuvo como un día de descanso, “donde las tiendas cerraban y se suponía que las personas iban a la iglesia, aunque la mayoría no lo hacía”.
Durante la Gran Depresión muchas empresas adoptaron los dos días festivos para reducir jornada y así evitar despidos
En 1911, finalmente se aprobó la Ley de Tiendas que formalizó la semana de trabajo de cinco días y medio. Tal como describe Peter Borsay, los organismos religiosos fueron los encargados de restringir los usos recreacionales que podrían haberse dado a los domingos.
Aunque también aclara que “esta presión también protegía al domingo del trabajo, y por lo tanto aumentaba su potencial para el ocio”. Todavía faltaba atravesar un largo y lento proceso hasta que eventualmente el sábado y el domingo se fusionaron para crear el fin de semana recreativo.
En 1926 Henry Ford inauguró en sus fábricas de EE.UU. las semanas de trabajo de cinco días. De esta manera, “no sólo complacía y alentaba a sus empleados sino que, además, les dejaba más tiempo para consumir porque los obreros industriales se estaban transformando en consumidores”, tal como recuerda Martín Caparrós en su libro Ahorita: Apuntes sobre el fin de la Era del Fuego.
Sin embargo, el fin de semana de dos días completos no sólo estuvo impulsado por el nacimiento y la expansión del capitalismo, sino también por la ola de desempleos que acarreó la Gran Depresión. Esto fue así debido a que reducir las horas de trabajo se convirtió rápidamente en una fórmula para aminorar los despidos masivos en los países industrializados.
El profesor Bradley Beaven destaca a la empresa farmacéutica británica Boots como “una de las primeras en brindar a los trabajadores el sábado completo en la década del 30’, en un intento por reducir las horas de trabajo en lugar de recurrir a los despidos y perder personal valioso”.
Fue entonces durante estos años que se estableció el fin de semana de 48 horas. Sin embargo, poco después de la Segunda Guerra Mundial se extendió hasta volverse estándar. Para esta época, con la expansión generalizada de los televisores y automóviles, las actividades de ocio cambiaron radicalmente.
El sábado y domingo festivos se consolidan cuando la industria descubre que sus empleados pueden también ser clientes y gastar en esos dos días
“Mientras que en el siglo XIX la formación del fin de semana alentó una forma muy pública de entretenimiento colectivo a través de partidos de fútbol, cine y music hall, el fin de semana posterior a 1945 marcó una forma más privatizada de ocio popular”, asegura Beaven.
Así, apunta que mientras que el fútbol y los espectáculos de variedades (que reemplazaron a las salas de música) continuaron, el crecimiento de urbanizaciones con casas y jardines en las afueras de la ciudad junto con la llegada de los televisores a las casas en la década de 1950, hicieron que el fin de semana pasase a estar mucho más centrado en el hogar.
Kenneth Roberts agrega que la generalización del automóvil como una posesión doméstica entre 1950 y 1970, hizo que durante estas décadas se consolidara lo que entendemos como el clásico fin de semana de dos días. Según Peter Borsay, la película Noche de sábado y mañana de domingo de Karel Reisz de 1960 hizo del fin de semana algo icónico, y el “paquete” de sábado y domingo no tardó en volverse “parte de la cultura nacional, y representó una gran reorientación del calendario recreativo”. Esta misma evolución fue seguida por el resto de países industrializados a medida que su riqueza progresaba, también la España de los 60 y 70, de la mano de la motorización del país, con el Seat 600.
Al igual que toda convención social, el fin de semana, que desde la posguerra hasta ahora parecía una institución inamovible, siempre está sujeta a cambios. Mientras que algunos defienden la necesidad de sumar un día más de descanso a la semana, otros temen que la irrupción de nuevas modalidades de trabajo, sobre todo tras la incorporación acelerada del teletrabajo durante la pandemia, diluyan cada vez más el espacio reservado al tiempo libre, hasta terminar por dinamitarlo. ¿Estaremos frente al fin de los fines de semana?
La expansión del automóvil popularizó el concepto actual del fin de semana tras la Segunda Guerra Mundial
El auge y consolidación del modelo americano de consumo introdujo cada vez más el ocio como momento de consumo y no de descanso. El domingo, que hasta el momento en toda Europa significaba un día de tranquilidad, no pudo resistir esta lógica. La ley de comercio dominical habilitó la apertura de tiendas en Inglaterra y Escocia a partir de 1994. El mismo camino siguieron la mayor parte de los países europeos; algunos, donde el fin de semana está más protegido por la legislación, como España, Francia y Bélgica, entre otros, lo circunscribieron a las ciudades turísticas.
En su libro, Martín Caparrós retrata este proceso mediante el cual el fin de semana se empezó a desdibujar: “Hubo tiempos en que era inviolable. En Europa, sobre todo, el finde era estricto: hace un par de décadas en París o Munich o Estocolmo era muy difícil encontrar una librería o un súper o una zapatería abiertos. Solo trabajaban los servicios más públicos: transportes, entretenimientos, sanitarios, policías. Ya no: el modelo americano, que supone que el fin de semana es tiempo para comprar, se ha impuesto -y eso significa millones ocupados en vender”.
La idea de fin de semana de la era industrial se ve cuestionado ahora por los horarios comerciales sin festivos, el teletrabajo y las nuevas modalidades laborales
“La existencia del fin de semana siempre fue una especie de quimera” -afirma Peter Borsay en su libro, y agrega- “Para servir el ocio de algunos, otros tenían que trabajar”. Sobre este mismo punto reflexiona Kenneth Roberts, quien explica cómo “el fin de semana se ha convertido para muchos en un momento de trabajo, al servicio del ocio de otros. Asimismo, para quienes trabajan desde sus casas, el fin de semana se ha borrado, no son días diferentes al resto”. De esta manera, observa que los nuevos estilos de vida tienden a socavar cada vez más aquello que ya parecía consolidado: “Estamos perdiendo las ocasiones en que las personas tienen garantizado que pueden compartir el tiempo libre con otros. De alguna manera, el fin de semana se ha vuelto una cosa del pasado”.