Donald Trump abordó el Air Force One por última vez el miércoles diciendo adiós.
Mientras se escuchaba "A mi manera", de Frank Sinatra, a todo volumen en los altavoces en la Base Aérea Andrews, el que pronto sería ya expresidente partió rumbo a su nuevo hogar en Florida.
Aunque acababa de prometer a una pequeña multitud de seguidores que volvería "de alguna forma", el futuro de Trump y del movimiento político que lo condujo a la victoria en 2016 se ve turbio.
Hace apenas dos meses, parecía listo para encabezar una fuerza poderosa en la política estadounidense, incluso después de su derrota en noviembre.
Todavía era querido por los republicanos, temido y respetado por los políticos de ese partido y visto positivamente por casi la mitad de los estadounidenses, según encuestas de opinión pública.
Pero luego Trump pasó dos meses lanzando acusaciones infundadas de fraude electoral, se peleó con líderes republicanos en estados clave, hizo campaña sin éxito a favor de dos senadores en las elecciones de Georgia, e instigó a una multitud de seguidores que atacó el Capitolio de Washington DC.
Próximamente enfrentará un juicio en el Senado tras el impeachment aprobado por la Cámara de Representantes y si dos tercios de los senadores lo consideran culpable,le prohibirán postularse para un cargo público.
Durante su carrera de cinco años en política, Trump se ha librado de los predicamentos políticos que hundirían a la mayoría.
Ha sido declarado muerto más veces que Freddy Krueger. Sin embargo, siempre pareció imposible de hundir; un submarino en un mundo de botes de remos.
Hasta ahora.
Despojado de sus poderes presidenciales y silenciado en las redes sociales, se enfrenta a enormes desafíos, tanto legales como financieros.
¿Todavía puede planear un regreso exitoso a la política? ¿Será su residencia de Mar-a-Lago su Elba o Santa Helena del exilio? ¿Y a quién podrían acudir las decenas de millones de estadounidenses que lo apoyaron?
Una base sólida
En los días posteriores a los disturbios en el Capitolio, el índice de aprobación pública general de Trump cayó precipitadamente a cerca de 30%, uno de los puntos más bajos de toda su presidencia.
A primera vista, las cifras indicarían que sus perspectivas políticas futuras han sido heridas de muerte.
Sin embargo, una inmersión más profunda pinta una imagen menos terrible para el expresidente. Si bien los demócratas, los independientes y algunos republicanos moderados están en su contra, su base republicana parece estar intacta.
"No creo que lo que estamos viendo sugiera que pierde relevancia política y resonancia", dice Clifford Young, presidente de asuntos públicos estadounidenses de la empresa de opinión pública Ipsos.
"Cualquiera que diga eso se está engañando a sí mismo. Todavía tiene una base significativa".
Muchos partidarios de Trump creen firmemente que las elecciones fueron robadas por demócratas y republicanos en varios estados.
Han visto reportajes en medios conservadores pequeños de que el ataque al Capitolio fue instigado por izquierdistas de Antifa y descartan las pruebas que han llevado al arresto de numerosos militantes de derecha y activistas pro-Trump.
Gary Keiffer, de 67 años, es un exdemócrata de Beckley, Virginia Occidental, que votó por Trump en 2016 y 2020.
Keiffer cree que el expresidente tenía razón al plantear preguntas sobre las elecciones. Sospecha que activistas de izquierda estaban detrás del ataque al Capitolio. Todavía apoya plenamente a Trump espera su postulación en cuatro años.
"Hizo mucho por nuestro país", dice Keiffer. "Nunca he visto a un presidente hacer tanto como lo ha hecho él y aun así perder una elección. Y no perdió una elección".
Trump puede tener muchos problemas, pero la lealtad de su base, la gente que va a los mítines y compra banderas y carteles de su movimiento "MAGA", no es uno de esos problemas.
El partido se divide
Trump se postuló para presidente como un externo, desafiando al establishment republicano. Los líderes de su propio partido y los rivales por la nominación presidencial formaban parte de lo que él llamaba burlonamente "el pantano".
Con su victoria, él se convirtió en el establishment republicano, y a excepción de los más recalcitrantes antitrumpistas, finalmente se doblegaron a su voluntad.
Se inclinaron, según Liam Donovan, un cabildero republicano y exestratega de campaña del Senado, porque ahí es donde los llevó la membresía del partido.
Trump nombró a los principales funcionarios del aparato republicano, como la presidenta del Comité Nacional, Ronna McDaniel. Y a nivel estatal y local, los funcionarios del partido son verdaderos creyentes de Trump.
"Los líderes estatales del partido son los activistas, no la élite", dice Donovan. "La base son republicanos incondicionales, y los republicanos incondicionales son gente incondicional a Trump. Él los ha convertido totalmente".
Cuando surgieron controversias -como la violencia que siguió a una marcha nacionalista y supremacistas blanca en Virginia, o los videos de niños inmigrantes llorando debido a la política de separación familiar de la administración, o el uso de gas lacrimógeno y la fuerza bruta contra los manifestantes Black Lives Matter cerca de la Casa Blanca, o el juicio político por presionar al presidente de Ucrania en busca de ayuda política, o un sinnúmero de tuits imprudentes- la respuesta estándar de los políticos republicanos fue agacharse y esperar a que pasara la tormenta.
En las últimas semanas de la presidencia de Trump, sin embargo, comenzaron a aparecer grietas.
Antes de que la turba pro-Trump irrumpiera en el Capitolio el 6 de enero, el entonces líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell, advirtió que los esfuerzos del presidente por socavar la confianza en los resultados de las elecciones presidenciales de 2020 amenazaban con poner la democracia estadounidense en una "espiral de muerte".
Después de la violencia, los asesores de McConnell indicaron que él estaba "complacido" con los esfuerzos de la Cámara de Representantes para acusar al presidente por incitar a la insurrección. Y una votación que diez republicanos, incluido un miembro del liderazgo republicano, rompieron filas para apoyar la demanda.
A principios de la pasada semana, McConnell hizo sus comentarios más directos sobre los disturbios, diciendo que la turba fue "alimentada con mentiras" y "provocada" por Trump y otras personas poderosas.
Lo hecho por el senador es la señal más clara de que al menos algunos republicanos están buscando una separación entre el partido y Trump.
Otros, sin embargo, como los 138 republicanos de la Cámara de Representantes que votaron para desafiar los resultados de la elección presidencial de Pensilvania, después de los disturbios en el Capitolio, o los 197 que votaron en contra del juicio político de Trump, se han quedado con el expresidente.
"El presidente Trump sigue siendo el líder del Partido Republicano y del movimiento America First ('Estados Unidos Primero')", tuiteó el jueves el congresista republicano Matt Gaetz, un leal partidario de Trump.
En todo caso, dice Donovan, los republicanos en la Cámara Baja reflejan mejor el centro de gravedad del partido dado que, a diferencia del Senado, tienen que presentarse a las elecciones cada dos años. Si McConnell y los principales líderes republicanos quieren romper con Trump, eso podría destrozar al partido.
Una revuelta corporativa
Durante décadas, el Partido Republicano ha funcionado como una fusión de conservadores sociales e intereses empresariales.
Este último apreció en la defensa de impuestos más bajos y una menor regulación, y toleró el apoyo del primero a las prohibiciones del aborto, en iniciativas de libertad religiosa, en el derecho a portar armas y otros temas culturales controvertidos.
La presidencia de Trump y sus esfuerzos por expandir la coalición republicana para incluir a los blancos de clase trabajadora a través de políticas antiinmigrantes y comercio, han ejercido presión sobre esta alianza.
En 2018, los habitantes de los suburbios, el tipo de personas que trabajan y dirigen esos negocios que apoyan a los republicanos, se inclinaron hacia los demócratas.
Luego, después de los disturbios del Capitolio, el dique se rompió.
Varias grandes empresas, incluidas Walmart, JPMorganChase, AT&T, Comcast y Amazon, anunciaron que suspenderían sus donaciones políticas o retirarían el apoyo a políticos republicanos que respaldaron el desafío de Trump a los resultados de las elecciones presidenciales.
Una vez que las aguas políticas se calmen, las grandes empresas podrían volver a sus patrones normales de patrocinios, dice Donovan, o podrían decidir que sus intereses ya no se alinean claramente con un Partido Republicano en deuda con Trump.
"Esto ha tardado mucho en llegar", dice Donovan. "Hemos superado el punto en el que las empresas van a depositar su suerte exclusivamente en los republicanos".
Las contribuciones corporativas constituyen solo una parte de la financiación del Partido Republicano, pero la velocidad y severidad de la medida tomó desprevenidos a muchos conservadores.
Y los últimos movimientos podrían instigar mayores esfuerzos por parte de los líderes del partido, los que prestan atención a los dólares y de dónde vienen, para rechazar las políticas de Trump y su estilo de política.
El pacto evangélico
Si el ala corporativa del Partido Republicano está contemplando una ruptura con el trumpismo, es posible que los conservadores sociales no se queden atrás.
El fuerte respaldo evangélico para un hombre con dos divorcios, múltiples acusaciones de amoríos y personalidad destemplada siempre pareció contradictorio, pero los conservadores religiosos se mantuvieron firmes con el presidente en 2020, incluso cuando los moderados suburbios se alejaron.
Parte de esto puede explicarse por la capacidad de Trump para llenar más de 200 vacantes en tribunales federales, incluidos tres puestos de la Corte Suprema, en el transcurso de sus cuatro años.
La selección de uno de los suyos, Mike Pence, como vicepresidente también ayudó. En cuanto a las políticas, la administración Trump promovió una agenda social que también fue popular entre los conservadores cristianos.
Luchó en los tribunales contra las limitaciones religiosas y ajustó las regulaciones, entre ellas la atención anticonceptiva que la ley federal incluía como atención médica.
Sin embargo, con Trump fuera del poder, algunos evangélicos pueden estar reconsiderando su apoyo a Trump y su agenda política.
"La violencia provocada por los partidarios de Trump que asaltaron el Capitolio es contraria a la epifanía", escribió en Christianity Today la pastora Tish Harrison Warren. "Es oscura y está basada en la falsedad".
Culpa a los líderes religiosos en Estados Unidos por permitir que su deseo de poder político enturbie su brújula moral, y dijo que se acerca un ajuste de cuentas dentro de la comunidad religiosa.
Deeana Lusk, asistente legal en Derby, Kansas, dice que la fe es importante en su voto y Trump no fue su primera elección en las primarias republicanas de 2016. Aun así, votó por él en las elecciones generales de ese año y en 2020.
Sin embargo, dice que no le dará mucho peso al respaldo y la defensa de Trump en el futuro, y si Trump decide postularse nuevamente, definitivamente buscará otras posibilidades.
"La verdad del asunto es que nadie es perfecto", dice. "Sin embargo, hay miles de candidatos que apoyarían la libertad religiosa y creo que, en última instancia, vamos a estar buscando a ese candidato".
Vivir sin Trump
Por supuesto, existe la posibilidad de que Trump, a pesar de las protestas y sus promesas, se desvanezca de la escena política.
Las conversaciones sobre nuevos partidos políticos, nuevos imperios mediáticos y nuevas campañas presidenciales podrían amainar.
O quizás al menos 17 republicanos en el Senado podrían unirse a los 50 demócratas para condenar al expresidente por los cargos de juicio político por insurrección y prohibirle postularse a un cargo público.
Tal resultado no está fuera del ámbito de lo posible.
Incluso si sobrevive al juicio político, Trump enfrenta desafíos legales muy reales. Los fiscales de Nueva York están investigando sus pagos a la estrella de cine para adultos Stormy Daniels.
Georgia está investigando su llamada telefónica para presionar al secretario de Estado Brad Raffensperger para "encontrar votos" en las elecciones de noviembre.
Y los fiscales federales podrían revisar sus palabras y acciones antes del ataque al Capitolio.
También tendrá las manos ocupadas para mantener a flote su imperio empresarial, ya que se enfrenta a una disminución de los ingresos debido a la pandemia del coronavirus y posee una marca empañada.
La compañía de Trump debe grandes cantidades en préstamos que vencen en los próximos años y Deutsche Bank, su prestamista más confiable, lo abandonó recientemente como cliente.
Un renacimiento político, en otras palabras, podría ser una prioridad baja en los días por venir. En ese momento, Trump, el hombre, se separaría del trumpismo como movimiento.
"Creo que lo relegaría nuevamente al estatus de celebridad y élite de los medios con opiniones sobre política", dice Lauren Wright, politóloga de la Universidad de Princeton.
Sería difícil para otro republicano, considera, tomar el manto político de Trump y llevarlo adelante.
"Creo que lo que distingue a Trump no es el mensaje político, es la forma en que está empaquetado, y eso proviene de un conjunto de habilidades del entretenimiento, y eso proviene de un trasfondo del mundo del espectáculo", dice. "Un político tradicional no puede actuar de la misma manera".
Para que el trumpismo sea un éxito, los republicanos tendrán que encontrar otra celebridad, o volver a los valores republicanos tradicionales de candidatos pasados como Mitt Romney y John McCain.
Donovan no está tan seguro de que los republicanos puedan, o incluso quieran, retroceder en el tiempo.
"Lo que Trump demostró es que ser esclavo de lo que la ortodoxia conservadora diga no es necesario, ni si quiera ventajoso", dice.
Incluso después de todos los eventos de los últimos días, es posible que Donald Trump aún no haya llegado a su fin.
Esta misma semana, mandó su primer mensaje desde su nuevo hogar, Florida, anunciando la apertura de "la oficina del expresidente", que llevará su correspondencia, sus declaraciones públicas, apariciones y actividades oficiales "para avanzar en los intereses de Estados Unidos y continuar con la agenda" de su administración.
Un escueto comunicado, con nuevo logo y un mensaje final: "El presidente Trump siempre será un defensor del pueblo estadounidense".
- Anthony Zurcher
- Corresponsal de la BBC en Washington DC
- 26/01/2021
- https://www.bbc.com/mundo/55777096