sábado, 2 de enero de 2021

China ya no quiere nuestra basura

 

Los trabajadores del centro de reciclaje de WEEE revisan los aparatos electrónicos recogidos en este ecoparque de Tuen Mun (Photo by May Tse/Getty)
Getty


Pekín deja de reciclar los residuos de Occidente a fin de no castigar más el medio ambiente


Se acabó lo que se daba. Con la llegada del nuevo año en China, el país que durante décadas fue el mayor receptor de basura mundial para su procesamiento dará el portazo definitivo a cualquier tipo de residuo procedente del extranjero. De esta forma, Pekín culmina un proceso iniciado por fases hace tres años con el que busca proteger su medio ambiente y la salud pública, y volcar sus recursos en gestionar el creciente volumen de desechos que genera su propia población.

La historia viene de lejos. Allá por los años ochenta, cuando Deng Xiaoping animó a la nación a emprender y abrirse al extranjero, China comenzó a importar residuos sólidos para reciclar con los que cubrir parte de la demanda de su incipiente sector industrial y manufacturero. Se estima que las plantas del país asiático llegaron a recibir hasta un 95% del plástico usado de la Unión Europea o el 70% del generado en Estados Unidos, y que el país limpiaba, trituraba y transformaba en sus factorías casi la mitad de los productos reciclados de todo el mundo.
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La nueva normativa china supondrá mayor presión a otros países asiáticos para que sean ellos los recicladores

Pero con los años, este proceso le ha pasado un gran factura al medio ambiente y la salud de su población. Una gran parte de los materiales enviados desde países desarrollados estaban demasiado dañados, sucios o mezclados con otros residuos no aptos para reciclar, por lo que acababan incinerados o tirados sin control en los vertederos. Tampoco ayudaba que gran parte de las empresas dedicadas a estas tareas fueran pequeños negocios en los que el proceso se realizaba de forma manual y sin prestar gran atención a las normativas ambientales, lo que degeneró en vertidos ilegales, la contaminación de suelos y acuíferos o altos niveles de emisiones de carbono.

La localidad de Guiyu, en la provincia sureña de Cantón, era el compendio de todos los males de la industria. Conocida en su día como la capital mundial del reciclaje de la basura electrónica, por sus calles se avistaban montañas de monitores, módems y teclados con letras desgastadas, baterías en descomposición junto a las acequias o marañas kilométricas de cables que desprendían un denso humo negro al ser quemados para extraer de ellos el cobre. Según las propias autoridades chinas, hasta un 60% de los talleres inspeccionadas violaban la normativa gubernamental en el 2017, y los niveles de plomo, cromo o metales pesados presentes en la localidad eran cientos de veces superiores a los de otras localidades chinas.


Cansada de ser el vertedero del mundo, Pekí comenzó a limitar la importación de basura en el 2017

Cansada de ser el vertedero del mundo, Pekín comenzó a poner trabas a la importación de basura en el 2017. A partir de entonces, quedó prohibida la llegada de 24 tipos de residuos para reciclar, incluidos los plásticos, una lista que ha crecido hasta llegar a los 56 artículos. Aun así, existía la posibilidad de solicitar una excepción
para la entrada de material prohibido, algo que acabará definitivamente al comenzar el 2021: solo podrán entrar en el país materiales reciclados ya procesados en el extranjero (por ejemplo, sí entrará la pulpa de papel, pero no el papel usado).

Para Mao Da, director de la oenegé Shenzhen Zero Waste, las actuales políticas adoptadas por China deben servir de ejemplo para que los países en desarrollo no se conviertan en los basureros del primer mundo. “Solo cuando se den cuenta de los problemas que esto genera y adopten una legislación nacional y controles efectivos podrán romper el ciclo y frenar este comercio injusto”, señaló al medio SCMP. Aun así, como ya sucedió en el año 2017, todo apunta a que la entrada en vigor de la prohibición supondrá mayor presión en muchos de sus vecinos asiáticos –Vietnam, Tailandia, Filipinas– para que se hagan cargo de los residuos que China ya no quiere.

En su camino hacia una economía más verde, Pekín podrá centrarse ahora en la gestión de la basura que originan sus ciudadanos, unos 215 millones de toneladas anuales que suelen acabar incineradas o en vertederos. Poco a poco, el país ha avanzado en varios programas que apuestan por aumentar el reciclaje de productos sólidos a la par que se reducen el resto de residuos. Ciudades como Shanghai o Pekín han sido pioneras a la hora de hacer obligatorio el reciclaje en cada vecindario, y con el nuevo año también quedarán prohibidas las bolsas de plástico no biodegradables en las grandes urbes.



ISMAEL ARANA
HONG KONG. CORRESPONSAL