—Be
—¿Te?
—No, be
—¿De?
—¡Be... de burro!
¿Has tenido alguna vez este tipo de "conversaciones"? Probablemente sí, y quizás hasta tienes algunas palabras listas para agilizar el proceso de deletrear cosas comunes, como tu nombre (De de Damasco, ele de Londres...).
Por preparado que estés, ¿no te ha pasado que te quedas en blanco tratando de encontrar una palabra que empiece con algo tan fácil como la P?
A veces uno se da por vencido: al fin y al cabo, qué importa si cuando pides un café no escriben correctamente tu nombre.
Pero a menudo es necesario ser preciso y si es crucial que, por ejemplo, tu tiquete de avión no tenga ninguna letra errada, imagínate cuánto más lo es que el piloto de ese avión se comunique con la torre de control de manera que no deje lugar a dudas.
Si tiene que aterrizar en la pista B, no puede confundirse con la D pues podría ocurrir una tragedia, así que los controladores de tráfico aéreo evitan equivocaciones valiéndose del alfabeto internacional de deletreo para radiotelefonía: "Aterriza en Bravo".
¿Te suena familiar?
Es probable que, así no las uses, hayas escuchado ese "bravo" y las otras 25 palabras que representan letras, ya sea porque te las han dicho para confirmar información o porque se han convertido en parte de la cultura popular, a través de series y películas policíacas, de espionaje o de guerra.
Esta es la versión final de un tipo de alfabetos que nacieron antes de la Primera Guerra Mundial en respuesta a los avances en la radio bidireccional compatible con la voz, para mejorar la comunicación en circuitos telefónicos de baja calidad y de larga distancia.
Pero su enorme valor se realzaba desde un principio en situaciones extremas, como cuando era imperativo que un operador de radiotelegrafía en una guerra le advirtiera a los soldados en el frente de un ataque inminente.
Con el ruido de la batalla, la mala señal de transmisión o incluso las barreras del idioma era fácil que los mensajes se distorsionaran.
En el aire, era indispensable que los pilotos captaran con exactitud las coordenadas, por ejemplo, de un punto de extracción de rescate; una sola letra o número incorrecto podía costar vidas.
Sustituyendo una palabra de código por cada letra del alfabeto, era más probable que los mensajes críticos se entendieran correctamente.
Varios en el mundo tuvieron la misma idea pero, como era de esperar, no todos escogieron las mismas palabras.
En la década de 1920, la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) produjo el primer alfabeto ortográfico reconocido internacionalmente.
No era una mala opción: casi todas las letras eran representada con el nombre de un lugar del mundo. Sin embargo, la experiencia demostraría que componer un alfabeto de este tipo requería más que escoger palabras al azar.
El alfabeto radiotelefónico de la UIT fue adoptado en 1927 y fue el que usó la Organización Marítima Internacional hasta 1965.
Se realizaron varios cambios a la versión original del alfabeto de ortografía en 1932. La nueva y mejorada versión fue adoptada por la Comisión Internacional de Navegación Aérea y se utilizó en la aviación civil hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial.
Panadero capaz
Con el estallido de otra terrible guerra que involucró fuerzas de tantos países del mundo, las comunicaciones por medios que todavía sufrían por la estática se hicieron aún más vitales y los diferentes ejércitos y armadas desarrollaron sus propios alfabetos para deletrear mensajes.
Había hasta casos en los que el ejército y la armada de una misma nación usaban distintas versiones de alfabetos ortográficos.
Pero la imperiosa necesidad de comunicarse de manera efectiva durante las operaciones conjuntas entre las fuerzas aliadas llevó a que eventualmente se generalizara el uso del que se conoció como el alfabeto Able Baker (capaz y panadero/pastelero, en inglés), por las dos primeras palabras de esa versión.
Fue durante esa guerra que se recurrió por primera vez a la ciencia para definir la opción óptima.
El mayor F. D. Handy, director de Comunicaciones de la Fuerza Aérea del Ejército de EE.UU., le solicitó al Laboratorio Psicoacústico de la Universidad de Harvard que determinaran cuáles eran las palabras más acertadas para comunicar cada letra al usar "interfonos militares en medio del intenso ruido de la guerra moderna".
Ana Brasil
Cuando llegó la paz, muchos miembros de las fuerzas aliadas entraron en la industria de la aviación, así que el alfabeto militar Able Baker fue adoptado oficialmente a nivel internacional.
Sin embargo, tenía demasiados sonidos únicos del inglés, así que no era ideal para quienes ese idioma no era su lengua materna. Fue por eso que en América se creó un alfabeto alternativo llamado Ana Brasil para su uso en América Latina.
Al otro lado del Atlántico, la OTAN estaba experimentando problemas similares cuando realizaba ejercicios conjuntos, pues los ejércitos, marinas y fuerzas aéreas de sus miembros no angloparlantes se topaban con dificultades para entenderse entre sí.
El Ana Brasil, como otros alfabetos alternativos, no tuvo una vida útil larga pues la confusión continuaba y Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA, por sus siglas en inglés) así como otros órganos globales juzgaron más pertinente usar un único alfabeto universal.
Como agencia de las Naciones Unidas, todos apoyaron a la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) para que se ocupara de crear un alfabeto estandarizado.
Coca o Coco
El nuevo alfabeto ortográfico debía tener sonidos comunes a todos los idiomas de manera que pudiera usarse internacionalmente sin importar la nacionalidad del piloto.
Las palabras tenían que...
- tener una ortografía similar en inglés, francés y español.
- ser fácilmente pronunciadas y reconocidas por aviadores de todos los idiomas, claramente transmisibles por radio y fáciles de leer.
- No podían tener ningún significado o asociación negativa.
Para encontrarlas, se requería un experto así le encargaron a Jean-Paul Vinay de la Universidad de Montreal, un destacado profesor de lingüística, crear la lista de equivalencias alfabéticas.
Después de minuciosas y numerosas investigaciones, en 1952 presentó los resultados:
A pesar de tal esfuerzo, el nuevo alfabeto no despegó: los pilotos volvieron al que habían estado usando anteriormente.
Pero nadie se dio por vencido; tras aún más estudios y pruebas en los 31 países miembros de la OACI, el alfabeto actual se introdujo oficialmente el 1 de marzo de 1956.
Cinco palabras habían sido sacrificadas en pos de la comprensión universal: Coca o Coco, Metro, Nectar, Union y Extra o X-extra, como consta en este memorando para el comandante supremo aliado de Europa de la OTAN:
¿Por qué los cambios?
Porque aunque pueda parecer relativamente fácil hallar las palabras idóneas, los investigadores encontraron que la efectividad de las elegidas dependía de su relación con las demás en el alfabeto y, crucialmente, su nivel de comprensión al transmitirlas en medio del ruido.
Una palabra como "fútbol" parece mejor que "foxtrot" pues es más conocida y quizás hasta más fácil de pronunciar.
Sin embargo las pruebas mostraron que "foxtrot" se registraba erróneamente con menos frecuencia cuando se pronunciaban otras palabras del alfabeto ortográfico. Por eso, en este caso, ese baile olvidado le ganó al deporte que enloquece a las masas.
Además de palabras para las 26 letras del alfabeto inglés, el alfabeto internacional de deletreo radiotelefónico incluye números del 0 al 9 y las palabras 'cientos', 'miles', 'decimal', 'guión' y 'punto', todos lo cuál básicamente se dice en inglés británico.
En todas partes
A pesar de tantos traspiés para lograr el sueño de tener un alfabeto de deletreo aceptado y adoptado por todos, al final el esfuerzo valió la pena y su uso se extendió más allá del ámbito para el que fue creado.
Hoy en día toda clase de industrias lo usan para confirmar detalles, particularmente cuando están en juego miles de dólares si cualquier letra o dígito es incorrecto, como al autorizar contratos de crédito o confirmar códigos de acciones.
También es usado ampliamente en la tecnología de la información, que trabaja con números de serie y códigos de referencia que involucrar decenas de dígitos.
Además, es vital en el campo médico, donde el registro correcto de la información transmitida pueden salvar vidas y se ha convertido en parte de la vida cotidiana de los agentes del orden, los banqueros, los comerciantes y las empresas de servicios públicos.
- Redacción
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